El escritor y periodista dirige la serie que ya alumbró cuatro títulos: El doble de Berni, de Elvio Gandolfo y Gabriel Sosa; Los indeseables, de Osvaldo Aguirre; El síndrome de Rasputín, de Ricardo Romero; y Santería, de Leonardo Oyola.
Una nueva colección de literatura policial, Negro Absoluto, dirigida por Juan Sasturain, se presentó en la Feria. Los fanáticos del género tienen razones para festejar este acontecimiento con cuatro novelas: El doble de Berni, escrita a cuatro manos por Elvio Gandolfo y Gabriel Sosa; Los indeseables, de Osvaldo Aguirre; El síndrome de Rasputín, de Ricardo Romero; y Santería, de Leonardo Oyola. “La literatura policial argentina –-la de Borges, la de Arlt y Walsh– se merecía una colección de novela en la que, después de El Séptimo Círculo, Evasión, Rastros, Cobalto o Serie Negra, se asesine y se haga justicia usando exclusivamente sangre nacional –dijo Sasturain–. Que por fin las cosas, también en la ficción, hayan pasado, pasen o pasarán acá a la vuelta.” La novela de Oyola transcurre en vísperas de la navidad de 1996 en una parte de la ciudad poco frecuentada por los turistas, la mayoría de los porteños y la literatura en general: la villa Puerto Apache, pegada a la Costanera Sur, los barrios contiguos y otra villa del barrio de Flores, El Jabuti. La narradora, Fátima Sánchez, conocida como La Víbora Blanca, “es una bruja que tira las cartas, ve visiones y sabe cómo va a morir; la cuestión es averiguar cuándo, dónde y por qué”, explicó el autor.
“Siempre hay algo que uno exorciza en lo que está escribiendo. Hay una mujer de temer, hay satanismo y muchos tiroteos, creo que es más o menos lo que fue mi primer matrimonio. Pero sobreviví”, bromeó Oyola. “Leo tiene un aire pesado, es el Enrique Medina del 2000”, acotó Sasturain. En el caso de Aguirre, el escritor y periodista rosarino contó que Los indeseables tiene como protagonista a Gustavo Germán González, cronista de la sección policiales del diario Crítica de Botana, considerado “un periodista sin escrúpulos”, capaz de hacer cualquier cosa por una primicia. “Como los sueldos en el diario eran muy malos, eso hacía que hayan hecho cosas que hoy veríamos con malos ojos, como establecer relaciones muy estrechas con rufianes o con policías cuestionados. Quise acercarme al mundo del delito sin prejuicios, sin moralina, sin creer en nada –señaló Aguirre–. No quería hacer una novela histórica, sólo aprovechar los datos de la década infame como disparadores de la ficción”. Romero confesó que fue un desafío escribir El síndrome de Rasputín, novela que transcurre en un 2012 post Bicentenario, en una Buenos Aires con autopistas cortadas, muchas lluvias y dos obeliscos, “como si el futuro fuera una foto corrida”. Un grupo de nacionalistas incendia el barrio de Constitución e intenta hacer lo mismo en el barrio de Once. “Los tres personajes tienen síndrome de Tourette, el síndrome de los tics nerviosos, pero no participan de las comunidades de apoyo a los enfermos porque no quieren tomar la medicación para curarse. Los tres trabajan de noche, tienen oficios muy solitarios. Uno es un guardia de seguridad, otro es discjockey en boliches clandestinos que están los subsuelos del subte, y el tercero trabaja en una empresa de computación. Y la novela justamente empieza con él porque lo acusan de un crimen que no cometió”, sintetizó el autor. ¿Por qué Rasputín? Romero recordó que costó matar al místico y cortesano ruso. “Lo apuñalaron, lo balearon, lo envenenaron y después de castrarlo lo tiraron al río, donde por fin lograron matarlo. Veo en Rasputín el tic supremo de sobrevivir pese a todo.”
“Si no escribía con otro, no llegaba ni en pedo”, confesó Gandolfo, sobre El doble de Berni, que, como buen policial, arranca con la muerte de un pintor, admirador de Berni. Un amigo del muerto, Jorge Lucantis, sobrevive a desgano en Rosario con un negocio de productos new age, pero por pedido de la viuda tiene que cobrar un dinero de un galerista porteño. “Siempre me interesó como lector y cuando escribo que el género tenga algo más, el peligro es que la trama se coma lo demás. Casi todo el género que hay es sueco y hay crímenes rituales extravagantes, casi nunca es policial a la vieja usanza. Hay mucho menos sanata en la ciencia ficción que en los policiales”, comparó Gandolfo. Oyola admitió que los nacidos del ’60 para acá, “somos una generación que no podemos negar la influencia del cine y la televisión, y en mi caso en particular todas las novelas que escribí las pensé como si estuviera planteando un western”. Romero coincidió: “Uno se crió con el cable y sesenta canales y eso inevitablemente hace algo con el imaginario. Las buenas series de televisión tienen mucho del folletín que se leía en el siglo XIX, pero hoy nosotros vemos Lost”.
Texto: Por Silvina Friera
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