Ian Fleming, que hubiera cumplido 100 años hoy, se inspiró en su propia vida y personalidad para crear al agente con licencia para matar
El agente 007 es tan adicto al riesgo como a las mujeres, el alcohol y el juego. Casi tanto como su creador, Ian Fleming (1908-1964). Coincidiendo con el aniversario del nacimiento del escritor británico, responsable de doce novelas y nueve cuentos del agente con licencia para matar, han reflotado las teorías que aseguran que Bond no es más que el álter ego literario del propio Fleming.
"Fleming siempre intentaba dejar claro que él no era James Bond, pero a menudo cuando le preguntaban, contestaba con picardía 'No podría decirlo'", asegura James Taylor, comisario de una muestra que hasta el 1 de marzo de 2009 se exhibe en Londres con motivo del centenario del nacimiento del escritor británico.
Ian Fleming, periodista ocasional en Reuters y agente de Bolsa, fue miembro de la Inteligencia Británica durante la Segunda Guerra Mundial, llegando a trabajar para la americana Oficina de Servicios Estratégicos, un precedente de la CIA.
A diferencia de su creación, Fleming no fue nunca un hombre de acción. Prefería utilizar su ingenio para trazar planes que permitieran al bando aliado hacerse con el código secreto de la Marina de Guerra nazi o falsificar marcos para crearle al Reich una crisis económica.
"Las tramas de Bond -admitió una vez Fleming- las saqué de mis recuerdos de la guerra, que pulí, les añadí un héroe, un villano y una heroína".
Con licencia para volar
Es imposible disociar el nombre de James Bond de trajes caros y rostros apolíneos, pero lo cierto es que Fleming se buscó el nombre más tonto y soso que pudo encontrar para su personaje. En su opinión, este nombre tan neutro presentaba un contraste explícito con el tipo de aventuras exóticas que quería contar en sus novelas.
"Fleming siempre intentaba dejar claro que él no era James Bond, pero a menudo cuando le preguntaban, contestaba con picardía 'No podría decirlo'", asegura James Taylor, comisario de una muestra que hasta el 1 de marzo de 2009 se exhibe en Londres con motivo del centenario del nacimiento del escritor británico.
Ian Fleming, periodista ocasional en Reuters y agente de Bolsa, fue miembro de la Inteligencia Británica durante la Segunda Guerra Mundial, llegando a trabajar para la americana Oficina de Servicios Estratégicos, un precedente de la CIA.
A diferencia de su creación, Fleming no fue nunca un hombre de acción. Prefería utilizar su ingenio para trazar planes que permitieran al bando aliado hacerse con el código secreto de la Marina de Guerra nazi o falsificar marcos para crearle al Reich una crisis económica.
"Las tramas de Bond -admitió una vez Fleming- las saqué de mis recuerdos de la guerra, que pulí, les añadí un héroe, un villano y una heroína".
Con licencia para volar
Es imposible disociar el nombre de James Bond de trajes caros y rostros apolíneos, pero lo cierto es que Fleming se buscó el nombre más tonto y soso que pudo encontrar para su personaje. En su opinión, este nombre tan neutro presentaba un contraste explícito con el tipo de aventuras exóticas que quería contar en sus novelas.
James Bond era el nombre de un ornitólogo de Filadelfia que publicó el libro The birds of the west indies, al que era aficionado Fleming. Probablemente en el tratado encontrase asimismo la inspiración para bautizar una de sus novelas, Goldeneye (un tipo de pato de plumaje blanco y negro). El escritor bautizó así a su residencia en Jamaica.
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