El pase de la película “La noche de los girasoles” arrancó aplausos en la sala, donde se podía contar la tensión momentos antes del desenlace final. Jorge Sánchez-Cabezudo, inmerso en pleno proceso de escritura del guión de su próximo largometraje, presentó su “opera prima” en el Congreso como un contraste entre tanto discurso urbano: la acción –protagonizada por Carmelo Gómez y Mariano Alameda– se desarrolla en pleno campo, un entorno rural que se sale de los clichés del cine negro clásico, un enfoque atípico que representa un intento por retratar con credibilidad el crimen que tenemos más al alcance de la mano, o como dijo el director, un cine negro sobre “nuestros chungos”.
Sánchez-Cabezudo tuvo dificultades para sacar adelante su película: largos procesos de negociación antes y después del rodaje retrasaron su estreno mucho más de lo deseado. Sin embargo, su oficio como guionista le permitió tener las ideas muy claras desde el principio. Sabía que un hombre con una pistola por las calles de Madrid es menos creíble que un hombre con una escopeta de caza en cualquier pueblo. Quería que el entorno fuese rural y abierto, pero de una atmósfera asfixiante que nos podría recordar a “La caza”, de Carlos Saura, o a las producciones de Peckinpah o al John Boorman de “Deliverance”, y en todo caso, un aire setentero. La estructura, sin embargo, se planteaba como en una película urbana, una especie de vidas cruzadas que se acumulan que le ofrecía muchas posibilidades narrativas. Una película durante mucho tiempo madurada en su cabeza: “el director novel tiende a quererlo poner todo, para demostrar su mundo y poder hacer una segunda”, afirmó. Algo que, muchas veces, se convierte en un lastre para la narración y que él supo superar.
El autor explicó con todo detalle la génesis de la película, plagada de acontecimientos inesperados, revisión de clásicos, búsqueda de ideas alrededor de una cueva –los protagonistas son espeleólogos–, y se definió como perteneciente a una generación “más de videoclub de de filmoteca”. Su ejemplo se inscribe dentro de esa línea en la que los jóvenes directores españoles dicen “sí” al cine de género sin ningún complejo, a pesar de la falta de tradición en la industria. “Por otra parte, ayuda que un productor se haga una idea de qué quieres si tienes un patrón genérico para ofrecer”, explicó. “La noche de los girasoles” es un ejemplo de cómo puede retratarse “a nuestros chungos” sin buscar clichés importados o modelos fuera de tiempo, y a la vez ser creativo e introducirse paso a paso en la industria.
Sánchez-Cabezudo tuvo dificultades para sacar adelante su película: largos procesos de negociación antes y después del rodaje retrasaron su estreno mucho más de lo deseado. Sin embargo, su oficio como guionista le permitió tener las ideas muy claras desde el principio. Sabía que un hombre con una pistola por las calles de Madrid es menos creíble que un hombre con una escopeta de caza en cualquier pueblo. Quería que el entorno fuese rural y abierto, pero de una atmósfera asfixiante que nos podría recordar a “La caza”, de Carlos Saura, o a las producciones de Peckinpah o al John Boorman de “Deliverance”, y en todo caso, un aire setentero. La estructura, sin embargo, se planteaba como en una película urbana, una especie de vidas cruzadas que se acumulan que le ofrecía muchas posibilidades narrativas. Una película durante mucho tiempo madurada en su cabeza: “el director novel tiende a quererlo poner todo, para demostrar su mundo y poder hacer una segunda”, afirmó. Algo que, muchas veces, se convierte en un lastre para la narración y que él supo superar.
El autor explicó con todo detalle la génesis de la película, plagada de acontecimientos inesperados, revisión de clásicos, búsqueda de ideas alrededor de una cueva –los protagonistas son espeleólogos–, y se definió como perteneciente a una generación “más de videoclub de de filmoteca”. Su ejemplo se inscribe dentro de esa línea en la que los jóvenes directores españoles dicen “sí” al cine de género sin ningún complejo, a pesar de la falta de tradición en la industria. “Por otra parte, ayuda que un productor se haga una idea de qué quieres si tienes un patrón genérico para ofrecer”, explicó. “La noche de los girasoles” es un ejemplo de cómo puede retratarse “a nuestros chungos” sin buscar clichés importados o modelos fuera de tiempo, y a la vez ser creativo e introducirse paso a paso en la industria.
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