“Del barrio chino a la ciudad global: el largo viaje de Pepe Carvalho” es el título de la ponencia con la que el profesor de la Michigan State University, José F. Colmeiro, ha profundizado en la construcción simbólica de los barrios chinos como lugares de marginación y vicio, sirviéndose del paisaje vital del detective creado por Manuel Vázquez Montalbán y su relación de progresivo alejamiento del barrio chino de Barcelona. Colmeiro ha trazado un recorrido que imbrica de una manera clara lo literario con la conversión de la capital catalana en un espacio que asume las contradicciones de un mercado global del turismo.
Durante los treinta años en los que se prolonga la saga de Carvalho -comenzando con “Tatuaje” (1974), ya que “Yo maté a Kennedy”, donde aparece por primera vez el personaje, no sigue los parámetros de la serie-, el detective va alejándose progresivamente de su ciudad: “El investigador tiene que saber leer la ciudad, buscar entre sus habitantes y sus lugares, la trama que proponen crímenes que esconden deseos y carencias. Pero su transformación la vuelve opaca. A partir de los años 90, Carvalho pierde su norte, se enfrenta a su fracaso y huye de la ciudad”, afirmó Colmeiro, autor de “Crónica del desencanto”, uno de los estudios de referencia sobre Vázquez Montalbán.
Colmeiro ha comenzado buscando la raíces de las construcciones discursivas que hacen del Chino -de todos los barrios chinos- un lugar para el vicio, una zona marginada. En ese Distrito 5 o Raval de Barcelona nunca hubo chinos, pero la literatura periodística le atribuyó este nombre por comparación con el de San Francisco: una zona de tolerancia, un lugar plagado de tugurios, luminosos, cabarets y prostitución, que ejercía una atracción alertanto a la vez de sus peligros. Colmeiro utiliza la teoría del “orientalismo” de Edward Saïd para ver cómo en el fondo esa imagen responde a una “construcción ideológica de subordinación”, una manera de colonizar lo otro. Y esa imagen oculta otras realidades del barrio: la vida de la clase proletaria, de los perdedores de una guerra, del activismo político. En “Tatuaje”, Vázquez Montalbán toma el Chino como ejemplo de la represión franquista, actuando como un voyeur urbano, y dando significados nuevos a la canción coplera de la que toma el título: “las mujeres de las clases populares la hicieron suya como una canción de resistencia frente al papel de la mujer sumisa que promulgaba la cultura franquista”, afirma el investigador.
Pero Vázquez Montalbán no aparece como un mero observador, sino que actúa entre el compromiso y la esperanza, como cronista y también como reformista. Y Carvalho tampoco está exento de dualidades: trabaja en el barrio, pero vuelve por la noche a la colina -Vallvidrera- donde está su hogar y donde puede “ver la ciudad como si fuera una extraña”.
El último libro de la serie, “Milenio” (2004) publicado después de la muerte del autor, supone la confirmación de su desapego. La ciudad sufre un proceso de “higienización” para su presentación en la sociedad mundial de los intercambios turísticos con la gala de los Juegos Olímpicos de 1992. Se producen desplazamientos forzosos hacia la periferia de sus antiguos habitantes, se derriban edificios y se construyen museos, y a la vez es repoblado por el nuevo fenómeno de la inmigración. Para Carvalho la ciudad se convierte en un parque temático, un simulacro, y la serie gira hacia un aspecto caricaturesco, casi esperpéntico. Montalbán hace gala de una “nostalgia intelectualizada” y hace que su personaje acabe lejos de ella.
Colmeiro concluyó su conferencia con la realidad de hoy: “Ahora sí es un barrio orientalizado. Ahora sí hay chinos de verdad. Las ciudades dejarán de tener un barrio chino para convertirse en barrios de china”.
Durante los treinta años en los que se prolonga la saga de Carvalho -comenzando con “Tatuaje” (1974), ya que “Yo maté a Kennedy”, donde aparece por primera vez el personaje, no sigue los parámetros de la serie-, el detective va alejándose progresivamente de su ciudad: “El investigador tiene que saber leer la ciudad, buscar entre sus habitantes y sus lugares, la trama que proponen crímenes que esconden deseos y carencias. Pero su transformación la vuelve opaca. A partir de los años 90, Carvalho pierde su norte, se enfrenta a su fracaso y huye de la ciudad”, afirmó Colmeiro, autor de “Crónica del desencanto”, uno de los estudios de referencia sobre Vázquez Montalbán.
Colmeiro ha comenzado buscando la raíces de las construcciones discursivas que hacen del Chino -de todos los barrios chinos- un lugar para el vicio, una zona marginada. En ese Distrito 5 o Raval de Barcelona nunca hubo chinos, pero la literatura periodística le atribuyó este nombre por comparación con el de San Francisco: una zona de tolerancia, un lugar plagado de tugurios, luminosos, cabarets y prostitución, que ejercía una atracción alertanto a la vez de sus peligros. Colmeiro utiliza la teoría del “orientalismo” de Edward Saïd para ver cómo en el fondo esa imagen responde a una “construcción ideológica de subordinación”, una manera de colonizar lo otro. Y esa imagen oculta otras realidades del barrio: la vida de la clase proletaria, de los perdedores de una guerra, del activismo político. En “Tatuaje”, Vázquez Montalbán toma el Chino como ejemplo de la represión franquista, actuando como un voyeur urbano, y dando significados nuevos a la canción coplera de la que toma el título: “las mujeres de las clases populares la hicieron suya como una canción de resistencia frente al papel de la mujer sumisa que promulgaba la cultura franquista”, afirma el investigador.
Pero Vázquez Montalbán no aparece como un mero observador, sino que actúa entre el compromiso y la esperanza, como cronista y también como reformista. Y Carvalho tampoco está exento de dualidades: trabaja en el barrio, pero vuelve por la noche a la colina -Vallvidrera- donde está su hogar y donde puede “ver la ciudad como si fuera una extraña”.
El último libro de la serie, “Milenio” (2004) publicado después de la muerte del autor, supone la confirmación de su desapego. La ciudad sufre un proceso de “higienización” para su presentación en la sociedad mundial de los intercambios turísticos con la gala de los Juegos Olímpicos de 1992. Se producen desplazamientos forzosos hacia la periferia de sus antiguos habitantes, se derriban edificios y se construyen museos, y a la vez es repoblado por el nuevo fenómeno de la inmigración. Para Carvalho la ciudad se convierte en un parque temático, un simulacro, y la serie gira hacia un aspecto caricaturesco, casi esperpéntico. Montalbán hace gala de una “nostalgia intelectualizada” y hace que su personaje acabe lejos de ella.
Colmeiro concluyó su conferencia con la realidad de hoy: “Ahora sí es un barrio orientalizado. Ahora sí hay chinos de verdad. Las ciudades dejarán de tener un barrio chino para convertirse en barrios de china”.
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