José Antonio Cordón, profesor de la Universidad de Salamanca y codirector del master de edición de Santillana, ha urgado en las tripas de la industria editorial para mostrar, números en mano, cuál es la aceptación del género negro tanto en hábitos de lectura, compra y repercusión crítica. Cordón ha aportado un punto de vista que habitualmente se deja de lado cuando la atención se centra en el análisis de los contenidos literarios: ¿qué factores determinan el éxito o el fracaso de un libro? ¿Qué estrategias utilizan las editoriales para otorgar visibilidad a sus productos?
Las conclusiones de José Antonio Cordón, obtenidas de investigaciones con encuestas y estadísticas ofrecidas por organismos como el Gremio de Editores, permiten hacer una lectura optimista del estado de salud de la novela negra: es un sector saneado económicamente, que gana en penetración en los ámbitos académicos, cuenta con unas tiradas medias aceptables y el propio contenido genérico es uno de los principales factores a la hora de leer o comprar un libro. Además, es uno de los grupos literarios en los que el número de ejemplares vendidos es más similar al de los impresos: unos tres millones anuales.
Dentro de ese moderado optimismo para el género, hay datos que no permiten ponerse a tirar cohetes. En primer lugar, porque la lectura continúa en números bajos en nuestro país. Se editan 70.000 títulos al año, pero a los diez años sólo un 10% de esas obras continúan en catálogo. A los veinte años, la cifra baja al 1%. Cordón ha observado que los números reflejados en las estadísticas sobre lectura a menudo aparecen deformados al alza, pero el último informe de Eurostat indica que leemos entre cero y quince minutos diarios.
Otro de los problemas estadísticos a los que se enfrenta el género negro a la hora de ser estudiado es su falta de definición. Conceptos como intriga o policiaco se pisan terrenos y a menudo su estudio científico ofrece algunas paradojas. En general, parece más valorada, para los compradores, la novela de intriga que la policiaca.
Cordón ofreció datos contundentes sobre la concentración de la industria editorial. Por ejemplo, en los suplementos culturales de los periódicos nacionales, el 10% de las editoriales acaparan el 80% de las críticas literarias. Las grandes firmas apuestan cada vez más por valores seguros, por autores conocidos. Algún autor presente en la sala dijo que se había tapado los oídos para no flagelarse: Tom Clancy ha cobrado sesenta millones de dólares como anticipo por sus próximas tres novelas. Es el libro “blockbuster” que no es difícil de encontrar incluso en tiendas de electrodomésticos y ocio electrónico.
A modo de conclusión nos quedaremos con unos cuantos datos: parece que el género negro se lee mucho en bibliotecas, que los lectores eligen las obras menos basándose en los autores y en el título que por sus contenidos, que los títulos se mantienen un tiempo bastante aceptable en el catálogo -aunque todos recordamos la desaparición de gloriosos sellos- y que en general, la apreciación del género dentro de los ámbitos académicos parece cada vez mayor.
¿Qué hace triunfar o fracasar a un libro? Pues eso continúa siendo imprevisible, aunque Cordón destaca la importancia de la recomendación personal. Y pone algunos ejemplos: ¿Por qué los últimos libros de Henning Mankell -hasta la aparición de “Zapatos italianos” no han funcionado todo lo bien que se esperaba-? ¿Por qué en Siruela Fred Vargas vende magníficamente bien y otros autores del mismo sello no despegan? Si alguien conoce la fórmula, que la diga.
Las conclusiones de José Antonio Cordón, obtenidas de investigaciones con encuestas y estadísticas ofrecidas por organismos como el Gremio de Editores, permiten hacer una lectura optimista del estado de salud de la novela negra: es un sector saneado económicamente, que gana en penetración en los ámbitos académicos, cuenta con unas tiradas medias aceptables y el propio contenido genérico es uno de los principales factores a la hora de leer o comprar un libro. Además, es uno de los grupos literarios en los que el número de ejemplares vendidos es más similar al de los impresos: unos tres millones anuales.
Dentro de ese moderado optimismo para el género, hay datos que no permiten ponerse a tirar cohetes. En primer lugar, porque la lectura continúa en números bajos en nuestro país. Se editan 70.000 títulos al año, pero a los diez años sólo un 10% de esas obras continúan en catálogo. A los veinte años, la cifra baja al 1%. Cordón ha observado que los números reflejados en las estadísticas sobre lectura a menudo aparecen deformados al alza, pero el último informe de Eurostat indica que leemos entre cero y quince minutos diarios.
Otro de los problemas estadísticos a los que se enfrenta el género negro a la hora de ser estudiado es su falta de definición. Conceptos como intriga o policiaco se pisan terrenos y a menudo su estudio científico ofrece algunas paradojas. En general, parece más valorada, para los compradores, la novela de intriga que la policiaca.
Cordón ofreció datos contundentes sobre la concentración de la industria editorial. Por ejemplo, en los suplementos culturales de los periódicos nacionales, el 10% de las editoriales acaparan el 80% de las críticas literarias. Las grandes firmas apuestan cada vez más por valores seguros, por autores conocidos. Algún autor presente en la sala dijo que se había tapado los oídos para no flagelarse: Tom Clancy ha cobrado sesenta millones de dólares como anticipo por sus próximas tres novelas. Es el libro “blockbuster” que no es difícil de encontrar incluso en tiendas de electrodomésticos y ocio electrónico.
A modo de conclusión nos quedaremos con unos cuantos datos: parece que el género negro se lee mucho en bibliotecas, que los lectores eligen las obras menos basándose en los autores y en el título que por sus contenidos, que los títulos se mantienen un tiempo bastante aceptable en el catálogo -aunque todos recordamos la desaparición de gloriosos sellos- y que en general, la apreciación del género dentro de los ámbitos académicos parece cada vez mayor.
¿Qué hace triunfar o fracasar a un libro? Pues eso continúa siendo imprevisible, aunque Cordón destaca la importancia de la recomendación personal. Y pone algunos ejemplos: ¿Por qué los últimos libros de Henning Mankell -hasta la aparición de “Zapatos italianos” no han funcionado todo lo bien que se esperaba-? ¿Por qué en Siruela Fred Vargas vende magníficamente bien y otros autores del mismo sello no despegan? Si alguien conoce la fórmula, que la diga.
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