Mañana sábado en Negra y Criminal
William C. Gordon
y
adjuntamos una entrevista:
William C. Gordon: «Me metía en una biblioteca para que no me pegaran, por eso amo los libros»
El autor de EE UU, marido de Isabel Allende, acaba de publicar 'El rey de los bajos fondos'
21.02.08 - IÑAKI ESTEBAN
Si alguien quiere conocer la vida del estadounidense William C. Gordon que lea 'La suma de los días', el último libro de su esposa, Isabel Allende. Gordon lo llama el «chisme» porque lo cuenta todo acerca de él y de sus hijos. Pero además de protagonista de obras ajenas, Gordon es también escritor, y ayer estuvo en Bilbao para presentar su segunda obra, 'El asesino de los bajos fondos' (El Andén).
-Asesinan en San Francisco a un empresario armenio y la Policía apunta enseguida a mexicanos ilegales. ¿Prejuicios?
-Y también indicios, unas huellas en botellas de Coca-Cola con unos líquidos tóxicos. A los mexicanos les han echado de una fábrica química y dicen que su trabajo allá les ha dejado estériles.
-El fiscal tiene una prueba muy valiosa.
-Sí, pero sólo quiere la fama y esa prueba no le conviene.
-Usted ha sido abogado durante décadas. ¿Es así el mundo legal?
-Exactamente así.
-¿Y se han convertido en escritor para denunciarlo?
-Bueno, también me gusta la literatura. Yo crecí en un barrio pobre de Los Ángeles y fui a una escuela llena de mexicanos. Siempre querían pegarme, así que al salir corría hasta llegar a casa. Descubrí que a mitad del camino había una biblioteca y empecé a refugiarme allí. Tenía seis años y me enamoré de los libros por necesidad. Solía esperar unas dos horas hasta que se iban. Así evitaba las palizas.
-Luego ha defendido como abogado a muchos trabajadores mexicanos.
-Sí, me hice abogado para defenderme y muy pronto empecé a defenderles a ellos, sólo en casos civiles, no penales: no quería que nadie entrara en la cárcel por mi culpa.
-En su novela uno de los personajes dice: si les sentencian por homicidio, les caerá la pena de muerte. ¿Qué opina de ella?
-En California hay 700 personas condenadas a muerte, todas ellas procedentes de la marginación. Cuando en 1986 se regularizó la situación de muchos inmigrantes ilegales, se promulgó una ley que penaba a los empleadores de mano de obra ilegal. Hoy tenemos en Estados Unidos a 12 millones de personas en esa situación, y no ha habido ni una condena a un empresario. Siempre pagan los mismos.
Fuente: Ideal
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