11 febrero 2008

La Primera Dama




Ramón de España.




La expresión damas del crimen sirve para englobar a esas escritoras de novela negra que han hecho del asesinato y sus motivos una carrera literaria fecunda e interesante, escritoras como Patricia Highsmith, Ruth Rendell o esa P. D. James a la que se ha homenajeado en Barcelona en el marco de las anuales jornadas dedicadas a la novela policiaca. No se ponen de acuerdo los historiadores acerca de quien merece ser considerada la Primera Dama del crimen: hay quien apunta a Agatha Christie, hay quien reivindica a Elizabeth Sanxay-Holding (reeditada por Lumen) y hay quien, como el que firma estas líneas, le otorga el título a la olvidada Margaret Millar, cuyos libros, hoy por hoy, resultan tan difíciles de encontrar en España como en Estados Unidos (el último con el que me hice, Ask for me tomorrow, lo encontré, por seis dólares, en la librería Strand de Nueva York).


Aunque Bruguera publicó gran parte de su obra en los años 80, sólo unos pocos títulos han sido reeditados desde entonces y estaría bien que alguna editorial rescatara todos sus libros. Claro precedente de las citadas Highsmith y Rendell, Margaret Millar (1915-1994), fabricó un montón de apasionantes artefactos detectivescos que, más allá de descubrir la identidad del asesino, se centraban en los aspectos más sórdidos de la psique humana (ejemplar, en este sentido, Beast in view, de 1955) para elaborar un completo mapa de la actividad criminal. Opacada por la fama de su marido, Ross McDonald --quien, francamente, nunca dejó de ser un Raymond Chandler menor--, Margaret Millar gozó en vida de un gran prestigio y de un culto no tan grande en número de lectores.


Cíclicamente, en círculos de internet, alguien se pregunta cómo es posible que una autora tan interesante e influyente haya sido relegada al olvido con tanta rapidez, y la verdad es que uno no encuentra la respuesta más allá del flujo de las modas y la ineptitud de los editores. De momento, tal como está el patio, los seguidores de la estupenda señora Millar se ven obligados a visitar librerías de viejo, oscuras webs y asociaciones de iniciados para irse haciendo, poco a poco y si hay suerte, con la obra completa de su ídolo.








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