Era un día frío para ser verano. Los niños de los Ángeles llevaban jugando en el descampado de la vieja fábrica desde las nueve de la mañana. Gritaban y se movían azarosamente detrás de una pelota de papel. Berdrés se acercó junto al pozo prohibido, se asomó y gritó su nombre para que la magia devolviera el eco, pero no escuchó su nombre, si no un grito agónico que pedía ayuda. Naturalmente se asustó y volvió con sus compañeros. Desde ese momento el niño no se comportó cómo era en él habitual. Bajo su ritmo de atención, se alejó de sus compañeros e incluso dejó de hablar.
Al cabo de dos meses, vinieron a buscarlo. Se lo llevaron y nunca más se supo del niño. Hasta ayer.
Berdrés se encargó de matar a machetazos a 20 de sus compañeros. Un pequeño asesino de 13 años.
Al cabo de dos meses, vinieron a buscarlo. Se lo llevaron y nunca más se supo del niño. Hasta ayer.
Berdrés se encargó de matar a machetazos a 20 de sus compañeros. Un pequeño asesino de 13 años.
Julio 1983
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