Laura Fernández Barcelona
Nunca estrelló un coche contra el escaparte de una joyería. Dani El Rojo no era el Lute. Tenía más clase. Lo suyo era lucir cadena Cartier al cuello y Rolex en la muñeca. Hubo una época en la que ganaba dos millones de pesetas diarios. Y se creía Supermán. Un Supermán del atraco que empezó leyendo 'Yonqui', de William Burroughs, y acabó de cuidador de famosos.
Entre aquella primera lectura y su trabajo actual (el único legal que ha tenido), hay un infierno. "No me criaron para ser un delincuente, pero lo fui. Y cualquiera puede serlo". Así de contundente se muestra Dani, el protagonista de 'Confesiones de un gánster de Barcelona' (Ediciones B), una novela "basada en hechos reales" escrita por Lluc Oliveras, el tipo que estaba al otro lado de la grabadora mientras Dani (en la novela, Miguel Ángel Soto Martín) hablaba.
Dice Dani que dicen los psicólogos que "cuando uno ha estado enganchado a todo, como yo, y lo deja, a los cinco años de haberse puesto por último vez, tiene que empezar un diario, para poner en orden su vida y construir un muro para no volver al pasado". Y algo así representa esta suerte de libro de memorias que además de reunir fechorías (desde los primeros asaltos a pastelerías y farmacias hasta los planeados y casi perfectos atracos a bancos que le costaron la libertad), sirve como retrato de la Barcelona canalla de los 70 y los 80, aquella para la que la muerte de Franco "fue un bombazo" y en la que los niños ricos debían temerle tanto al lobo como los pobres.
Porque Dani fue un niño rico. "Nunca me faltó de nada, y a mí me gustaba lo de vivir como un señorito. Mis padres fueron unos currantes. Y quisieron que a nosotros no nos faltara de nada. Y yo me lo tomé al pie de la letra", dice Dani, que a los 11 años descubrió que el mundo se dividía en dos: "los que tenían guita y los que no".
Y lo descubrió en el Colegio de los Maristas, entre rezo y rezo, cuando los niños marginaban "a quien no lo llevaba todo de marca". "Yo antes de eso no me había preguntado si las zapatillas que me compraba mi madre eran caras o baratas. Ahí empezó todo", confiesa. Y todo empezó con pequeños asaltos ("para costearme la droga, empezaba a estar enganchado", recuerda) y algunos pisos desvalijados (hasta 200 en un solo verano). Pero luego fue a más. "Con 19 años, cuando entré por primera vez en la cárcel, cobraba dos millones de pesetas al día y había montado un holding mafioso que incluía discotecas, cafeterías y de todo", dice.
Entró y salió de la cárcel tres veces. En total, ha pasado 14 años entre rejas. "No dejé de chutarme en ningún momento. Nos metíamos incluso colonia", recuerda. Dice que lo ha pasado bien en la Modelo. "Cuando eres ladrón, asumes que algún día tendrás que pagar por lo que has hecho, así que cuando te pillaban, tenías claro que merecías esa condena y no te molestaba. Simplemente ibas a pasar unos años con otros colegas, encerrado, pero igual eran años de tu vida. En la cárcel no te congelan, vives", cuenta.
Dice que buena parte de la culpa de su pasión por los malos la tiene la música "y la cultura underground en general", que entró en España "con la muerte de Franco". "Toda esa gente, Patti Smith, Bowie, Reed, todos tomaban heroína, ¡y eran nuestros ídolos! Era lo más normal del mundo. Y eras cool si lo hacías y gili si no lo hacías. No digo que ellos tuvieran la culpa, sólo que me dejé llevar", confiesa.
"Hasta los 35 años no aprendí valores como la familia y el respeto. Estaban ahí porque mis padres me los habían inculcado, pero yo los había hecho a un lado y me había montado mi película. Me gustaba pensar que estaba dentro de una película. Iba armado siempre. Siempre estaba dispuesto a montar un atraco, en cualquier banco que viera", cuenta. Aunque los atracos fueron perfeccionándose con el tiempo. "Era fácil robar un banco, no necesitas más que un minuto y medio. Lo difícil es vaciar la caja. Para eso tenías que llegar con los trabajadores del banco, por la mañana. Y eso es lo que yo hacía, y conseguía en una mañana lo que otros conseguían en un mes", dice.
Pero toda esa época es historia. Hace más de 20 años que Dani está limpio. "El único vicio que he mantenido es el tabaco", dice, alzando la mano y mostrando el cigarrillo encendido. "Ahora me dedico a cuidar de los famosos", añade. Famosos rockeros. Porque Dani fue amigo de chaval de Loquillo y fue Loquillo quien le ofreció un empleo cuando salió de la cárcel por tercera (y última) vez.
"Empecé dedicándome al merchandising, camisetas y todo eso, pero luego los artistas empezaron a contratarme para que les hiciera de asistente. Les gusta ir con alguien que conoce todos los ambientes y que no toma nada, para que controle la situación", asegura. En su nómina de jefes actual figuran Bunbury, Andrés Calamaro (que firma el prólogo del libro), Rosario Flores y Antonio Carmona. "Sé que mi vida ha sido especial, y doy gracias cada día por seguir vivo. El 98% de las personas que conocí en aquella época ya no lo están".
http://www.elmundo.es/elmundo/2010/10/20/novelanegra/1287592712.html
Nunca estrelló un coche contra el escaparte de una joyería. Dani El Rojo no era el Lute. Tenía más clase. Lo suyo era lucir cadena Cartier al cuello y Rolex en la muñeca. Hubo una época en la que ganaba dos millones de pesetas diarios. Y se creía Supermán. Un Supermán del atraco que empezó leyendo 'Yonqui', de William Burroughs, y acabó de cuidador de famosos.
Entre aquella primera lectura y su trabajo actual (el único legal que ha tenido), hay un infierno. "No me criaron para ser un delincuente, pero lo fui. Y cualquiera puede serlo". Así de contundente se muestra Dani, el protagonista de 'Confesiones de un gánster de Barcelona' (Ediciones B), una novela "basada en hechos reales" escrita por Lluc Oliveras, el tipo que estaba al otro lado de la grabadora mientras Dani (en la novela, Miguel Ángel Soto Martín) hablaba.
Dice Dani que dicen los psicólogos que "cuando uno ha estado enganchado a todo, como yo, y lo deja, a los cinco años de haberse puesto por último vez, tiene que empezar un diario, para poner en orden su vida y construir un muro para no volver al pasado". Y algo así representa esta suerte de libro de memorias que además de reunir fechorías (desde los primeros asaltos a pastelerías y farmacias hasta los planeados y casi perfectos atracos a bancos que le costaron la libertad), sirve como retrato de la Barcelona canalla de los 70 y los 80, aquella para la que la muerte de Franco "fue un bombazo" y en la que los niños ricos debían temerle tanto al lobo como los pobres.
Porque Dani fue un niño rico. "Nunca me faltó de nada, y a mí me gustaba lo de vivir como un señorito. Mis padres fueron unos currantes. Y quisieron que a nosotros no nos faltara de nada. Y yo me lo tomé al pie de la letra", dice Dani, que a los 11 años descubrió que el mundo se dividía en dos: "los que tenían guita y los que no".
Y lo descubrió en el Colegio de los Maristas, entre rezo y rezo, cuando los niños marginaban "a quien no lo llevaba todo de marca". "Yo antes de eso no me había preguntado si las zapatillas que me compraba mi madre eran caras o baratas. Ahí empezó todo", confiesa. Y todo empezó con pequeños asaltos ("para costearme la droga, empezaba a estar enganchado", recuerda) y algunos pisos desvalijados (hasta 200 en un solo verano). Pero luego fue a más. "Con 19 años, cuando entré por primera vez en la cárcel, cobraba dos millones de pesetas al día y había montado un holding mafioso que incluía discotecas, cafeterías y de todo", dice.
Entró y salió de la cárcel tres veces. En total, ha pasado 14 años entre rejas. "No dejé de chutarme en ningún momento. Nos metíamos incluso colonia", recuerda. Dice que lo ha pasado bien en la Modelo. "Cuando eres ladrón, asumes que algún día tendrás que pagar por lo que has hecho, así que cuando te pillaban, tenías claro que merecías esa condena y no te molestaba. Simplemente ibas a pasar unos años con otros colegas, encerrado, pero igual eran años de tu vida. En la cárcel no te congelan, vives", cuenta.
Dice que buena parte de la culpa de su pasión por los malos la tiene la música "y la cultura underground en general", que entró en España "con la muerte de Franco". "Toda esa gente, Patti Smith, Bowie, Reed, todos tomaban heroína, ¡y eran nuestros ídolos! Era lo más normal del mundo. Y eras cool si lo hacías y gili si no lo hacías. No digo que ellos tuvieran la culpa, sólo que me dejé llevar", confiesa.
"Hasta los 35 años no aprendí valores como la familia y el respeto. Estaban ahí porque mis padres me los habían inculcado, pero yo los había hecho a un lado y me había montado mi película. Me gustaba pensar que estaba dentro de una película. Iba armado siempre. Siempre estaba dispuesto a montar un atraco, en cualquier banco que viera", cuenta. Aunque los atracos fueron perfeccionándose con el tiempo. "Era fácil robar un banco, no necesitas más que un minuto y medio. Lo difícil es vaciar la caja. Para eso tenías que llegar con los trabajadores del banco, por la mañana. Y eso es lo que yo hacía, y conseguía en una mañana lo que otros conseguían en un mes", dice.
Pero toda esa época es historia. Hace más de 20 años que Dani está limpio. "El único vicio que he mantenido es el tabaco", dice, alzando la mano y mostrando el cigarrillo encendido. "Ahora me dedico a cuidar de los famosos", añade. Famosos rockeros. Porque Dani fue amigo de chaval de Loquillo y fue Loquillo quien le ofreció un empleo cuando salió de la cárcel por tercera (y última) vez.
"Empecé dedicándome al merchandising, camisetas y todo eso, pero luego los artistas empezaron a contratarme para que les hiciera de asistente. Les gusta ir con alguien que conoce todos los ambientes y que no toma nada, para que controle la situación", asegura. En su nómina de jefes actual figuran Bunbury, Andrés Calamaro (que firma el prólogo del libro), Rosario Flores y Antonio Carmona. "Sé que mi vida ha sido especial, y doy gracias cada día por seguir vivo. El 98% de las personas que conocí en aquella época ya no lo están".
http://www.elmundo.es/elmundo/2010/10/20/novelanegra/1287592712.html
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