El escritor mexicano presenta nueva biografía Tony Guiteras. Un hombre guapo en la 18 Feria Internacional del Libro de La Habana
Hace apenas un año, el afamado escritor Paco Ignacio Taibo II no fue tan definitivo como para asegurarle a este redactor que con Tony Guiteras. Un hombre guapo daría por concluido su ciclo «de historiador que escribe biografías», como afirmó recientemente a la prensa mexicana, después de presentar este libro con el cual finaliza la trilogía conformada, además, por los aplaudidos Ernesto Guevara, también conocido como el Che y Pancho Villa, una biografía narrativa. Eso sí, entonces, mientras dialogábamos en una bulliciosa y pequeña habitación muy cercana a la sala Nicolás Guillén de La Cabaña, el autor de Sombra de la sombra, La vida misma, Cuatro manos y La bicicleta de Leonardo, me aseveró que los principales acontecimientos de la corta pero fructífera vida del importante revolucionario cubano estarían en La Habana durante la 18 Feria Internacional del Libro, y cumplió con su promesa.
Sin embargo, Paco Ignacio Taibo II acaba de confesar que escribir biografías lo deja «exhausto». «Me lleva entre dos y tres años, además de mucho tiempo previo de investigación. En el caso de Tony Guiteras... fue una década buscando datos e información sustanciosa que me permitiera escribir, entre 2007 y 2008, la historia de este personaje». Ahora, anunció, se dedicará a desarrollar y concluir los 35 proyectos que tiene en mente, pero estará en la Isla, «donde Antonio Guiteras es identificado por prácticamente cualquier estudiante de Secundaria, pues es parte de la historia de la nación, a diferencia de lo que sucede en México.
«Si eres niño y de izquierda, necesitas a alguien como Tony Guiteras; yo lo necesito bastante porque me alumbra el alma», reconocía a los periodistas que lo asediaban en la tierra donde decidió vivir, aunque nació en Gijón, Asturias, España.
Como ya hizo saber a los lectores de Juventud Rebelde, Paco Ignacio Taibo II no titubeó ni un instante en escribir esta biografía, incluso cuando muchos se extrañaron en el momento que informó que ese sería su próximo proyecto. «En México cuando lo decía me preguntaban: ¡¿Quién?! Antonio Guiteras, repetía, y volvían: ¡¿Quién?! Fuera de Cuba es un personaje absolutamente desconocido en América Latina, y a mí me parecía la gran figura de la revolución latinoamericana junto con el Che y Pancho Villa. Apasionante, ¿eh?, y el Guiteras que salió de ese libro les va a resultar a los cubanos una sorpresa, ¡pero una sorpresa!», prometió un año atrás durante la larga charla que sostuvimos y que aprovecho para retomar, ahora que vuelve a ser noticia.
Entonces, el segundo Taibo explicó sus razones para afirmar que la novela es para él el arte más subversivo que existe, porque «su versión pura le vuela las neuronas al lector, lo encariña, le crea estereotipos, imágenes, hace que durante dos años ande usando una camiseta como la que usaba no sé quien. La novela es un caudal de propuestas éticas», explicaba, para después confesar que se sabía «un ladrón profesional», porque para escribir tomaba de todos los lados, al tiempo que admitía que Retornamos como sombras era su obra más lograda. Por supuesto dialogamos largo y tendido sobre la novela negra, y quedaron en el tintero interesantísimas apreciaciones suyas que seguramente sus tantos seguidores agradecerán.
—Como director de la Semana Negra de Gijón usted sigue muy de cerca las novelas policiacas que se publican en el mundo hispanoparlante...
—Efectivamente, y también sigo con gran atención la literatura nórdica, los nuevos narradores africanos, los argelinos, a los franceses... Y raro es el año en que no descubra un escritor novedoso, diferente, interesante. El problema de la novela policiaca es que es muy canónica, y esa estructura de establecimiento del enigma, desarrollo y desenlace, es muy carcelaria. Influye también negativamente la inmensa presión que ejerce el best seller norteamericano, cuya estructura es una mesa de dos patas (personaje central y anécdota) y por tanto desatiende la atmósfera y los personajes «secundarios», de manera que no se puede mantener de pie. Esa tendencia es peligrosísima y destruye a cualquier escritor, a fuerza de tanto reiterarse y ser simplista.
«No obstante, repito, es extraño que no aparezca algo interesante, lo que me hace pensar que la novela policiaca sigue gozando de buena salud. En América Latina se ha convertido en un género hipercrítico. Yo no tendría duda para afirmar que en Latinoamérica, a finales del siglo XX, la novela social se depositó en la novela negra. En Cuba le costó mucho más que en otras partes. Recuerdo debates con Padura en los cuales le decía: colega, ¿los personajes de novelas policiales no mean? No había crítica social, y el crimen es el vehículo de la crítica social; el crimen es el indicador del estado de salud de una sociedad».
—¿No es el periodismo ese vehículo?
—Trabajo el periodismo a partir de materiales más inmediatos. La novela tiene la ventaja de la distancia y de tomar elementos más complicados. Te permite lo que no te posibilita el periodismo: entrar en la cabeza del asesino.
—¿Por qué usted no ha abandonado el periodismo si es un escritor de éxito?
—Porque el periodismo es una de las Bellas Artes, aunque no lo parezca. De vez en cuando hay cosas que tengo que contar en clave periodística. Todos los años hago cinco o seis reportajes, no más. No hay año en que no me encuentre algunas historias que contar, que suelen ser muy raras —lo que a mí me gusta no tiene que gustarle a los demás—. ¿Qué he hecho en los últimos tiempos? Un reportaje sobre el último Volkswagen (VW) que salió de la planta de Puebla; una puesta al día de lo que se ha escrito sobre el Che después que publiqué la biografía; un artículo sobre tres jóvenes condenados a cárcel por un crimen que no cometieron... Ese tipo de cosas de repente me salen y siempre son trabajos de investigación, me puedo pasar 15 días escribiendo un artículo de cinco cuartillas.
—¿Ha convertido a sujetos de la realidad en personajes de ficción?
—Los personajes de la realidad los divido en dos clases: los de la realidad inmediata y los de la realidad mediata. Los primeros obligan al periodismo; los segundos son material literario. Me he dado el lujo de escribir páginas y páginas sobre personajes que son más de ficción que reales. Nunca comí con ellos, nunca me invitaron a una fiesta donde me los presentaran. Para mí la Reina de Inglaterra, por ejemplo, es de ficción.
—¿Cómo influyen en su obra las malas críticas?
—En general, si no le tienes respeto a quien te lo dice no te afecta. Las pocas veces que me las han hecho, pues vienen de gente que no respeto. Un crítico literario que es un tránsfuga, que se ha fugado del Partido Comunista y ha pasado a la ultraderecha, ¿qué respeto puede merecer? ¿Que no les gusten mis libros? Pues me da mucho orgullo; si le gustaran me pusiera muy nervioso. Pero lo que sí estimula mucho es la crítica continua positiva del lector.
«Yo soy de una generación a la que la crítica formal le hizo muy poco caso. No nos querían, no les interesábamos. Mi primer libro tuvo tres críticas: todas en contra, firmadas por personajes que escribían una crítica diaria, se suponía que se leían un libro por día, los llamábamos “solapípedos”, porque los muy cabrones solo se leían las solapas. Todo el mundo sabía que eran un fraude. Pues esas críticas no te dañan.
«El segundo libro que publiqué tuvo dos críticas: una a favor y una en contra. Me dije, el tercero tendrá tres: dos a favor y una en contra, y voy ganando. Pues no, el tercero no tuvo ni una sola crítica. Me declararon inexistente. Hubo un año en México en que yo gané cuatro premios internacionales y las revistas de literarias no me mencionaron. No pasa nada, me mantienen mis lectores. Soy profesional de la escritura gracias a ellos. Llevo 15 años viviendo de la literatura sin problemas. Y cuando estás en un nivel como ese... El pasado año vendí 150 000 ejemplares de Pancho Villa. En total fueron 400 000 si sumo los que se vendieron en el planeta. Cientos de gentes me han dicho: me gustó mucho. Esa crítica me alimenta. Peco de recibir poca crítica real y me vendría bien. Por suerte, tengo amigos que no tienen pelos en la lengua».
—¿Qué es para usted ser un intelectual de izquierda?
—Lo contrario de ser un intelectual de derecha. Lamentablemente eres intelectual porque vives del intelecto, pero también de las horas nalgas. Una novela tiene 12 000 horas de estas. Es decir que somos artesanos, no solo hombres de pensamiento. Pensamiento es también artesanía y oficio. Por otro lado, desde que tengo razón, desde los ocho años, soy un niño de izquierda que, para mi desgracia, ha crecido. ¿Qué significa esto? Significa que soy quien soy, que soy un intelectual y además de izquierda, o soy un hombre de izquierda y, además, escritor. No creo que el ser de izquierda ponga obligaciones a mi obra creativa. No creo en el deber ser. No me molestan los poetas intimistas, al revés, les tengo un gran aprecio. No creo que la literatura deba estar normada por obligaciones extraliterarias. Creo que muchas veces un poema de un solo verso es igual de radical, subversivo y revolucionario que 38 novelas panfletarias; creo que cuando G. Ungaretti dice «me ilumino de inmenso» —y eso es un poema—, nos regala un canto a la vida contra el canto reaccionario a la muerte.
«Pienso que la literatura tiene un espacio de autonomía que hay que proteger, renovar. Nunca he intentado que mi literatura sea de izquierda, sino que sea literatura. Tampoco he intentado que mi posición de izquierda sea literaria. No he usado mis privilegios de escritor, pero, curiosamente, cuando eres una figura pública tienes un rol diferente en la sociedad, y eso sí lo he usado y lo he usado con gran frecuencia. He usado el espacio social que tengo como escritor para poner mi firma frente a una petición para liberar a un joven detenido por razones injustas, pero lo he hecho como ciudadano, no como escritor».
—¿Tener filo en la lengua puede ser un defecto en el ámbito literario e intelectual?
—No sé si es un defecto. Ha resultado conflictivo. Tengo acumulados odios en México por todos lados de una intelectualidad muy conservadora y además muy corrupta que ha vivido en los últimos años del cuento, asociando su poder en el mundo cultural con poder político y con negociaciones. Bah, ha habido conflictos y hay muchos frecuentemente. Me han cerrado puertas por todos lados, pero qué daño te pueden hacer cuando tienes cientos de miles de lectores.
—¿Incluso puertas de la izquierda?
—Bueno, a algunos sectarios por aquí y por allá no les gusta lo que digo y entonces me dicen: usted por aquí no puede pasar, bueno, pues doy la vuelta. Usted no puede publicar por aquí; bueno, mis libros circulan de mano en mano fotocopiados, peor es para ustedes. El que censura se mata solo.
—Si no hubiera sido hijo de quien es (Paco Ignacio Taibo I), hubiese sido escritor?
—Hijo de quien soy, nieto de quien soy y sobrino nieto de quien soy. El peso de la influencia familiar para encaminarme hacia la literatura fue inmenso, pero muy positivo. Yo registro en mi memoria que al final de mi infancia cuando me preguntaban: ¿cuál es tal oficio? Yo respondía: «¿tienes dudas? Pues escritor». Bah, me decían, es bombero. Si soy escritor invento bomberos, les recalcaba. Pues karateca, me ripostaban, y yo concluía: entonces escribo novelas de karatecas. Saxofonista. Bueno eso es casi casi un buen oficio... En fin, que nunca me ha pesado negativamente mi padre. Todo lo contrario, me hizo ser mejor escritor y ser humano.
Sin embargo, Paco Ignacio Taibo II acaba de confesar que escribir biografías lo deja «exhausto». «Me lleva entre dos y tres años, además de mucho tiempo previo de investigación. En el caso de Tony Guiteras... fue una década buscando datos e información sustanciosa que me permitiera escribir, entre 2007 y 2008, la historia de este personaje». Ahora, anunció, se dedicará a desarrollar y concluir los 35 proyectos que tiene en mente, pero estará en la Isla, «donde Antonio Guiteras es identificado por prácticamente cualquier estudiante de Secundaria, pues es parte de la historia de la nación, a diferencia de lo que sucede en México.
«Si eres niño y de izquierda, necesitas a alguien como Tony Guiteras; yo lo necesito bastante porque me alumbra el alma», reconocía a los periodistas que lo asediaban en la tierra donde decidió vivir, aunque nació en Gijón, Asturias, España.
Como ya hizo saber a los lectores de Juventud Rebelde, Paco Ignacio Taibo II no titubeó ni un instante en escribir esta biografía, incluso cuando muchos se extrañaron en el momento que informó que ese sería su próximo proyecto. «En México cuando lo decía me preguntaban: ¡¿Quién?! Antonio Guiteras, repetía, y volvían: ¡¿Quién?! Fuera de Cuba es un personaje absolutamente desconocido en América Latina, y a mí me parecía la gran figura de la revolución latinoamericana junto con el Che y Pancho Villa. Apasionante, ¿eh?, y el Guiteras que salió de ese libro les va a resultar a los cubanos una sorpresa, ¡pero una sorpresa!», prometió un año atrás durante la larga charla que sostuvimos y que aprovecho para retomar, ahora que vuelve a ser noticia.
Entonces, el segundo Taibo explicó sus razones para afirmar que la novela es para él el arte más subversivo que existe, porque «su versión pura le vuela las neuronas al lector, lo encariña, le crea estereotipos, imágenes, hace que durante dos años ande usando una camiseta como la que usaba no sé quien. La novela es un caudal de propuestas éticas», explicaba, para después confesar que se sabía «un ladrón profesional», porque para escribir tomaba de todos los lados, al tiempo que admitía que Retornamos como sombras era su obra más lograda. Por supuesto dialogamos largo y tendido sobre la novela negra, y quedaron en el tintero interesantísimas apreciaciones suyas que seguramente sus tantos seguidores agradecerán.
—Como director de la Semana Negra de Gijón usted sigue muy de cerca las novelas policiacas que se publican en el mundo hispanoparlante...
—Efectivamente, y también sigo con gran atención la literatura nórdica, los nuevos narradores africanos, los argelinos, a los franceses... Y raro es el año en que no descubra un escritor novedoso, diferente, interesante. El problema de la novela policiaca es que es muy canónica, y esa estructura de establecimiento del enigma, desarrollo y desenlace, es muy carcelaria. Influye también negativamente la inmensa presión que ejerce el best seller norteamericano, cuya estructura es una mesa de dos patas (personaje central y anécdota) y por tanto desatiende la atmósfera y los personajes «secundarios», de manera que no se puede mantener de pie. Esa tendencia es peligrosísima y destruye a cualquier escritor, a fuerza de tanto reiterarse y ser simplista.
«No obstante, repito, es extraño que no aparezca algo interesante, lo que me hace pensar que la novela policiaca sigue gozando de buena salud. En América Latina se ha convertido en un género hipercrítico. Yo no tendría duda para afirmar que en Latinoamérica, a finales del siglo XX, la novela social se depositó en la novela negra. En Cuba le costó mucho más que en otras partes. Recuerdo debates con Padura en los cuales le decía: colega, ¿los personajes de novelas policiales no mean? No había crítica social, y el crimen es el vehículo de la crítica social; el crimen es el indicador del estado de salud de una sociedad».
—¿No es el periodismo ese vehículo?
—Trabajo el periodismo a partir de materiales más inmediatos. La novela tiene la ventaja de la distancia y de tomar elementos más complicados. Te permite lo que no te posibilita el periodismo: entrar en la cabeza del asesino.
—¿Por qué usted no ha abandonado el periodismo si es un escritor de éxito?
—Porque el periodismo es una de las Bellas Artes, aunque no lo parezca. De vez en cuando hay cosas que tengo que contar en clave periodística. Todos los años hago cinco o seis reportajes, no más. No hay año en que no me encuentre algunas historias que contar, que suelen ser muy raras —lo que a mí me gusta no tiene que gustarle a los demás—. ¿Qué he hecho en los últimos tiempos? Un reportaje sobre el último Volkswagen (VW) que salió de la planta de Puebla; una puesta al día de lo que se ha escrito sobre el Che después que publiqué la biografía; un artículo sobre tres jóvenes condenados a cárcel por un crimen que no cometieron... Ese tipo de cosas de repente me salen y siempre son trabajos de investigación, me puedo pasar 15 días escribiendo un artículo de cinco cuartillas.
—¿Ha convertido a sujetos de la realidad en personajes de ficción?
—Los personajes de la realidad los divido en dos clases: los de la realidad inmediata y los de la realidad mediata. Los primeros obligan al periodismo; los segundos son material literario. Me he dado el lujo de escribir páginas y páginas sobre personajes que son más de ficción que reales. Nunca comí con ellos, nunca me invitaron a una fiesta donde me los presentaran. Para mí la Reina de Inglaterra, por ejemplo, es de ficción.
—¿Cómo influyen en su obra las malas críticas?
—En general, si no le tienes respeto a quien te lo dice no te afecta. Las pocas veces que me las han hecho, pues vienen de gente que no respeto. Un crítico literario que es un tránsfuga, que se ha fugado del Partido Comunista y ha pasado a la ultraderecha, ¿qué respeto puede merecer? ¿Que no les gusten mis libros? Pues me da mucho orgullo; si le gustaran me pusiera muy nervioso. Pero lo que sí estimula mucho es la crítica continua positiva del lector.
«Yo soy de una generación a la que la crítica formal le hizo muy poco caso. No nos querían, no les interesábamos. Mi primer libro tuvo tres críticas: todas en contra, firmadas por personajes que escribían una crítica diaria, se suponía que se leían un libro por día, los llamábamos “solapípedos”, porque los muy cabrones solo se leían las solapas. Todo el mundo sabía que eran un fraude. Pues esas críticas no te dañan.
«El segundo libro que publiqué tuvo dos críticas: una a favor y una en contra. Me dije, el tercero tendrá tres: dos a favor y una en contra, y voy ganando. Pues no, el tercero no tuvo ni una sola crítica. Me declararon inexistente. Hubo un año en México en que yo gané cuatro premios internacionales y las revistas de literarias no me mencionaron. No pasa nada, me mantienen mis lectores. Soy profesional de la escritura gracias a ellos. Llevo 15 años viviendo de la literatura sin problemas. Y cuando estás en un nivel como ese... El pasado año vendí 150 000 ejemplares de Pancho Villa. En total fueron 400 000 si sumo los que se vendieron en el planeta. Cientos de gentes me han dicho: me gustó mucho. Esa crítica me alimenta. Peco de recibir poca crítica real y me vendría bien. Por suerte, tengo amigos que no tienen pelos en la lengua».
—¿Qué es para usted ser un intelectual de izquierda?
—Lo contrario de ser un intelectual de derecha. Lamentablemente eres intelectual porque vives del intelecto, pero también de las horas nalgas. Una novela tiene 12 000 horas de estas. Es decir que somos artesanos, no solo hombres de pensamiento. Pensamiento es también artesanía y oficio. Por otro lado, desde que tengo razón, desde los ocho años, soy un niño de izquierda que, para mi desgracia, ha crecido. ¿Qué significa esto? Significa que soy quien soy, que soy un intelectual y además de izquierda, o soy un hombre de izquierda y, además, escritor. No creo que el ser de izquierda ponga obligaciones a mi obra creativa. No creo en el deber ser. No me molestan los poetas intimistas, al revés, les tengo un gran aprecio. No creo que la literatura deba estar normada por obligaciones extraliterarias. Creo que muchas veces un poema de un solo verso es igual de radical, subversivo y revolucionario que 38 novelas panfletarias; creo que cuando G. Ungaretti dice «me ilumino de inmenso» —y eso es un poema—, nos regala un canto a la vida contra el canto reaccionario a la muerte.
«Pienso que la literatura tiene un espacio de autonomía que hay que proteger, renovar. Nunca he intentado que mi literatura sea de izquierda, sino que sea literatura. Tampoco he intentado que mi posición de izquierda sea literaria. No he usado mis privilegios de escritor, pero, curiosamente, cuando eres una figura pública tienes un rol diferente en la sociedad, y eso sí lo he usado y lo he usado con gran frecuencia. He usado el espacio social que tengo como escritor para poner mi firma frente a una petición para liberar a un joven detenido por razones injustas, pero lo he hecho como ciudadano, no como escritor».
—¿Tener filo en la lengua puede ser un defecto en el ámbito literario e intelectual?
—No sé si es un defecto. Ha resultado conflictivo. Tengo acumulados odios en México por todos lados de una intelectualidad muy conservadora y además muy corrupta que ha vivido en los últimos años del cuento, asociando su poder en el mundo cultural con poder político y con negociaciones. Bah, ha habido conflictos y hay muchos frecuentemente. Me han cerrado puertas por todos lados, pero qué daño te pueden hacer cuando tienes cientos de miles de lectores.
—¿Incluso puertas de la izquierda?
—Bueno, a algunos sectarios por aquí y por allá no les gusta lo que digo y entonces me dicen: usted por aquí no puede pasar, bueno, pues doy la vuelta. Usted no puede publicar por aquí; bueno, mis libros circulan de mano en mano fotocopiados, peor es para ustedes. El que censura se mata solo.
—Si no hubiera sido hijo de quien es (Paco Ignacio Taibo I), hubiese sido escritor?
—Hijo de quien soy, nieto de quien soy y sobrino nieto de quien soy. El peso de la influencia familiar para encaminarme hacia la literatura fue inmenso, pero muy positivo. Yo registro en mi memoria que al final de mi infancia cuando me preguntaban: ¿cuál es tal oficio? Yo respondía: «¿tienes dudas? Pues escritor». Bah, me decían, es bombero. Si soy escritor invento bomberos, les recalcaba. Pues karateca, me ripostaban, y yo concluía: entonces escribo novelas de karatecas. Saxofonista. Bueno eso es casi casi un buen oficio... En fin, que nunca me ha pesado negativamente mi padre. Todo lo contrario, me hizo ser mejor escritor y ser humano.