06 marzo 2008

Un prestigio en aumento de Paco Camarasa


Nuevos enfoques, protagonistas y escenarios renuevan el mercado español de la novela policial


Antes del 20-N, en la narrativa española ya habían aparecido para quedarse, dos detectives de papel: Lluis Arqué, creado en catalán por Jaume Fuster en 1972, en claro homenaje al Lew Archer de Ross MacDonald y un par de años más tarde, Manuel Vázquez Montalbán nos regalaba a los lectores a Pepe Carvalho. Estos estimables personajes eran “huelebraguetas” privados. No podía ser de otra forma si querían ser creíbles y estimados. La policía de aquellos tiempos no estaba muy bien vista, ni era muy apreciada. La llegada de la democracia a las calles supuso la llegada de novela negra a las librerías y a los bolsillos de los lectores. En 1979 el prolífico Vázquez Montalbán ganaba el Premio Planeta con Los Mares del Sur, una novela de Carvalho, y Andreu Martín, con Prótesis, obtenía el Premio Círculo del Crimen. En las mismas fechas surgían colecciones específicas como Novela Negra de Bruguera, la renovada La Cua de Palla y una revista especializada, la mítica Gimlet. En esa efervescencia social y cultural se dejaba a un lado la novela policíaca tradicional para utilizar la novela negra como un instrumento de denuncia y crítica donde los personajes (seguían sin aparecer los policías como protagonistas principales) eran el periodista Julio Gálvez de Jorge M. Reverte, el ex boxeador Toni Romano de Juan Madrid, el interno de un manicomio en las novelas de Eduardo Mendoza, o un contable en el caso de Julián Ibáñez.

En 1982 se produce el triunfo arrollador de Felipe González y este cambio, que pilla a Pepe Carvalho en Bangkok, sorprendido por los pájaros, trae la movida madrileña haciéndonos posmodernos sin haber llegado a ser modernos, la desmovilización y el desencanto. Lo realista y lo crítico no están de moda, por lo tanto la novela negra languidece y se interpreta como un subgénero de lectura fácil. Las colecciones cierran y el Planeta ganado en 1984 por González Ledesma y su inspector Méndez, es un fugaz espejismo.


Del subgénero al prestigio


Pero no hay mal que cien años dure. A finales de los 90, tras los juegos Olímpicos y la Expo, los casos Roldán y Naseiro, el boom de Internet, los banqueros que van a la cárcel, parece que siguen habiendo más preguntas que respuestas. Los veteranos, autores y personajes, han aguantado la dura travesía del desierto. A duras penas, pero han aguantado, igual que los lectores leyendo ávidamente las escasas traducciones que llegaban. En esas dos décadas el país se ha normalizado y los editores comienzan a traducir lo que se está leyendo en Europa, sorprendiéndose de la respuesta de los lectores, pero sobre todo de las lectoras que ya son las consumidoras mayoritarias de lectura, no importa de qué género. Las traducciones también llegan en editoriales de prestigio. En 1998 Seix Barral publica Muerte en La Fenice, de Donna Leon. Al año siguiente Salamandra, nos pone en las manos el primer libro del Comisario Montalbano, y en el 2001 Henning Mankell y Kurt Wallander ocupan su lugar de privilegio en Tusquets Editores. Los tres son éxitos de venta.Pero antes Alicia Giménez Bartlett había creado a Petra Delicado. La policía ya podía ser protagonista creíble de una novela en España. Pronto Petra Delicado saltaría hasta la televisión y sería traducida, dándose la paradoja de que en la actualidad vende más ejemplares en Italia o Alemania que en España. También la nueva guardia civil, el Sargento Bevilacqua y la Cabo Chamorro, tienen su protagonismo en la saga creada por Lorenzo Silva.

El nuevo siglo ha traído una masiva presencia de traducciones en nuestras librerías y también una nueva hornada de autores que comienzan a publicar o que van consolidando una obra, con nuevos enfoques y nuevos protagonistas, en un género tradicional que se renueva constantemente.Ya no son sólo Barcelona y Madrid los escenarios habituales.En novela negra cada ciudad, cada espacio, sí tiene quién le escriba. Bilbao está vivo en las novelas de Javier Abasolo. Valencia la entendemos mejor después de leer a Ferrán Torrent. Zaragoza transita por las novelas de Ricardo Bosque. Las Palmas está lejos pero José Luis Correa o Antonio Lozano nos la acercan. Incluso se aleja del ámbito urbano para acercarse a las montañas de Asturias, en las novelas de Alejandro Gallo o Nacho Guirado, o a Los Monegros en el debut literario de David López.


Los nuevos personajes


En la actualidad el detective de gabardina ajada y mirada melancólica, y el policía de maneras bruscas mal comido y mal divorciado, han dejado de ser los perfiles protagonistas habituales. J.M Guelbenzu se acerca a un género que le apasiona como lector y crea a la jueza Mariana de Marco. Juan Bolea nos ofrece una subinspectora inquietante y equívoca ella misma. Y la abogacía es la profesión de los personajes de Joaquín Leguina y Jose Luis Serrano, Baquedano y Amparo Larios, respectivamente. Miquel Camiller, es un filólogo metido a investigador en la imaginación de Pau Vidal.

Durante bastantes años Alicia Giménez Bartlett era la única. No se podía utilizar el plural para hablar de damas del crimen, no había que discutir sobre quién es mejor, si P.D.James o Ruth Rendell, si la Paretsky o Sue Grafton. En los tres últimos años esa soledad se ha roto. Reyes Calderón, Rosa Ribas, Cristina Fallarás, y Teresa Solana han publicado y Mercedes Castro debutaba, hace un mes, con la excelente Y Punto. Tampoco podemos olvidar uno de los pocos eventos que aguanta más de veinte años en nuestro país: La Semana Negra de Gijón. Un punto de referencia al que le acompañan la BCNegra, El Mayo Negro de Alicante, Novela y Cine Negro de Salamanca, el próximo encuentro de la Universidad de León.


El panorama es alentador. Poco a poco irán cayendo los prejuicios contra la literatura de “policias y ladrones”. ¿Y los críticos literarios? Estamos de acuerdo con Borges cuando decía:”Cabe sospechar que ciertos críticos niegan al género policial la jerarquía que le corresponde solamente por que le falta el prestigio del tedio. Esto se debe, quizá, a un inconfesado juicio puritano: considerar que una acto puramente agradable no puede ser meritorio”.



Foto: Circulo Holmes

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