Michael Connelly conoció de reportero los bajos fondos antes de dibujar en 12 novelas al detective Harry Bosch
Una película cambió la vida de Michael Connelly (Filadelfia, 1956). Estudiaba en la universidad y tuvo una revelación después de ver 'Un largo adiós', la crepuscular adaptación que Robert Altman hizo del universo de Raymond Chandler: sería escritor de novelas policíacas. Pero antes conocería de primera mano los bajos fondos y a sus moradores. Trabajó catorce años como reportero de sucesos. «Ahora suena como si hubiese trazado un plan maestro», explica. «Pero antes de ser periodista ya quería escribir libros. No podía desaprovechar la oportunidad. Porque, créame, en Florida y Los Ángeles suceden cosas muy extrañas».
Connelly vivió en los 80 en Fort Lauderdale la ola de violencia conocida como las 'guerras de la cocaína'. Pasó meses entrevistando a los supervivientes de un accidente aéreo para un reportaje finalista del Pulitzer. Fichado por el diario 'Los Angeles Times', pudo al fin patear las malas calles de su adorado Chandler. «Al final de mi carrera de periodista ya nada podía sorprenderme del comportamiento humano. Había adquirido la mentalidad de un policía».
Su salto a la narrativa de ficción brindó uno de los personajes más memorables de la moderna literatura criminal. Harry Bosch es un detective de homicidios de la Policía de Los Ángeles. Hijo de prostituta, carne de bandas y rata de túneles en Vietnam, toma su nombre de Hieronymus Bosch, El Bosco, el pintor que perturbaba a su madre. Un policía en la cincuentena, cansado, obsesivo y amante del jazz, enfrentado a la burocracia de su profesión. «A punto de jubilarse».'Echo Park' (Roca Ed.), ya por la tercera edición, es su duodécima aventura. En tiempos de los detectives-científicos de 'CSI', Bosch aparece como una antigualla. «Él se fía de su instinto, es de la vieja escuela», admite su creador. «El ADN y todos esos adelantos de los forenses suelen distraer de los personajes. Bosch siempre se ha mostrado reacio a la tecnología, pero poco a poco va entrando en el siglo XXI». También se topa con la corrupción municipal, «porque la novela negra es un espejo de la sociedad».
La ciudad de los deseos
'Echo Park' transcurre en el barrio homónimo de Los Ángeles, donde todas las noches se escuchan disparos: « Hay rascacielos, 'gangs', el estadio de los Dodgers, zonas verdes con animales salvajes y una de las tasas de criminalidad más altas de la ciudad». Bosch investiga el asesinato de una joven desaparecida. «La idea me la proporcionaron dos policías que me contaron cómo habían ido a la cárcel para que un condenado les indicara dónde había enterrado a su víctima. Me fascinó el rigor con el que habían recopilado la información y planificado el viaje hasta el cuerpo».La capacidad de observación de Connelly, heredada de sus años en redacciones, se traduce en el detallado retrato de una urbe clásica en la literatura criminal. «Con Los Ángeles mantengo una relación más de amor que de odio. Es una ciudad muy bella: tiene montaña, el océano, el desierto Y a la vez algo que no cuadra. De ahí surge cierto romanticismo, como el que posee riquezas pero es infeliz. Muchos buscan sus sueños en esta ciudad de los deseos, donde unos tienen todo y otros nada. Esa fricción proporciona buenos materiales. Yo mismo cumplí en Los Ángeles mis deseos de ser escritor».Connelly vive ahora en Florida -«mi mujer es de allí»- y conserva un apartamento a dos manzanas de Hollywood. Traducido a 35 idiomas, Harry Bosch todavía no tiene rostro cinematográfico, aunque varios guionistas lo hayan intentado. «Ninguno ha podido capturar su alma. Las novelas tienen acción y escenarios excitantes, muy cinematográficos, pero a la vez son interiorizadas, hablan de cómo el protagonista ve el mundo, y eso es difícil de llevar a la pantalla».Clint Eastwood adaptó en 2002 'Deuda de sangre', un libro de Connelly sin Harry Bosch. «Cambiaron el final y al villano por razones de presupuesto. Eastwood fue muy amable involucrándome en el proceso y advirtiéndome de los cambios. Pero como autor de la historia tengo todo el derecho a sentirme decepcionado».
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