07 mayo 2010

Welles, Blade Runner y El Cebo, revisiones a los clásicos


La sexta edición del congreso ha incluido por primera vez las voces de una serie de investigadores que trabajan sobre temas específicos relacionados con el género negro en sus vertientes literararias y cinematográficas. La primera mesa, con la que se ha abierto la jornada de ponencias, ha revisado algunos clásicos del género negro desde una perspectiva amplia: la grandeza de Orson Welles para adaptar los materiales previos y llevarlos a su terreno, la prefiguración de muchos aspectos de la mujer que aparece en los media contemporáneos en una película como Blade Runner y la fecundidad de la obra de Durrenmatt, La promesa,y sus secuelas cinematográficas, entre ellas El cebo y El juramento.


David Felipe Arranz, de la Universidad Carlos III, nos ha recordado la verdadera dimensión de Orson Welles en su intensa relación con el género. Buscando entre los registros de las bibliotecas que el cineasta tuvo en varias ciudades, se descubre que Welles era un ávido lector de novela negra, con todos los grandes clásicos ocupando sitio en sus estanterías. Fruto de ese conocimiento, dejó alguna de las películas más inolvidables de la historia del cine: Sed de mal -para algunos la última película de lo que históricamente se podría llamar cine negro- y La dama de Shangai, ambas procedentes de materiales literarios previos. “Un hombre que parecía tener una cámara en el lugar de los ojos”, ha dicho David Felipe refiriéndose a la proverbial capacidad de Welles para construir una historia, dotarla de un ritmo cinematográfico puro y crear imágenes potentes en torno a sus protagonistas, siempre personajes ambiguos y marcados por la ambición de poder y una sospechosa tendencia a la corrupción. David Felipe ha revelado también la faceta del Welles escritor, con una obra basada en el personaje de Mr. Arkadin, un trasunto del Harry Lime que interpretó en El Tercer hombre. En sus adaptaciones, Welles transforma las novelas, les inventa nuevos finales, pero permanece fiel a su espíritu e incluso lo trasciende.

La investigadora brasileña Anna María Balogh, de la Universidad de Sao Paulo, ha desmenuzado algunos reveladores fotogramas de Blade Runner, quizá la mejor película de Ridley Scott y una de las que hace encajar suavamente el género negro con la ciencia ficción. Balogh ha centrado su análisis sobre el personaje de la femme fatal, el estereotipo femenino preferido del género. Una mujer cuya tremenda belleza no es menor que la desconfianza que crea en el personaje masculino: ambiguedad, relación con el crimen, atracción-repulsión en un juego en el que frecuentemente acaba recibiendo un castigo ejemplar. La ponente ha ido más allá y a través de los símbolos puestos en escena por Scott podemos ver como se juega con la contradicción de la visión íntima del primer plano y la imposibilidad del tacto, de la caricia a ese rostro deseado. Y, finalmente, Balogh avanza que muchas de las imágenes de la mujer que hoy día difunden los medios de comunicación y el cine tienen su origen en esos personajes fatales de género negro que culminarían en Blade Runner: una mujer cuya belleza se ve desligada de una utilidad meramente reproductiva para dar paso a la dimensión del placer, la irrupción de la sexualidad en medio de esos grandes impulsos que dominan el género, la vida y la muerte.

Javier Voces, de la Universidad de Salamanca y miembro de la organización del congreso, ha analizado con profundidad las sucesivas adaptaciones que ha vivido el texto de Friedrich Dürrenmatt, La Promesa. Desde la mítica El Cebo, esa insólita coproducción hispano-suiza de finales de los cincuenta dirigida por Ladislao Vajda, hasta la más reciente, El juramento, con un enloquecido Jack Nicholson dirigido por Sean Penn. Un texto que en realidad fueron dos, pues Vajda extrajo su material de un relato y colaboró en el guión de la película con el propio Dürrenmatt, quien más tarde novelizó aquel guión y fue esa novela la que adaptó Penn en su versión de los 2000. Voces ha rastreado hasta cinco versiones del mismo texto, una historia que nación con una especie de sentido didáctico para mantener a los niños alejados de los psicópatas sexuales. En el caso de El Cebo, película hecha con todas las restricciones censoras propias del franquismo, Queda una película blanca, aséptica, que aún así aterrorizó a generaciones enteras de niños. El juramento, por el contrario, es un viaje hacia la locura de su protagonista policial, aspecto que en El Cebo estaba meramente intuido, pero que sí presenta un tema sumamente interesante: hasta qué punto la ambición de un policía por resolver un caso puede llegar a parecerse a la obsesión del psicópata con el objeto de sus crímenes. Y otro punto: la realidad se arregla con la lógica sólo a medias, crítica velada hacia el racionalismo excesivo de los relatos policíacos clásicos.


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