El escritor italiano publica una novela en la que retrata la nueva cara del crimen ligado a las instituciones.
Cristina Fallarás
Massimo Carlotto (Padua, 1956) fue acusado en enero de 1976 de matar de 59 puñaladas a una joven. No había sido él, pero el suceso le vino muy bien a la policía y a los jueces. Su pertenencia a la extrema izquierda organizada lo convirtió en chivo expiatorio y ejemplo. Su caso, con 6 años de cárcel y un proceso de 18 años -el más largo de Italia-, hoy se estudia en la Universidad. Publica en España Hasta nunca, mi amor (emecé).
El criminal protagonista de la novela se salva de su pasado. ¿Por qué?
Porque es el único medio que tiene para poder esconderse en medio de la sociedad. No es un discurso casual. Uno de los motivos que tuve para escribir este libro es que hoy la criminalidad está estratificada por culturas. La criminalidad organizada a los más altos niveles tiene esta tendencia de esconderse completamente en la sociedad para poder evitar ser objeto de la atención de la magistratura y la policía.
Habla de una nueva criminalidad con dos vertientes: una es la legal, la ligada a la justicia y a la política, y otra es la más primaria, que viene de nuevas organizaciones mafiosas y está creciendo.
Sí crece, como la de los albano-kosovares, pero es la menos peligrosa, porque la magistratura la conoce bien y puede acceder a ella fácilmente. En cambio, esta nueva a la que me refiero criminalidad vive de manera simbiótica sobre el mundo político, financiero, económico e industrial, forma parte de el sistema económico y crea una estructura muy difícil de combatir.
De su discurso se desprenden dos conclusiones poco halagüeñas: una es que todo está corrompido y la otra, que todo se arregla con dinero.
Sí, así es. Hay una tendencia general a la corrupción que no es nueva, pero sigue creciendo. En Italia se vive como en una república bananera, porque la corrupción no deja de crecer. El problema de Italia es que vive en una ilegalidad difusa no sólo practicada por la criminalidad, sino por cualquier estamento social: el trabajo negro, la adulteración alimentaria, el no pago de impuestos... todo eso forma parte de la normalidad.
¿Por qué elige de protagonista aun hombre sin compasión?
Porque así son los nuevos criminales. Creo que se tiene una concepción romántica de la criminalidad, que nace de la literatura y el cine y la televisión, pero que no es verdad. Uno no es criminal de lunes a viernes y el fin de semana se convierte en un gran padre de familia. El nuevo criminal es un hombre que vive de prevaricaciones y prepotencia 24 horas al día.
La criminalidad hoy es fundamentalmente, o sólo, masculina, la violencia es masculina. Que la violencia que yo he incluido en esta novela contra el mundo femenino es para retratar este hecho, esta violencia que es sicológica.
De ahí el ensañamiento contra las mujeres en la novela...
Sí, pero es que forma parte de la nueva criminalidad. Hoy, sobre todo con la irrupción de algunas culturas criminales, como la albanesa, rumana o búlgara, la mujer queda al margen... o en la prostitución.
¿Por qué cree que las mujeres sólo funcionan en el mundo del crimen como víctimas?
Es un reflejo de la sociedad. Piense que actualmente las grandes religiones monoteístas están recortando a nivel planetario los derechos conseguidos por la mujer, por ejemplo el Papa con el asunto del aborto, el divorcio... El ataque a los derechos de las mujeres supone un ataque al conjunto de los derechos de la sociedad y el consiguiente recorte de los espacios de libertad. La criminalidad refleja siempre la sociedad en la que se produce. La violencia es básicamente masculina. Hay muy pocos casos de mujeres que forman parte de estructuras organizadas. Últimamente se ha dado algún caso en la camorra napolitana, pero simplemente porque ya no quedaban hombres en la familia.
¿La novela suple al periodismo en la denuncia de corrupción?
Absolutamente, sí. En Italia ya nadie hace periodismo de investigación. Para empezar, porque los periodistas no son libros. La gente no se atreve, porque se pueden encontrar con juicios inacabables, y en Italia las querellas ya no las pagan los periódicos, sino los periodistas. Por otro lado, cuando hay un periodista que, a pesar de todo se decide a investigar, acaba encontrándose que siempre, al final, está el mundo político, por eso las presiones son tan fuertes.
¿Qué le queda de su largo proceso y sus años de cárcel?
Ahora, nada. Es un pasado del que no reniego en absoluto. Cada hombre vive diversas existencias en su vida. Esta actual es mi tercera existencia y tengo un trabajo extraordinario... vivo bien.