Jurado, Luján, Bolea y Castro, hoy, en Getafe. Roberto Cárdenas
Álvaro Cortina Getafe (Madrid)
"Lo literario". Los escritores reunidos esta mañana en la tercera edición de Getafe Negro, en la Universidad Carlos III, se andaron tanteando la locución con cuidado. Pero sí tomaron como suya la denuncia de los podridos (porque siempre hay alguno, ¿no?), el olfateo impertinente. "Esa corriente subterránea que va por debajo de las aceras", que dijo la novelista Mercedes Castro. 'Actualidad y claves de la novela negra', la sesión mañanera, ha ido de esta eterna cañería averiada y al callejón torcido.
Juan Bolea y Marcelo Luján han aportado sus impresiones frente a la pestilencia. Corriente subterránea que, bajo las calles, va a parar directamente a la cárcel. Y que cada uno teorizará sobre de dónde viene el escape (en la novela negra, generalmente, suele salir del barrio bien lustrado de los poderosos como origen).
Esto nos lleva al género carcelario, tratado monográficamente por Francisco Pérez Gandul, autor de la novela 'Celda 211', Belén Macías, Azucena Rodríguez y Manuel Matjí, tres cineastas que han tratado el género, o subgénero. O problema.
Matjí, director de 'Horas de luz', opinó: "Para mí la cárcel es peor que la muerte. Es una metáfora de las estructuras que nos oprimen, con las que no nos encontramos bien". Según el crítico Alberto Luchini, redactor jefe de la revista 'La Luna de Metrópoli' de EL MUNDO , el drama carcelario (por el momento no se hacen comedias ni musicales) tiene mucha aceptación del público. Escapismo de cautiverio.
Con todos los elementos marginales juntos, nadando en la cárcel, el embalse del vertido fétido, Matjí también señaló la frontera difusa entre el bien y el mal. Que secundó Pérez Gandul. Macías, director de 'El patio de mi cárcel', y Rodríguez, autor de 'Entre rojas', participaron al oyente aspectos diarios de la vida perra de los reclusos, en sus trueques y sus macarreos. Azucena también recordó sus meses en cárceles del tardofranquismo. En aquel cemento armado encastillado y eléctrico se pueden recordar nombres clave de esta variante del 'noir', la primera novela de Chester Himes, o, en cine, clasicazos como 'Fuerza bruta', de Jules Dassin, 'Un condenado a muerte se ha escapado', de Bresson.
"La mala leche es novela negra", dijo también Castro. La autora de 'Y punto' procuró buscar otra definición haciendo hincapié, esta vez, en el método. La prospección hacia lo subterráneo, el mal humor. Juan Bolea secundó eso: "La novela negra procura más la moralización que otros géneros. A veces me pide el cuerpo una historia de denuncia". Marcelo Luján, escritor argentino, planteó la dificultad de denuncia social (o política) en su propio país, donde, según él, queda mucho donde indagar. Crímenes sin resolver. El olfateo impertinente. Mal humor.
Bolea, refiriéndose a España, dijo que el mal está transido por humor. La picaresca, que dicen. "No tenemos un Macbeth en la literatura española. Lo peor sería un don Juan. Este mal, este diablo serio y profesional no es propio de nuestra cultura". Bien y mal, buenos y malos olores (humores) chapoteando juntos, por debajo de los olores sin olor de la ley y el orden. Cineastas y escritores han paseado por estos derroteros de la fontanería social. Apenas hubo espacio sin denuncia. Un espacio para "lo literario".
http://www.elmundo.es/elmundo/2010/10/20/novelanegra/1287583266.html
Álvaro Cortina Getafe (Madrid)
"Lo literario". Los escritores reunidos esta mañana en la tercera edición de Getafe Negro, en la Universidad Carlos III, se andaron tanteando la locución con cuidado. Pero sí tomaron como suya la denuncia de los podridos (porque siempre hay alguno, ¿no?), el olfateo impertinente. "Esa corriente subterránea que va por debajo de las aceras", que dijo la novelista Mercedes Castro. 'Actualidad y claves de la novela negra', la sesión mañanera, ha ido de esta eterna cañería averiada y al callejón torcido.
Juan Bolea y Marcelo Luján han aportado sus impresiones frente a la pestilencia. Corriente subterránea que, bajo las calles, va a parar directamente a la cárcel. Y que cada uno teorizará sobre de dónde viene el escape (en la novela negra, generalmente, suele salir del barrio bien lustrado de los poderosos como origen).
Esto nos lleva al género carcelario, tratado monográficamente por Francisco Pérez Gandul, autor de la novela 'Celda 211', Belén Macías, Azucena Rodríguez y Manuel Matjí, tres cineastas que han tratado el género, o subgénero. O problema.
Matjí, director de 'Horas de luz', opinó: "Para mí la cárcel es peor que la muerte. Es una metáfora de las estructuras que nos oprimen, con las que no nos encontramos bien". Según el crítico Alberto Luchini, redactor jefe de la revista 'La Luna de Metrópoli' de EL MUNDO , el drama carcelario (por el momento no se hacen comedias ni musicales) tiene mucha aceptación del público. Escapismo de cautiverio.
Con todos los elementos marginales juntos, nadando en la cárcel, el embalse del vertido fétido, Matjí también señaló la frontera difusa entre el bien y el mal. Que secundó Pérez Gandul. Macías, director de 'El patio de mi cárcel', y Rodríguez, autor de 'Entre rojas', participaron al oyente aspectos diarios de la vida perra de los reclusos, en sus trueques y sus macarreos. Azucena también recordó sus meses en cárceles del tardofranquismo. En aquel cemento armado encastillado y eléctrico se pueden recordar nombres clave de esta variante del 'noir', la primera novela de Chester Himes, o, en cine, clasicazos como 'Fuerza bruta', de Jules Dassin, 'Un condenado a muerte se ha escapado', de Bresson.
"La mala leche es novela negra", dijo también Castro. La autora de 'Y punto' procuró buscar otra definición haciendo hincapié, esta vez, en el método. La prospección hacia lo subterráneo, el mal humor. Juan Bolea secundó eso: "La novela negra procura más la moralización que otros géneros. A veces me pide el cuerpo una historia de denuncia". Marcelo Luján, escritor argentino, planteó la dificultad de denuncia social (o política) en su propio país, donde, según él, queda mucho donde indagar. Crímenes sin resolver. El olfateo impertinente. Mal humor.
Bolea, refiriéndose a España, dijo que el mal está transido por humor. La picaresca, que dicen. "No tenemos un Macbeth en la literatura española. Lo peor sería un don Juan. Este mal, este diablo serio y profesional no es propio de nuestra cultura". Bien y mal, buenos y malos olores (humores) chapoteando juntos, por debajo de los olores sin olor de la ley y el orden. Cineastas y escritores han paseado por estos derroteros de la fontanería social. Apenas hubo espacio sin denuncia. Un espacio para "lo literario".
http://www.elmundo.es/elmundo/2010/10/20/novelanegra/1287583266.html
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