VIENA.- Apenas comienza el libro ya hay 18 muertos de forma brutal, algunos incluso desmembrados. Como suele ocurrir con Henning Mankell, no es un inicio para personas demasiado sensibles. En la masacre en el pueblo sueco de Hesjvallen asesinan a casi todos los habitantes: el criminal va de forma sistemática casa por casa, donde tortura a sus víctimas antes de matarlas.
Todo indica que sólo pudo tratarse de un loco, pero los lectores de "El chino", la nueva novela de Mankell que Tusquets editará en español en noviembre, pronto se darán cuenta de que la cosa no es tan sencilla: probablemente es aún mucho peor.
El escritor sueco, del que este mes se reeditan en español sus cuatro primeras obras de la serie del comisario Wallander, nunca tuvo problemas para crear suspenso. También en esta ocasión la obra comienza a un nivel altísimo, y Mankell consigue mantenerlo en las siguientes 600 páginas.
La fase en la que escribía únicamente novelas policiales ya ha quedado atrás, y también para "El chino" la caracterización de "policial" es insuficiente. Hay muchos muertos, así como una policía, Vivi Sundberg, que va al lugar del crimen, busca pruebas y reflexiona sobre el caso.
Pero no avanza demasiado. El crimen parece resuelto de pronto, pero el lector sabe que Mankell no le puede deparar un final burdo. Y los asesinatos de Hesjvallen no son un acto criminal en el sentido clásico, como se verá en los siguientes capítulos, que tienen lugar en la China del siglo XIX y que relatan la historia de tres hermanos que deben huir a Cantón de su pueblo por el hambre y la falta de ley.
Sus esperanzas se ven truncadas cuando unos delincuenten los atacan y los venden a traficantes de personas, que los llevan a Estados Unidos, donde los chinos son usados como mano de obra barata en la construcción del ferrocarril, despreciados y maltratados por sus jefes blancos venidos de Europa, por ejemplo de Suecia.
La policía no consigue hilvanar ambas historias. Esa será la tarea de Birgitta Roslin, jueza de Helsingborg, infelizmente casada, sensible, inteligente y testaruda. Los padres adoptivos de su madre son asesinados en Hesjvallen, y la jurista quiere saber por qué. La búsqueda la llevará a viajar por Suecia, Copenhague, Pekín y Londres. Mankell hace transcurrir parte de la trama también en Zimbabwe y Mozambique, en una muestra de literatura policial en tiempos de globalización.
El autor sueco abre un abanico muy amplio de temas, porque "El chino" es sólo en un primer plano el relato del esclarecimiento de un crimen. Detrás está la confrontación con la pregunta en torno a la culpa del "mundo rico" en los antiguos países coloniales y lo que pasa cuando algunos poderosos comienzan a cobrarse personalmente las deudas en países emergentes como China.
La respuesta de Mankell es un poco "traída de los pelos", pero mantiene la tensión del lector hasta el final.
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