Karin Slaughter nació hace 41 años (parece que tenga la
mitad) en Georgia (Estados Unidos), a unos 40 kilómetros de Atlanta, donde
transcurren casi todas sus novelas. Tiene cara de niña inocente y escribe unas
novelas de temas tan violentos y escabrosos que cortan la respiración. Es
feminista radical. Hoy debatirá sobre asesinos en serie y crímenes sin móvil
aparente con su colega estadounidense Jeffrey Deaver, en BCNegra, el festival
de novela negra que se celebra esta semana en Barcelona.
De Slaughter se dice que es continuadora de Patricia Cornwell e incluso
que sus novelas son mejores. “Crecí leyendo a Patricia Cornwell, a Sara
Paretsky y a Sue Grafton y recogido su tradición, pero mis novelas son más
fuertes y contundentes. Postmortem, la primera novela de Cornwell,
marcó toda una época. Antes, casi siempre, en este tipo de literatura, las
mujeres eran asesinadas o servían para el sexo”.
Ahora estrena novela en España, El número de la traición (Roca
Editorial). Cuatro mujeres son secuestradas y torturadas. A Anna Lindsay, la
primera, le arrancan incluso una costilla y múltiples fracturas. En la cueva
excavada donde fue retenida, la policía encuentra los más espeluznante objetos
de tortura, cadenas, esposas, pornografía, artilugios sexuales de todo tipo.
Slaugther no ahorra detalle. En esta, como en otras novelas suyas (Temor
frío, Perseguidas, Herida) la violencia juega
un papel fundamental.
“Escribo sobre una violencia extrema pero no estoy cruzando cierta línea. Hay
violencia porque la hay en nuestra sociedad, es lo que pasa. Me siento muy
afortunada de ser una mujer que puede escribir sobre estos temas. No hace tanto
tiempo que las mujeres no solo no podían entrar en estos temas sino que ni
siquiera podían escribir. A mí, lo que me preocupa es escribir una historia
buena y compleja y esa violencia me sirve para mostrar cómo son los personajes
y cómo afecta la violencia, lo que deja detrás. A los escritores masculinos no
se les pregunta nunca por la violencia. Por ejemplo, en una de la novelas de
Jeffrey Deaver a una mujer le queman la piel con vapor. O en El
silencio de los corderos, no le preguntaban a Thomas Harris sobre la
violencia sino sobre la historia”.
La escritora profundiza en El número de la traición en diferentes
perfiles de mujeres. La doctora Sara Linton, a la que conocemos de otras
novelas, que fue pediatra rural y luego forense y que aquí la vemos en un
urgencias del hospital público Grady, en Atlanta, tras sufrir una depresión por
el asesinato de su marido, policía. A su vez, a policía Faith Mitchell, que fue
madre soltera a los 15 años y que ahora está embarazada de nuevo y tiene
diabetes; la doctora Amanda Wagner, la dura jefa de la policía. Las tres son
fuertes y luchadoras, como lo son las víctimas del psicópata, solteras,
atractivas, bien situadas, competitivas.
“Son mujeres fuertes pero también vulnerables. Escribir sobre mujeres
fuertes me permite hablar de hombres fuertes. La relación que se establece
entre ellos me parece muy interesante”. No faltan en la novelas, las mujeres
sometidas. Judith, la madre del psicópata o su esposa. “La relación entre madre
e hijo es muy compleja, un ejemplo extremo. Cada vez hay más mujeres fuertes
pero otras siguen encadenadas. El balance entre el poder masculino y el
femenino está muy desequilibrado. Hay más mujeres en Occidente, pero tienen más
poder los hombres”.
Uno de esos “hombres fuertes” de Slaughter es el policía Will Trent, muy
atractivo, pero que es disléxico y tiene serios problemas para leer y lleva
siempre en el bolsillo una grabadora digital que le sirve de libreta de notas.
Forma con Faith una entrañable pareja profesional, no exenta de discusiones.
Ella le protege y ayuda en sus fallos de lectura y él se preocupa por su salud.
“Will teme que Faith deje el trabajo cuando dé a luz, pero es una preocupación
infundada. Faith es una buena madre y por supuesto no dejará el trabajo”.
Las mujeres en su conjunto tienen una gran importancia en El
número de la traición, pero uno de los platos fuertes de la novela es el
psicópata que secuestra mujeres, las relaciones que mantiene con su madre, con
su familia. ¿Puede haber un psicópata tan violento de 12 años? No uno de esos
que torturan gatitos, no, sino de alguien que ataca mujeres. Slaughter es
rotunda: “Sí. En Estados Unidos tuvimos a Jeffrey Dahmer que era caníbal y
comía trozos de sus víctimas. Empezó torturando animalitos y a los 18 mató a
una persona. Hace 20 años si alguien maltrataba a un animal no pasaba nada y se
olvidaba, ahora se le observa y condena porque es uno de los síntomas de que
puede ser un psicópata”.
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