10 febrero 2012

El discurso “Camarasa” a Petros Markaris







Por fin, habíamos respirado tranquilos, al comprobar que las desgracias que se anunciaban con el cambio de siglo no se habían producido. Era el primer año del nuevo siglo, el primer año de la década, y no podíamos ni imaginar lo que se nos vendría encima. De los mercados sabíamos poco, sólo que había supermercados, hipermercados, y viviendo en Barcelona, el mercado del barrio y el mercado de todos los mercados, la Boquería, donde aún te podías encontrar, callado y tímido como era, al creador de Pepe Carvalho, en un rincón de la minúscula barra del Pinocho. Haciendo lo que mejor sabía hacer, comiendo, pensando, bebiendo e imaginando.
 Alguien nos dio un buen soplo. Había un nuevo protagonista en las mesas de novedades, de las buenas librerías. Se llamaba Kostas Jaritos y era un teniente de policía griego.
  De Grecia sabíamos mucho y poco. Nos venía a la memoria aquella película Z, de Costa Gavras, con Yves Montand, Irene Papas, y Jean Louis Trintignat, aquel actor que Manuel Vázquez Montalbán creía que hubiera sido su Pepe Carvalho preferido.
También, cómo no, aquellas películas de Theo Angelopoulos, extrañamente seductoras.
Queremos transmitirle, señor Markaris nuestro pesar por la muerte de un amigo. Suyo y de los espectadores. Hoy Europa, no importa como sea la prima de riesgo, es indudablemente más pobre.
   También conocíamos que los griegos habían sufrido la larga noche de la dictadura. En su caso coroneles, en el nuestro la de un general. Por eso, sospechamos, en principio, de un policía en aquella Atenas de 1995.
 Kostas Jaritos es un policía que parece antipático, esta siempre más o menos malhumorado, es un hombre descontento: no está a gusto con su pasado (como nuestro Pepe Carvalho), no le gusta saber de dónde viene y su futuro le resulta incierto (como a nuestro Carvalho, que no sabe si ahorrará suficiente para la jubilación). Pero, a pesar de todo, sigue adelante. Nos gusta cuando es consciente que “estoy luchando contra un monstruo de dos cabezas y tengo que conformarme con cortarle tres deditos”.
   Jaritos es un policía que ya ha cumplido los cincuenta, con una mujer que no es catedrática de literatura, ni especialista en Henry James, ama de casa aficionada a los reality shows de la televisión, con una hija estudiante de derecho, en la primera novela, abogada después. Él es consciente de sus limitaciones, “a fin de cuentas qué sería de un policía sin prejuicios”, nos dice en Defensa cerrada, y anteriormente, en Noticias de la noche, nos ha confesado que “el policía que ya no pega es como el fumador que ya no fuma. Aunque la lógica le diga que ha hecho muy bien en dejarlo, por dentro se muere de ganas por repartir unas cuantas hostias, como el ex fumador se muere por un par de caladitas”.
  Un policía que proviene de la dictadura, como nuestro querido Inspector Méndez, creado por Francisco González Ledesma, el Primer Premio Pepe Carvalho, al que hoy encontramos a faltar y al que deseamos una feliz recuperación.
  Nos gusta Jaritos porque los años de ejercicio profesional no han conseguido que caiga en la rutina o en el cansancio.
 Desde entonces, desde aquella primera novela, Kostas Jaritos es uno de los nuestros.  Grecia está siempre con nosotros, y confundimos, como siempre,  al personaje con el creador. A Kostas Jaritos con Petros Markaris.
Como en tantas ocasiones Pepe Carvalho nos daba pistas, que mucho después hemos entendido. Pepe Carvalho deambulaba por El laberinto griego, en 1991, y nos hablaba de Sabotaje olímpico en 1993, para facilitarnos la lectura crítica de la especulación olímpica, tanto si se da en Barcelona como en Atenas. La especulación inmobiliaria a la que se enfrenta Jaritos en Suicidio perfecto, en el 2005, es la misma que indigna a Carvalho en 1979, a lo largo de Los mares del Sur. Hay cosas y casos que no cambian.
 Cuando leímos Defensa cerrada (todos comprendimos gratamente que el primer muerto fuera un árbitro) y usted nos hablaba de lo que hay detrás de los equipos de futbol de tercera, nos acordamos rápidamente de aquel El delantero centro fue asesinado al atardecer, que en 1988 había supuesto el catorceavo libro de Pepe Carvalho.
 Usted y Manuel Vázquez Montalbán comparten con pasión  el amor y el odio por una ciudad que no es una ciudad para  turistas, sino para viajeros. Ustedes quieren y odian a sus ciudades porque sus ciudades son seres vivos, existen, a diferencia de las urbes, limpias, frías, asépticas y ordenadas, del norte de Europa.  Las de ustedes son ciudades vivas y caóticas, con las calles en obras, transporte público lento y deficiente, gente malhumorada y con prisas, gente que ríe, donde el Partenón y el Tibidabo están ocultos por la contaminación. Frío frente a calor. Los atenienses y los barceloneses viven todo el día en el infierno para ganarse unas horas en el paraíso de la noche.   
   No sabemos si es usted o Kostas Jaritos quien le indica a  Xavier Moret “vamos a caminar, a Atenas se le conoce caminando”, “la Acrópolis es para turistas. Los atenienses sabemos que está allí pero hemos aprendido a no verla. Caminaremos por la Atenas de verdad”. Y en las novelas de Carvalho nunca sale la Sagrada Familia, pero si la Plaza Real.
  Queremos invitarle a que permita a Jaritos y Adrianí, quedarse unos días por Barcelona. Estamos convencidos que les gustará Barcelona. Usted no les hace viajar mucho: a una pequeña isla, a Estambul,…
    Adrianí y Charo se harían buenas amigas y podrían intercambiar conocimientos. Adrianí le explicaría a Charo como preparar los tomates rellenos y de esta forma sorprender primero, y conquistar después al detective cocinero y comedor. A su vez Charo le explicaría algunos trucos a Adrianí para que las noches atenienses, de ella y de Jaritos, fueran más largas y placenteras. Charo y Adrianí verían juntas un rato en la televisión algún espectáculo donde un rebaño de energúmenos gritan desaforadamente y una de ellas proclama que es capaz de matar por su hija, pero nunca de pensar.
  Mientras, en Vallvidrera, Carvalho y Jaritos compartirían su pesimismo, pero también su tozudería en ir hasta el final. Carvalho ya habrá superado su desconfianza inicial ante un policía, ante cualquier policía. Comparte con Zisis, un ser anacrónico por que sigue creyendo en la ética y en los principios, su opinión: “Cuando ya no te queda nada en que creer, crees en la policía, lo dice con una sonrisa de amargura. Sois el fondo. He tocado fondo y nos hemos encontrado”. Pero tranquilo, señor Markaris, ya le hemos rogado a Pepe Carvalho, que no encienda la chimenea con ningún diccionario. Y Carvalho que ya ha leído Muerte en Estambul le preparará a Jaritos una tiropitas con queso y puerros, y este la comerá mientras piensa ¿llevará, como las de María, raticida?.
  Jaritos le comentará los nuevos tiempos que Carvalho no ha conocido y le explicará una anécdota: los hombres en un movimiento sincronizado acercaron la mano a la cintura, acercaron la mano a la chaqueta. En tus tiempos habrías pensado que se disponían a sacar sus pistolas. Ahora sé que sólo buscan sus teléfonos móviles.
  Mientras degustan cualquier bajativo, casi arqueológico, por la cantidad de años que lleva destilando, Carvalho le comentará a Jaritos que “tengo un alma marginal, mi novia es puta de teléfono. Mi asesor técnico, camarero, cocinero y secretario es un ladronzuelo de coches. Mi confidente espiritual y gastronómico, es un vecino, que también es mi gestor. Me gustan las familias imposibles, detesto las familias posibles”. Jaritos sonreirá y le hablará de Adrianí y sus enfados, de Adrianí y su sentido común; de Katerina, de Fani, su yerno, y médico. Le hablará de su jefe, y de sus ayudantes, de su nueva secretaria, Kula.
 Carvalho y Jaritos, tan distintos y tan iguales, en la lucha contra la corrupción, los corruptos. los globalizadores, a favor de los globalizados y en busca de la verdad.
  Cuando Carvalho vaya a abrir su Seat 850, Jaritos recordará las palabras de su hija que le hicieron comprar un Seat Ibiza: “Ahora los portugueses y los españoles tienen problemas como nosotros. Para los mercados financieros somos los PIGS, “los cerdos”. Y cada cerdo debe ayudar a los demás, no hacerles la pelota a los tiburones, y ahora estamos ahogándonos porque los cerdos no saben nadar. Por eso tienes que comprarte un SEAT”.
Y ambos, antes de ir a cenar a Casa Leopoldo o a Can LLuis, con Adrianí y Charo, por supuesto, estarían de acuerdo en una de las características de los nuevos tiempos:” ¿ Qué se podía esperar de un mundo en que todos los relojes marcan la misma hora. Antes, algunos se paraban, otros funcionaban y otros se quedaban atrasados. Uno se levantaba por la mañana y esperaba oir la radio para ajustar su reloj. Ahora todos los relojes marcan la misma hora. Vivimos en un mundo que no favorece a los relojeros”.
  Carvalho entendería a Jaritos cuando éste le explicara: ¿Cómo es que al final me siento siempre como un gilipollas?.Y nosotros, los lectores, lo sentimos por Jaritos, entendemos cómo se siente cuando después de encontrar al culpable todo sigue igual, nada ha cambiado, pero nosotros, los lectores, nos sentimos mejor cuando terminamos un libro de Jaritos.
  Y cómo estamos entre novelas y novelistas, en el terreno de la ficción y de la ilusión, de los deseos y las esperanzas nos imaginamos un encuentro que pudo haber sido y no fue. Usted y Manuel Vázquez Montalbán paseando por una Ramblas, sin turistas, llenas de barceloneses,(esto más que ficción es un milagro) donde usted le explica que habla varias lenguas pero que se insulta muy bien en griego, y que sólo puede ser escritor quien aprende a estar sólo. Él le hablará de la soledad de la cárcel de LLeida donde escribió su primer libro: Informe sobre la información.
 Estarán de acuerdo en que se escribe por no matar y que es mejor matar en los libros. En la novela detectivesca clásica, el crimen es un asunto personal. Hablarán de que hoy la novela negra es más novela social y menos novela policíaca en el sentido tradicional. Y tiene éxito porque la globalización de las finanzas y el dinero van de la mano con los crímenes. El crimen se está convirtiendo en una enfermedad social. Antes el crimen era la excepción y hoy forma parte inherente de la sociedad. Y se sienta en demasiados Consejos de Administración.
  Lamentarán que en nuestros países existía una tremenda solidaridad y hoy esa solidaridad no existe. Y compartirán una acerba crítica a la dictadura de los mercados especulativos, como diría el profesor Vidal Villa.
 Desde aquí, desde Barcelona, capital de Catalunya, le entendemos perfectamente, compartimos sentimientos y certezas con usted cuando afirma:”Grecia, con una lengua que sólo hablan quince millones de personas, está sintiendo la presión del inglés americano, la lengua de las finanzas, cada día más y más. Las lenguas minoritarias juegan un papel esencial a la hora de preservar la riqueza y diversidad de las lenguas de Europa y son parte de la lucha contra el inglés americano. Sin embargo, su impacto no sólo depende de que sean lenguas habladas, sino también de que sean lenguas literarias en el más amplio sentido del término”.
 Nos gustaría ser testigos de ese encuentro entre usted y Vázquez Montalbán. Desde 1937 y 1939 en que ustedes nacieron, han pasado muchas cosas. Desde su postura de hombres honestos, comprometidos y de izquierda, seguro que han acumulado un amplio catálogo de derrotas, de todo tipo y condición. Derrotas sí, pero los que les hemos leído sabemos que ustedes dos no saben conjugar el verbo rendirse. El día en que  explicaban el significado de la palabra rendición, ustedes no habían ido a clase.
 Señor Markaris, como lectores y como ciudadanos se lo pedimos a usted en persona y le pedimos que se lo transmita al Comisario Kostas Jaritos: No se rindan nunca. Les necesitamos.


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