17 septiembre 2008

"En la novela policial no se busca la justicia sino la verdad"


ENTREVISTA LEONARDO OYOLA ESCRITOR por Juan Manuel Bordón


El perro ovejero, un curtido pirata del asfalto, persigue a su antiguo socio por las rutas del litoral argentino. Su antiguo socio, un predicador que cree escuchar la voz de Dios en los rocanroles que suenan en la radio, acelera rumbo al Paraguay con el botín del último trabajo. Detrás de ellos, la banda de un ex presidiario les sigue el rastro para ajustar viejas cuentas. Sin héroes ni villanos, por un terreno donde ya no cabe la justicia. Así avanza la historia de Chamamé, la novela del escritor argentino Leonardo Oyola. Con ella, ganó el premio a la mejor novela policial en castellano del año en la Semana Negra de Gijón, un certamen que reúne anualmente a los mejores escritores de literatura de género en Hispanoamérica.

Oyola, nacido en la provincia de Buenos Aires en 1973, acaba de volver de España. Allí se alzó con el principal galardón de un certamen que soñaba con visitar desde hace tiempo. Su carrera literaria se ha movido al ritmo frenético de sus personajes. Cuenta que empezó a escribir en 2003, cuando cayó en el taller literario de Alberto Laiseca. Al año siguiente ya tenía escrita una primera novela: Siete y el Tigre harapiento, finalista del Premio Clarín de Novela 2004. Siguió luego con Hacé que la noche venga, una novela que Sudamericana publicará en 2008. Y dio el salto a Europa con la publicación de Chamamé y Gólgota en la editorial Salto de Página, de España. Y acaba de publicar Santería, en la Colección Negro Absoluto, donde Oyola coquetea con el terror y lo sobrenatural.

Para su autor, Chamamé es una novela sobre la traición, un libro que me acaba dando todo. Yo me hice tatuar el título en el pecho al empezar. Me decía, si todos los días me levanto y veo eso en el pecho, no quiero tener que explicar algún día: "No, iba a ser el título de una novela pero quedó en nada". Fue jurarme que la terminaba.


¿Y cómo te da por el policial?

Yo creo que el género, las reglas que tiene un género, me dan una caparazón, una contención. Cuando escribís, es todo muy tentador. Te vas enamorando de una idea, te van apareciendo personajes y te empezás a dispersar. Entonces, saber que tenés una estructura, conocer unas reglas, me marca el camino. Igual, no quiero quedar pegado sólo a eso. Ya en la segunda parte de Santería me vuelco más al terror y lo fantástico, el juego con los santos.

Las leyendas y los temas religiosos tienen peso en casi todas tus historias...

Lo básico con el tema religioso es la fe. Es verdad que te meten un casete, pero yo no hablo de gente hipercatólica, hablo de gente como mi viejo, que volvía de laburar con el pago del mes y besaba la estatua de San Cayetano y le daba un billete. Hay algo innato en eso de creer en algo superior, alguien que te ayude.

¿En una novela es también la posibilidad de redención, la posibilidad de otro giro en la trama?

Yo creo que todo eso tiene un componente muy dramático, siempre se adoctrinó con parábolas, historias de gente. Lo que pasa es que hay también algo moralizante, de sumisión. Se dice que todas las historias están escritas, que el tema es cómo las contás. Bueno, yo creo que lo importante para escribir es dónde te parás. La historia emblemática es la de Caín y Abel. Si Abel sabía, debilucho y todo como era, que Caín lo venía a matar, seguro que lo hacía cagar fuego primero a él, ¿entendés? Hay una cuestión de supervivencia, no es como dice la Biblia, que dijo: "oh, mi hermano, cómo es posible que me tenga celos y me mate". Tu hermano es hombre, a la primera de cambio no sabés dónde te vas a encontrar.

Pese a la violencia, los personajes no son outlaws: hay códigos, hay leyes entre criminales.

Me gusta el tema de los códigos porque creo que en la novela policial no se busca justicia. Se busca verdad, se busca recompensa, y la única ley es la del talión. Eso te abre posibilidades. Enfrentamientos. Diálogos. Con Chamamé tuve la idea de estructurar los capítulos de forma que leas el índice y sea una canción, una de Bon Jovi. Hay algo de burla, pero me gusta. Es la típica canción de amor adolescente, "vos me rompiste el corazón", le dice el chico a una minita. Pero si viene de un chorro a otro, que lo afanó, cobra otro sentido.




No hay comentarios: