Lorenzo Silva Santiago de Chile
Andrés Pérez, director del Centro Cultural de España en Chile, e impulsor del festival Santiago Negro, clausuró el domingo este primer encuentro en torno al género negro en la capital chilena del mismo modo en que lo abrió cuatro días atrás: recibiendo en pleno escenario un balazo que cortó de raíz su discurso. El público reaccionó como lo había hecho el primer día: con una estruendosa carcajada. Las balas eran de fogueo, pero el festival ha causado impacto.
Durante cuatro intensos días, 80 participantes chilenos y siete escritores españoles invitados (Juan Madrid, Andreu Martín, Mercedes Castro, Kama Gutier y Domingo Villar, además de este improvisado reportero) han debatido acerca del género negro, o criminal, o policial, o como gusten llamarlo, en diversos lugares de Santiago de Chile, desde la Biblioteca de la ciudad a tres de sus universidades, pasando por el propio Centro Cultural de España.
Han hablado de su vigencia en el mundo, de su trascendencia presente en Chile y en España y en el conjunto de Latinoamérica, y del potencial que encierra para contar y contarnos unos a otros las sociedades en que vivimos.
Escasos puentes tendidos
Los autores asistentes han constatado las dificultades que en este momento encuentran los autores del lado americano del océano para llegar a Europa y viceversa, y la suerte de compartimentos estancos en que se han convertido las literaturas y los mercados editoriales nacionales en la propia América Latina. ¿Negligencia de los grandes grupos editoriales trasnacionales, incapacidad de los autores, falta de curiosidad del lector? Cada uno tendrá su propia teoría.
El caso es que más de un lector se ha acercado a los autores españoles presentes en el encuentro para lamentar la imposibilidad de adquirir su obras en Chile, que les obliga a aprovechar viajes a España o a otros países, propios o de algún conocido, para abastecerse de los títulos de escritores a los que siguen y aprecian. De igual modo, desde España se advierte la escasez de autores chilenos presentes en nuestras librerías, y la insuficiente atención a aquellos que como Roberto Ampuero o Ramón Díaz Eterovic (destacados cultivadores del noir chileno, traducidos en numerosos países) sí han visto alguno de sus libros publicados entre nosotros.
El festival, que ha contado con gran asistencia de público (en alguna actividad, como el radioteatro criminal en torno a un texto del novelista Poli Délano, hubo que cerrar las puertas de la sala por exceso de aforo), ha servido entre otras cosas para suplir estas deficiencias logísticas de la cultura en español, que tan ampulosa se muestra en las grandes ocasiones institucionales (congresos de la lengua y demás) pero tan ineficaz en esa labor diaria de acercamiento entre autores y lectores que es al final la que engrasa la maquinaria de un idioma y lo proyecta como vehículo de expresión en el mundo.
Chilenos y españoles se han encontrado, y en algunos casos conocido, en torno a un género que en estos momentos acredita su potencial de difusión entre lectores de todas las condiciones y latitudes, y cuyos temas interesan más allá de la literatura y quienes la cultivan.
Actuación destacada de los dos grandes cuerpos policiales
Este Santiago Negro, precisamente, ha marcado hitos en la sociedad chilena en alguna de sus actividades extraliterarias. Por ejemplo, en la destacada participación de los dos grandes cuerpos policiales del país, la Policía de Investigaciones (PDI) y los Carabineros de Chile, dos cuerpos todavía marcados en la memoria de muchos chilenos con los estigmas de la dictadura pero que han emprendido un esfuerzo de modernización y acercamiento a los ciudadanos para el que este festival ha sido una oportunidad bien aprovechada.
El testimonio de los investigadores en las mesas redondas en que participaron fue seguido con interés no exento de pasión por los asistentes, y la escena del crimen (o "sitio del suceso", en terminología local) que preparó la PDI en la Biblioteca de Santiago fue un rotundo éxito.
En suma, Santiago Negro ha sido un empeño audaz que ha recibido su recompensa. La primera piedra felizmente puesta de un proyecto español (encarnado por el propio Centro Cultural de España, con el impulso entusiasta de su director) y chileno (a través de su comisario local, Ramón Díaz Eterovic, y de todos los trabajadores chilenos de las instituciones implicadas) que aspira a ser una referencia para Latinoamérica, y que demuestra que nunca es baldío el trabajo de tender puentes entre orillas y entre personas, y que es todavía mucho más lo que por medio de estas iniciativas podemos progresar en esa tarea pendiente que sigue siendo la cultura global en español del siglo XXI.
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