05 noviembre 2007

Una mina llamada infierno de Alejandro M. Gallo


En lunfa, el lenguaje popular bonaerense por antonomasia, “mina” significa chica, mujer joven. Por eso, la primera vez que escuché hablar de “Una mina llamada infierno” pensé que se trataría de la historia de una tanguista de vida desgraciada dotada del dudoso don de llevar a los hombres a la perdición.

Sin embargo, nada más ver la portada del libro de Alejandro Gallo te das cuenta de que no. De que la historia acontece en el mundo de las minas de verdad, de las minas de carbón y grisú en las que tantos y tantos hombres de han dejado la salud y la vida a lo largo de la historia.

Estamos en la cuenca minera leonesa, donde una serie de extraños asesinatos tiene sumida en la perplejidad a la Guardia Civil de Vega del Bierzo y, por supuesto, a sus vecinos ya que el asesino está matando, de forma sistemática, a los antiguos miembros de la conocida como “Cuadrilla del Picas”.

La policía manda hasta allí a un agente infiltrado, que habrá de introducirse en el pueblo e integrarse en la vida cotidiana de los vecinos. Y, para ello, nada mejor que entrar a trabajar en ese pozo, en esa mina a la que todos llaman Infierno.

A partir de este punto de partida, Alejandro Gallo utiliza los ojos del inspector Ramalho para introducir al lector en la vida cotidiana de Vega del Bierzo, donde conoceremos a sus entrañables vecinos, donde podremos jugar al dominó y pasear por la plaza del pueblo, saludando a la dueña del quiosco y charlando con su pequeña y adorable hija.

Las páginas que Gallo dedica a la llegada e integración de Ramalho en el pueblo, sus primeros días en la mina, las ampollas, el hambre y el cansancio; las correrías por los garitos de la comarca, etc. son absolutamente deslumbrantes. De las que te provocan ganas de pedirte un permiso en el trabajo, sacar el mapa de carreteras y marcharte para León durante una temporada.

De Ramalho puede decirse que es demasiado bueno, demasiado íntegro, demasiado comprometido. Y quizá lo sea. Pero nos gusta. Nos gusta cómo se involucra con las personas de su entorno, cómo enseña a leer a un ex niño soldado africano y cómo protege a la hija de la quiosquera. Me lo imagino como un joven Clint Eastwood, un pistolero, valiente y aguerrido, sin miedo a los malos.

La trama sobre los nuevos usureros y las financieras que prestan dinero con intereses abusivos también está muy bien lograda, arrojando un poco de luz sobre las mafias de los prestamistas y extorsionadores; y también están muy bien traídas las introducciones hechas por los periodistas que van siguiendo el rastro que dejó Ramalho por el Bierzo.

Estamos ante una novela escrita con pulso y con brío, que invita a no dejar la lectura, a embeberse de sus personajes y sus escenarios, a soñar con un mundo del que, como dice Ramalho en un momento de lucidez, sólo queda el eco romántico de los museos etnográficos... y de la buena literatura. Buena literatura en la que tenemos que incluir, por supuesto, esta “Una mina llamada infierno”.



Una mina llamada infierno
Alejandro M. Gallo
Laria 2005
278 Páginas



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