12 noviembre 2007

Avaricia / Frank Morris


La novela negra hunde sus raíces tanto en los relatos de misterio e investigación de Edgar Allan Poe y Sir Arthur Conan Doyle, como en el naturalismo, que tiene su cumbre europea en Zola pero alcanzó su mayor desarrollo en la novela norteamericana de la primera mitad del siglo XX, con su deriva más popular en el hard boiled mistery, que va de Hammett a Ellroy y de Theodore Dreiser a la Generación Perdida. Frank Norris, como Stephen Crane, O. Henry, o Ambrose Bierce está en el inicio de ambas tendencias.
Los lectores que hoy se entregan a Avaricia conocen, seguramente, a Dashiell Hammett, a James M. Cain, a Horace McCoy o a David Goodis. Todos ellos son sus descendientes.

Fue la historia de McTeague la que enamoró al cineasta Von Stroheim; la historia de un hombre corriente. Norris sostiene lo que después sería casi un lugar común en la novela negra: ese tipo grís, irrevelante, de segunda categoría, incapaz de matar una mosca según sus vecinos y familiares, es un asesino en lo más recóndito de su alma y sólo necesita un mínimo estímulo para mostrar lo peor de sí mismo. Lo mejor del personaje es esa nada aparente en la que se mueve habitualmente, lo peor está por verse. El bien y la sabiduría tienen límites; el mal y la ignorancia, no. Norris,


Avaricia
Frank Norris
Belacqua, La Orilla Negra

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