Si la primera novela de Luis Gutiérrez, “Putas, diamantes y cante jondo” se ambientaba en el barrio barcelonés del Poble Sec, su segunda novela “Música para los muertos” nos traslada a la ciudad de Nueva York marcada por la Gran Depresión de los años treinta.
Resulta cuando poco sorprendente el riesgo que corre Gutiérrez al crear el detective Mike Winowsky (¿combinado de vino y whisky?) al más puro estilo de hard boiled, investigador que representa la quintaesencia del género policíaco. No en vano arranca su libro con una cita del gran Bukowski.
Un investigador cuya dieta alimenticia se limita a hamburguesas, aficionado –por decirlo suavemente- al bourbon, lector habitual de la tira cómica del Times, con una especial debilidad por las mujeres y el jazz, y cuya ironía, mordacidad y mala leche hacen de él un sujeto duro de pelar.
“Los lugares poco recomendables y yo mantenemos desde hace tiempo una relación que si no es amor es sin duda deseo” (p.12).
En una novela que más que recordar nos sumerge de lleno en el ambiente de los más sórdidos tugurios de alcohol, con matones de serie B y seductoras rubias oxigenadas, era de esperar la identificación con los clásicos del género y la inevitable polaridad de opiniones. Porque la polémica surge cuando el/la lector/a comienza a cuestionarse lo razonable de leer una novela negra al más puro estilo estadounidense escrita por un escritor del país… en este caso pensamos que sí, cuando sus páginas se valoran como un homenaje al género, al jazz, a una época.
Compuesto de trece capítulos, el libro encabeza cada uno de ellos con un título de las composiciones de Billy Strayhorn o de Duke Ellington o de ambos. Una rendida admiración a otro género, el jazz, que se va filtrando a lo largo de las páginas, aunque la música no alcanzara mis oídos.
Si algo tenemos que destacar de “Música para los muertos” son las expresiones que Mike nos va ilustrando a lo largo de las páginas. Un tipo sin duda poco recomendable y que cualquier madre procuraría mantener lejos de su hija,… tal vez por ello nos ha hecho sonreír con frecuencia.
Si algo tenemos que destacar de “Música para los muertos” son las expresiones que Mike nos va ilustrando a lo largo de las páginas. Un tipo sin duda poco recomendable y que cualquier madre procuraría mantener lejos de su hija,… tal vez por ello nos ha hecho sonreír con frecuencia.
“Comportarme como un hijo de puta me abre el apetito…” (p.23)
“(…) mis buenas intenciones acostumbran a tener una duración flexible; es un problema en el que debo trabajar, me lo repito con frecuencia” (p.12)
“(…) mis buenas intenciones acostumbran a tener una duración flexible; es un problema en el que debo trabajar, me lo repito con frecuencia” (p.12)
Una trama que se construye con soltura, cuya sorprendente y macro culminación nos pareció excesiva, pero que no desmerece en absoluto el conjunto de la historia.
Música para los muertos
Luis Gutierrez Maluenda
Tropismos 2007
Por Irene Carracedo
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