19 julio 2007

Bolaño, de nuevo



Por Sergi Doria


Hace cuatro años, el escritor chileno Roberto Bolaño estaba en coma, la antesala de una muerte anunciada, que se produjo el 14 de julio en el hospital de la Vall d'Hebron. Bolaño había dejó a su editor las cinco partes de «2666», novela de novelas, su desafío al absoluto de las ficciones. Culminaba veinte años de consagración a la literatura y, si no hubiera sido agnóstico y antimilitarista, su entrega total tenía algo de monje y soldado.


Bolaño culminó su trayectoria literaria con la coherencia de los maestros. Pocos días antes de morir acudió a la presentación de un libro de su amigo Antoni Garcia Porta con quien ganó escribió en 1984 «Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce» debut literario que reeditó Jaume Vallcorba junto al cuento inédito «Diario de bar». Pergeñar una historia a cuatro manos es tarea compleja y lo debía ser más con un fanático de la escritura como Bolaño. Cuesta imaginar al inquieto Bolaño con el tranquilo García Porta.


La actividad frenética del chileno queda clara ante la mención de los proyectos que planteaba a su compañero de novela. Antes de escribir los «Consejos», cuenta García Porta, «ya habíamos probado con guiones de cine y, más tarde lo hicimos con un libro de cuentos; también iniciamos (entre enero y octubre de 1986) un proyecto de novela sobre la División Azul; recuerdo que quisimos escribir una novela policíaca que nos duró media tarde antes de desechar tanto la novela como la idea de escribirla juntos…» Veinte obras en los veinte años de residencia catalana. Bolaño quería vivir de la escritura para subvenir a las necesidades familiares pero, sobre todo, la escritura era su vida.


Eso pensaba yo la inolvidable madrugada del 28 de junio. En la última parte de «2666», tras cinco horas de teatro; escuchaba la biografía del enigmático Benno von Archimboldi que encarnaba Joan Carreras corriendo hacia Santa Teresa, la ciudad de maquilas, crímenes y mezcal «Los suicidas». Corre Archimboldi, escritor alemán, con las matanzas de Auschwitz de fondo, hacia las matanzas del desierto de Sonora. Del horror al horror.


La versión teatral de Rigola y Ley hubiera agradado a Bolaño. Ahí está su corpus: está la novela negra, los detectives salvajes, el sexo, los genocidios del siglo XX, los escritores con sus flaquezas… Están todas sus obras, incluso las que nunca llegaron a ser. Están los perdedores de todo signo, sean comunistas o literatos nazis en América. Están todos los escritores que anidaban en el escritor que fumaba todo el rato y en cada presentación parecía impaciente por volver al teclado. De nuevo Bolaño o Belano con todos sus nombres y personajes. Estaban las ganas de leer «2666». El autor en mayúsculas. Omnisciente.


Fuente: www.abc.es/


Foto: Cristina Brondo (actriz de 2666)

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