¿Alguien pensaba que la figura del detective había pasado a la historia? Aquí esta Carlos Salem para demostrar que no, que sigue vivo y dando guerra. Basta leer algunas de sus novelas o escucharle contar historias para entenderlo, pero si además viene hasta el congreso con una conferencia titulada “La necesidad del detective” todo queda mucho más claro. Salem ha hablado de Marlow y de sus mil herederos, personajes que buscan la verdad como medio para hacer su pequeña justicia, cuyo enemigo es el sistema en sí mismo, que sobreviven con su dignidad a cuestas y que al final de cada novela, aunque no lo digan, acaban pensando siempre lo mismo, la frase que encabeza esta entrada. Su repaso por la genealogía del detective privado tal y como lo acuñó Raimond Chandler ha sido esclarecedora, con la comparación con otros personajes heroicos de la cultura popular como el vaquero o el superhéroe y también con otros detectives de corte analítico o que utilizan la violencia como un fin en sí misma. Alejándose de coartadas de corte culturalista como la crítica social o el realismo, Salem hace bandera de una novela negra basada en los personajes. Bandera pirata.
“Necesitamos ese personaje porque en realidad nunca pudo existir, y por eso pervive bajo sus distintos ropajes. Hece aquello que a todos nos gustaría hacer pero no nos atrevemos”, afirma. Salem argumenta que su esencia no ha cambiado en los setenta años que van desde su creación hasta hoy, esa idea del hombre solitario y justiciero, romántico, un perdedor que ejerce de conciencia de la masa. Profundo conocedor de la obra de Chandler e incluso de los más pequeños detalles de su vida personal, encuentra en Marlow la definición exacta de ese arquetipo que se mueve entre los bastidores del sistema, arregla lo que puede y nunca pierde su fe en la condición humana.Tras el vaquero, un personaje más cinematográfico, el detective convivió con sus “competidores con leotardos”, la etapa dorada de los superhéroes, gente mucho menos humana -con la excepción de un Batman que sin embargo no comparte otros rasgos con el investigador- y que tampoco ha tenido un desarrollo literario posterior más allá de las páginas del cómic. Salem compara a los demás detectives con su personaje favorito: mientras Sherlock Holmes es analítico y se enfrenta a un enemigo generalmente inadaptado, Marlowe es impulsivo, no tiene que disfrazarse para descender a los bajos fondos porque forma parte de ellos y sus principales argumentos son la astucia y la comprensión de la naturaleza humana. “Holmes era consultado por la policía y Marlowe golpeado por ella. Seguro que conocéis la diferencia”, ha dicho Salem. Tampoco comparte rasgos con el tipo de investigador como Mike Hammer, al que definió como un tipo satisfecho con el poder que otorga el manejo de la violencia, un justiciero fachoso y movido por la venganza.
Salem ha definido su postura sobre dos valores que se atribuyen comunmente a la novela negra: su capacidad para la crítica social y el realismo que se enciarra en cada narración. Reconociendo su valor, el escritor asegura que una novela es una novela, y una novela negra tiene que ser primero una buena novela, ficticia aunque se acerque a la realidad. “Pero eso no es lo único. Se toma normalmente como coartada para que dejen entrar al género en el apartado de la gran literatura y eso no me gusta. Es como ir pidiendo perdón. La novela negra es una novela de personajes, el realismo no es obligatorio”. Ante la habitual disculpa de que un detective en un contexto como en el español sólo podría investigar asuntos de cuernos y de espionaje industrial, Salem argumenta que tampoco en Estados Unidos podía investigar crímenes, y sin embargo nació el personaje porque era necesario. “El detective real era el tipo de Pinkerton, una agencia de seguridad privada que sobre todo se dedicaba a reventar huelgas y apalear sindicalistas”.
Sobre los detectives modernos, Salem destaca a Belascoarán (creado por Paco Ignacio Taibo II) y el Carvalho de Vázquez Montalbán, gente que “ve gigantes y sabe que son gigantes, pero prefiere pensar que son molinos de viento para poder arremeter contra ellos”. Taibo definió a Belascoarán como “detective independiente”, un matiz que lo aleja de cualquier interés que no sea el de su propia supervivencia y el de hacer su pequeña justicia. “La búsqueda de la verdad tampoco es un fin en sí mismo. El detective la necesita para poder hacer lo que cree justo. Hace lo que tiene que hacer aunque sabe que no tiene posibilidad de ganar”. Wallander, Jaritos, Adamsberg y Montalbano son otros de esos caracteres que han mantenido la esencia clásica. También manifiesta su predilección por los matones con corazón (como el Toni Romano de Juan Madrid) o los periodistas. Todo un alegato a favor de la esencia de la novela negra y de sus más últimas manifestaciones.
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