27 octubre 2009

Carta de la librera negrocriminal


Sigo en el limbo. Día 52


Pidiéndole prestada la frase a Raymond Chandler: "si te gusta una novela, no quieras conocer al autor" y trasladándola a otro ámbito del libro: “si te gusta una colección, no quieras conocer a su director”, pienso que prefiero no conocer a Rodrigo Fresán.

Si algo no se puede negar a la colección que esta creando, la Roja y Negra, es que es ecléctica y no parece seguir modas. Me esta dando a conocer buenos y raros autores a los que me gustará seguirles la pista.
Cuando llegó a la librería El poder del perro con sus 718 páginas (solo Larsson se había atrevido a algo así) pasó primero por mis manos (hacer las fichas de los libros me otorga este privilegio). En la contraportada Sinaloa, México…
México y yo tenemos una muy antigua relación que me motivó a llevármelo a casa. El libro pasó rápidamente la prueba de las veinte páginas que dedico a darle el sí o el no a un libro (otro privilegio de librera) y quedé enganchada todo el fin de semana con su lectura, exigiéndole a Paco que lo leyera inmediatamente para poderlo comentar con él. Quienes lo hayan leído sabrán de qué les hablo.

Pero hoy no pensaba hablarles de El poder del perro.

Sí puedo decir que gracias a la lectura de este me acerqué a otro libro de la colección (creo que el primero): Delitos a largo plazo de Jake Arnott. Totalmente diferente pero también me gustó. Los hombres de paja de Michael Marshall, mucho mejor de lo que promete la sinopsis…etc. Así uno tras otro han ido siendo devorados los libros de la Roja y Negra

Pero lo que les iba a contar no era esto – puros preliminares ya que en el limbo se tiene mucho tiempo_ , les iba a contar que acabo de terminar el último libro de esta colección: Ojos violeta de Stephen Woodworth.

Creo que nunca hubiese leído este libro si no estuviera en la colección de Fresán. Así son las cosas. Para eso sirven las colecciones.

Los fantasmas, las historias sobrenaturales y la novela negra no son mezclas de mi agrado. Pero comencé mis veinte páginas de rigor y me quedé con ganas de saber que le pasaría a Natalie Linsdstrom de ojos violeta y a su anomalía genética. No sólo suya sino de un pequeño porcentaje de personas que al nacer han sido dotados, sin haberlo pedido, con unos ojos violeta (que ocultan con lentillas de colores) y el poder de invocar a los muertos.
Francamente me he divertido con esta novela que me ha reconciliado con las horribles horas pasadas aprendiendo las tablas de multiplicar: uno por uno es uno…, el abecedario, o repitiendo en antiguos rosarios, padrenuestros y avemarías. Resulta que sin yo saberlo todas estas monsergas repetidas hasta la saciedad pueden ser mantras. Unos Mantras parecidos a los que utilizan los violetas para impedir que los fantasmas de los muertos invadan su mente y su cuerpo.
Ante la orfandad en la que nos ha dejado Lisbeth Salander, salvando las distancias, no esta mal seguirle la pista a esta violeta, a Natalie Linsdstrom, lectora de Jane Austen y de Emily Brontë, que tiene la cabeza rapada y una constelación de puntitos azulados en el cuero cabelludo que corresponden a los veinte puntos de contacto que le han sido tatuados para conectarle unos electrodos cuando el Estado necesita utilizarla.
Yo se la pienso seguir.

Espero salir pronto del limbo, pero les aseguro que un limbo lleno de buenas lecturas es menos limbo.

La librera de Negra y Criminal.



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