Un día, llega a un Certamen Literario propulsado por los Ellery Queen (nombre de autor policial que identifica a dos primos) un cuento titulado «Nueve millas bajo la lluvia». El Certamen era uno de los tantos que realizaba la revista de los Queen que, siempre, se destacaron por incentivar y auspiciar a los jóvenes autores del género policial.
Y ese cuento fue seleccionado por el jurado entre cientos de otros textos y publicado en una antología que llevaron a cabo los Ellery Queen, en 1947.
El autor del cuento era un joven llamado Harry Kemelman, que había nacido en 1909, se había recibido en la Universidad de Harvard y que tenía múltiples cuentos escritos.
Este bostoniano había escrito un cuento sumamente ingenioso y que salía de los cánones clásicos. Y en verdad, era así.
Años después, en la década del 60, Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares hacen un trabajo por encargo. La editorial Emecé les pide una Antología de los mejores cuentos policiales y los dos amigos, reunidos en la casa de Bioy, comienzan a cambiar impresiones sobre qué textos incluirán en el volumen. Desde luego, piensan en los grandes escritores dedicados, alguna vez, al género y seleccionan un cuento clásico de Wilkie Collins, otro de Chesterton, uno de su amigo Manuel Peyrou. No podía faltar un «capo» del género como John Dickson Carr, otro «capo» como Michael Innes, otro más como Graham Greene y ese cuento tan emblemático de William Faulkner que se llama «Humo» y Agatha Christie y un imperdible de William Irish («Si muriera antes de despertar») y uno del poeta Eden Phillpots. También incluyeron un Bustos Domecq de su cosecha.
Entre los nombrados, aparecía, solapadamente, este Harry Kemelman con su «Nueve millas bajo la lluvia»…
Este era el cuento que había seleccionado el jurado, en 1947, para integrar una antología propiciada por Ellery Queen. Borges y Bioy repetían el texto, en castellano, traducido por Eugenia Cangelón.
Dos amigos, un fiscal y un profesor de literatura, se encuentran a almorzar en un bar y hablan sobre las deducciones. El profesor de Literatura alardea que si le tiran una frase de menos de diez palabras, él sacará tantas conclusiones como sea posible. También sostiene que esa cadena de conclusiones «puede ser lógica, pero no verídica».
Mientras éste paga su consumición, el amigo fiscal arranca para la puerta del bar y tropieza con dos sujetos que entran y que vienen charlando entre sí. Este incidente es proverbial.
Cuando el profesor de Literatura lo desafía a que le tire una frase, el joven fiscal le dice: «nueve millas caminando bajo la lluvia». El otro, a partir de esa frase, comienza a deducir el sentido. Saca conclusiones de todo tipo, una más ingeniosa que la otra, hasta que sale a relucir un episodio criminal. Las deducciones llevan a pensar que se cometió un crimen. Y es verdad. Se cometió un crimen.
Y ese crimen es descubierto a partir de esta cadena de deducciones que van desgranando los dos amigos.
No cuento más para no quitarle el suspenso y la originalidad a la historia y la singularidad de la trama que posee este texto al que le prestó atención aquel jurado de 1947 y al que le prestaron atención, también, dos escritores muy duchos en elegir este tipo de narraciones. Por algo, recuerden, dirigieron la colección más extraordinaria de la literatura policial en nuestro idioma que fue «El séptimo círculo».
Vale la pena leer «Nueve millas bajo la lluvia», cuento breve que resume en su trama, una gran originalidad y una inventiva saludable de su autor: Harry Kemelman.
Esta antología de «los mejores cuentos policiales» se editó en 1962; lo que no sé decir es si ha recibido futuras ediciones. Pienso que sí, teniendo en cuenta los nombres que, allí dentro, figuran y la calidad de los antologadores.
Por supuesto, nobleza obliga, tanto Borges como Bioy, incluyeron, también, un cuento de Ellery Queen en este libro.
Y ese cuento fue seleccionado por el jurado entre cientos de otros textos y publicado en una antología que llevaron a cabo los Ellery Queen, en 1947.
El autor del cuento era un joven llamado Harry Kemelman, que había nacido en 1909, se había recibido en la Universidad de Harvard y que tenía múltiples cuentos escritos.
Este bostoniano había escrito un cuento sumamente ingenioso y que salía de los cánones clásicos. Y en verdad, era así.
Años después, en la década del 60, Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares hacen un trabajo por encargo. La editorial Emecé les pide una Antología de los mejores cuentos policiales y los dos amigos, reunidos en la casa de Bioy, comienzan a cambiar impresiones sobre qué textos incluirán en el volumen. Desde luego, piensan en los grandes escritores dedicados, alguna vez, al género y seleccionan un cuento clásico de Wilkie Collins, otro de Chesterton, uno de su amigo Manuel Peyrou. No podía faltar un «capo» del género como John Dickson Carr, otro «capo» como Michael Innes, otro más como Graham Greene y ese cuento tan emblemático de William Faulkner que se llama «Humo» y Agatha Christie y un imperdible de William Irish («Si muriera antes de despertar») y uno del poeta Eden Phillpots. También incluyeron un Bustos Domecq de su cosecha.
Entre los nombrados, aparecía, solapadamente, este Harry Kemelman con su «Nueve millas bajo la lluvia»…
Este era el cuento que había seleccionado el jurado, en 1947, para integrar una antología propiciada por Ellery Queen. Borges y Bioy repetían el texto, en castellano, traducido por Eugenia Cangelón.
Dos amigos, un fiscal y un profesor de literatura, se encuentran a almorzar en un bar y hablan sobre las deducciones. El profesor de Literatura alardea que si le tiran una frase de menos de diez palabras, él sacará tantas conclusiones como sea posible. También sostiene que esa cadena de conclusiones «puede ser lógica, pero no verídica».
Mientras éste paga su consumición, el amigo fiscal arranca para la puerta del bar y tropieza con dos sujetos que entran y que vienen charlando entre sí. Este incidente es proverbial.
Cuando el profesor de Literatura lo desafía a que le tire una frase, el joven fiscal le dice: «nueve millas caminando bajo la lluvia». El otro, a partir de esa frase, comienza a deducir el sentido. Saca conclusiones de todo tipo, una más ingeniosa que la otra, hasta que sale a relucir un episodio criminal. Las deducciones llevan a pensar que se cometió un crimen. Y es verdad. Se cometió un crimen.
Y ese crimen es descubierto a partir de esta cadena de deducciones que van desgranando los dos amigos.
No cuento más para no quitarle el suspenso y la originalidad a la historia y la singularidad de la trama que posee este texto al que le prestó atención aquel jurado de 1947 y al que le prestaron atención, también, dos escritores muy duchos en elegir este tipo de narraciones. Por algo, recuerden, dirigieron la colección más extraordinaria de la literatura policial en nuestro idioma que fue «El séptimo círculo».
Vale la pena leer «Nueve millas bajo la lluvia», cuento breve que resume en su trama, una gran originalidad y una inventiva saludable de su autor: Harry Kemelman.
Esta antología de «los mejores cuentos policiales» se editó en 1962; lo que no sé decir es si ha recibido futuras ediciones. Pienso que sí, teniendo en cuenta los nombres que, allí dentro, figuran y la calidad de los antologadores.
Por supuesto, nobleza obliga, tanto Borges como Bioy, incluyeron, también, un cuento de Ellery Queen en este libro.
Por Roberto Diaz
3 comentarios:
"Caminar 13 Kilómetros no es broma, especialmente si llueve" Este relato también inspiro un cortometraje de "Nine Mile walk", con Alex O´Dogherty y Gary Picker. Pero el MAMONAZO que ha escrito esto no lo podía saber porque es del año 2010...Y así se lo hemos contado.
Un corto de Alvaro Brechner, quería decir, Director de la 1mpr3scindibl3 "Mal día para pescar" , bitches..
"Cruce de cables" se llama este blog. Pues eso, joder.
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