27 septiembre 2007

La Mafia por Domenico Airoma (2)


3. En el ventenio fascista y en la segunda postguerra


La campaña represiva contra la mafia, impulsada por Benito Mussolini (1883-1945) después de su viaje a Sicilia en mayo de 1925 y confiada al prefecto Cesare Mori (1872-1942), se articula tanto desde un plano represivo como social. Bajo el primer aspecto se recurre masivamente a medidas policiales que, como el encarcelamiento y la confiscación del patrimonio, se proponían el objetivo de erradicar a los mafiosos de los territorios controlados por ellos al tiempo que atacaban su prestigio dentro de su comunidad; desde el punto de vista social, la acción se encaminó a neutralizar el peso de la clase intermedia de los "gabelloti" y de los "campieri", confiando las labores de mediación y de representación a órganos burocráticos, aboliendo las elecciones políticas y administrativas, reservando al Estado las funciones de protección y de reglamentación económica. "En poco tiempo - constata el sociólogo alemán Henner Hesse - con estas medidas se consiguió recortar el poder de los mafiosos, por un lado persiguiéndolos, por otro haciéndolos superfluos". Por su parte, la periodista estadounidense Claire Sterling (1918-1995) concluye: "'Mussolini ha estrangulado el monstruo en su madriguera', comentó el Times de Londres [...]. Con la caída de Mussolini, al final de la Segunda Guerra Mundial, la mafia reaparece como por arte de magia. Los "hombres de honor", todos antifascistas convencidos, pasaron directamente de las cárceles a los cargos públicos". En realidad, gran parte de los mafiosos habían escapado a la represión fascista refugiándose en los Estados Unidos de América, donde dieron vida a la Unión siciliana, que más tarde asumirá el nombre de Cosa Nostra.
Si bien se discute acerca de la existencia de pactos de impunidad para los mafiosos que colaboraron en el éxito del desembarco aliado en Sicilia, está, no obstante, demostrada la reaparición del poder mafioso en los años de la postguerra, manteniéndose invariables su estructura y funciones, precisamente por la constante ausencia en el tejido social de organismos de mediación y de representación. Bien aliándose al frente separatista, bien sosteniendo la propiedad agraria, bien alineándose con el movimiento campesino, Cosa Nostra se confirma como un organismo multifuncional e interclasista, indisolublemente ligada a un determinado ámbito territorial, si bien el paréntesis americano le había proporcionado una preciosa red de conexiones internacionales.



4. Del control de los comercios al tráfico de estupefacientes


Con la expansión de la intervención del Estado en la economía - mediante la creación de entes como la Cassa per il Mezzogiorno y el Ente Nacional de Hidrocarburos, y la puesta en marcha de imponentes programas de obras públicas -, decidida, en los años 50, por el partido en mayoría relativa, la Democracia Cristiana, con el apoyo del mayor partido de la oposición, el Partido Comunista Italiano, la mafia pasa de rural a urbana, atraída por nuevas fuentes de ingresos: la construcción, el gran comercio y las contratas. En estos sectores se presenta primero bajo las apariencias tradicionales de protectora, imponiendo "cuotas" ("mordidas") a los empresarios, acabando después por gestionar ella misma las iniciativas empresariales, pudiendo contar con métodos eficaces de "desánimo" de la competencia y con el acaparamiento de las finanzas públicas.

Son estos los años en los que se convierte en particularmente intensa la relación entre las "cosche" mafiosas y los partidos políticos, hacia los que la mafia no muestra ningún interés ideológico, limitándose a dirigir el consenso hacia las mayorías establecidas, de modo que se aseguren las mayores garantías de conservación del propio poder, también el económico. "La mafia era el secreto culpable de todos los partidos - nota Sterling -, aunque para algunos era más culpable que para otros. Hasta los comunistas tenían sus pecadillos".

El mismo ingreso de algunos mafiosos en asociaciones masónicas obedece a la oportunidad de ampliar la red de contactos, sobre todo en los ambientes financieros y judiciales.
Después de haber superado, sin sufrir daños estructurales, los primeros procesos - desarrollados en Catanzaro y Bari a finales de los años 60 -, la mafia, durante toda la década sucesiva, aprovechando el compromiso del Estado frente al terrorismo, realiza una obra de imponente reforzamiento de su propio tejido organizativo con el fin de adecuarlo a los cambiantes escenarios criminales. De hecho, en esos años, prima el contrabando de tabaco producido en el extranjero y después el tráfico de estupefacientes, comportando un masivo flujo de liquidez que impone a las "cosche" mafiosas la necesidad de un enlace operativo, indispensable para evitar "conflictos de competencia". Las "familias" singulares – gobernadas por un "representante" – se reagrupan según un criterio de contigüidad territorial y son confiadas al control de "capi-mandamento", que a su vez forman parte de un organismo colegial, la "Comisión" o "Cúpula". La rígida estructura en vértice, el severo código de comportamiento y los ingentes beneficios hicieron indefectible la intervención "sancionadora" siempre que – desde el interior o el exterior - se atente contra la integridad de la organización mafiosa. La misma relación con las instituciones, a pesar de obedecer al criterio de la "cohabitación" utilitaria, empieza a hacerse más conflictiva, previendo, como única alternativa a la corrupción de los representantes de los poderes estatales, la cruenta eliminación de los mismos, con métodos de tipo terrorista y con el objetivo de hacer siempre más evidente la incontrolabilidad del territorio por parte del Estado.


Mientras tanto, Cosa Nostra estrecha lazos con organizaciones criminales extranjeras, entre las que destacan la "mafia" rusa, de origen principalmente político, la turca, las tríadas chinas y la yakuza japonesa, frente a las que la mafia siciliana, sin alterar su propia naturaleza de organización con base territorial, se presenta como paradigma organizativo iniciando – la observación es del magistrado Giovanni Falcone (1939-1992) - la "peligrosísima perspectiva de una homologación de los modelos de organización criminal". Ante tal extensión cuantitativa y cualitativa del fenómeno mafioso, el poder ejecutivo y el legislativo se inspiran en sus intervenciones más en la "lógica del funeral", interviniendo con medidas de emergencia, con el fin más de calmar las "calles", después de clamorosos asesinatos de magistrados o de representantes de las fuerzas del orden, que de afrontar radicalmente la cuestión. Los éxitos judiciales de relieve se obtienen sólo con el recurso sistemático a los llamados "arrepentidos", quienes permiten a los investigadores penetrar en el interior de la organización de Cosa Nostra. Las primeras derrotas judiciales de la mafia y la "implosión" del sistema de partidos llevaron a Cosa Nostra a buscar nuevos referentes políticos, desde el momento en que los utilizados hasta el momento ya no podían asegurar el "ajuste" de los procesos y la distribución de la financiación pública.

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