Pasear por el Glasgow de los 50 era bastante complicado. La niebla te impedía ver las puntas de tus propios zapatos. Lennox no puede vérselas pero Lennox no acostumbra a mirar por dónde anda, ni siquiera con si debería andar con quién anda. Por eso la noche que muere el magnate de los bajos fondos Jimmy MacFarlane (pieza clave del hampa que cubre sus oscuros negocios tras las ya de por sí turbias apuestas en las carreras de galgos) se encuentra, casualidades de la vida, con la hija del mismísimo MacFarlane. Su coartada es sólida. Sus ganas de descubrir lo que le ha ocurrido al viejo, también. Así arranca 'El beso de Glasgow' (Roca Editorial), de Craig Russell, segunda entrega de la serie protagonizada por el buen chico malo Lennox.
"El beso de Glasgow no es sólo el título de este libro, sino algo que no deberías pedir en un bar", dice el propio Russell. Viste de negro y azul eléctrico y dice que lo de irse a los 50 tiene que ver con su pasión por la novela negra clásica. "Marlowe es el detective ideal. Adoro a Chandler. Pero también adoro a Jim Thompson. No puedo negar que Lennox tiene mucho de Marlowe, pero es que crecí leyendo esas novelas y viendo películas clásicas de género, y su influencia es inevitable", admite. Tan inevitable que Lennox parece el primo canadiense (porque no es escocés, aunque eligió vivir en Glasgow) del bruto y seductor Philip Marlowe.
Así, si en las novelas de Chandler, Los Angeles era algo más que un escenario, en las de Russell, Glasgow "es un personaje más". "Está viva, no es sólo una ciudad", dice el escritor. Una ciudad (personaje) maltratada por la época (a la caída del imperio británico se sumó la crisis industrial y de identidad que provocó la posguerra) alérgica a la higiene dental ("los dentistas de Glasgow saben de lo que hablo", se limita a contestar el escritor), al perdón y a una dieta mínimamente sana. "Seguro que Lennox probará algún día una de esas barritas de chocolate rebozadas. Yo la probé una vez, y están malísimas. Pero puede que a él le gusten", dice Russell.
El escritor se lleva francamente bien con su detective. Sabe que Jan Fabel (el protagonista de su otra serie de novelas, ambientada en Hamburgo) es un buen chico y podría ser su amigo, pero si tuviera que salir con alguien una noche, elegiría a Lennox. ¿Y de qué hablarían? "Seguramente tendríamos una conversación frívola y divertida. Porque a Lennox no le gusta hablar de nada profundo. Le da miedo. Tiene mucho que esconder y por eso siempre intenta huir de cualquier conversación compleja", contesta Russell. Lennox estuvo en la Segunda Guerra Mundial "y cuando acabó, tuvo que regresar a una vida cotidiana que creía haber abandonado para siempre", dice.
El escritor que participó la semana pasada en BCNegra (y ha dado nombre con su nueva novela a un cóctel que incluye zumo de piña, whisky y granadina), dice haber tomado como modelo a su padre, "que también perdió su juventud por culpa de un accidente cronológico (también fue llamado a filas durante la Segunda Guerra Mundial)", para crear el drama de Lennox, un drama que irá resolviéndose conforme avance la serie. "Lennox busca su redención, cada vez de forma más evidente", admite el escritor, que está ya culminando la tercera entrega, también situada en Glasgow, un Glasgow en blanco y negro, "más real y crudo" que el Los Angeles de estrellas que se apagan de su adorado Chandler.
Texto: Laura Fernández
Foto: Alberto Estevez
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/02/07/novelanegra/1297108957.html
"El beso de Glasgow no es sólo el título de este libro, sino algo que no deberías pedir en un bar", dice el propio Russell. Viste de negro y azul eléctrico y dice que lo de irse a los 50 tiene que ver con su pasión por la novela negra clásica. "Marlowe es el detective ideal. Adoro a Chandler. Pero también adoro a Jim Thompson. No puedo negar que Lennox tiene mucho de Marlowe, pero es que crecí leyendo esas novelas y viendo películas clásicas de género, y su influencia es inevitable", admite. Tan inevitable que Lennox parece el primo canadiense (porque no es escocés, aunque eligió vivir en Glasgow) del bruto y seductor Philip Marlowe.
Así, si en las novelas de Chandler, Los Angeles era algo más que un escenario, en las de Russell, Glasgow "es un personaje más". "Está viva, no es sólo una ciudad", dice el escritor. Una ciudad (personaje) maltratada por la época (a la caída del imperio británico se sumó la crisis industrial y de identidad que provocó la posguerra) alérgica a la higiene dental ("los dentistas de Glasgow saben de lo que hablo", se limita a contestar el escritor), al perdón y a una dieta mínimamente sana. "Seguro que Lennox probará algún día una de esas barritas de chocolate rebozadas. Yo la probé una vez, y están malísimas. Pero puede que a él le gusten", dice Russell.
El escritor se lleva francamente bien con su detective. Sabe que Jan Fabel (el protagonista de su otra serie de novelas, ambientada en Hamburgo) es un buen chico y podría ser su amigo, pero si tuviera que salir con alguien una noche, elegiría a Lennox. ¿Y de qué hablarían? "Seguramente tendríamos una conversación frívola y divertida. Porque a Lennox no le gusta hablar de nada profundo. Le da miedo. Tiene mucho que esconder y por eso siempre intenta huir de cualquier conversación compleja", contesta Russell. Lennox estuvo en la Segunda Guerra Mundial "y cuando acabó, tuvo que regresar a una vida cotidiana que creía haber abandonado para siempre", dice.
El escritor que participó la semana pasada en BCNegra (y ha dado nombre con su nueva novela a un cóctel que incluye zumo de piña, whisky y granadina), dice haber tomado como modelo a su padre, "que también perdió su juventud por culpa de un accidente cronológico (también fue llamado a filas durante la Segunda Guerra Mundial)", para crear el drama de Lennox, un drama que irá resolviéndose conforme avance la serie. "Lennox busca su redención, cada vez de forma más evidente", admite el escritor, que está ya culminando la tercera entrega, también situada en Glasgow, un Glasgow en blanco y negro, "más real y crudo" que el Los Angeles de estrellas que se apagan de su adorado Chandler.
Texto: Laura Fernández
Foto: Alberto Estevez
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