19 enero 2010

Ya tiene comisario el pueblo



Mezcla de maldito policía, mito y personaje mediático, el Malevo Ferreyra se suicidó a fines de 2008. Una investigación periodística recupera su figura para reconstruir más de cuarenta años de historia política y social de Tucumán.

Por Carlos Rodríguez


Esta excelente investigación periodística sobre la vida de Mario Oscar Ferreyra, El Malevo, tal como fue concebida por Sibila Camps, es un relato pormenorizado que resume cuarenta años de historia en la provincia de Tucumán, desde el cierre de once ingenios por decisión de la dictadura de Onganía hasta sucesos ocurridos después del mediático suicidio del polémico policía, el 21 de noviembre de 2008. Para tratar de entender y explicar el porqué de la devoción que genera en buena parte de la población tucumana un hombre que fue condenado en 1993 a cadena perpetua por un triple homicidio y que nunca antes había sido investigado por innumerables denuncias por crímenes similares, atropellos y torturas, la autora indagó incluso entre los mitos populares, como la leyenda del Familiar. Ese enviado del diablo que, asociado a los dueños de los ingenios, se “come” a los peones molestos.

Sibila Camps concluye que el Familiar produjo las primeras desapariciones de personas en una provincia donde hubo 707 de esos casos durante la dictadura militar que comenzó el 24 de marzo de 1976. Claro que en Tucumán la represión se había iniciado varios años antes, por la presencia de la guerrilla en los montes, lo que derivó –durante el gobierno de Estela Martínez de Perón– en la puesta en marcha del llamado Operativo Independencia, comandado primero por el general Acdel Vilas y luego por Antonio Domingo Bussi, quien fue gobernador elegido por voto popular en el año 1995, a pesar de ser el militar con más denuncias acumuladas por crímenes de lesa humanidad ocurridos en esa provincia.

A través de una serie de inquietantes entrevistas personales con El Malevo, la autora recrea la vida del hombre que había nacido en el campo, en Los Pereyra, donde su padre era un minifundista de mano dura, con propios y extraños. En ese marco, muchas veces en la voz de Ferreyra, se narran las andanzas violentas del Malevo, un apodo que le pusieron sus propios compañeros de la policía tucumana. Antes de cumplir los 12 años mató por primera vez, utilizando un arma de fuego. La víctima fue un halcón que se quería robar los pollos. Después vinieron muchos seres humanos, en el monte tucumano, cuando fue soldado de la lucha “contra la subversión”, y en las calles del Jardín de la República, tratando de imponer “la ley y el orden”.

La meticulosa investigación periodística por momentos parece una novela de ficción, dada la increíble vida de un policía que se fugó el mismo día en que lo condenaron a perpetua y que cuando fue a la cárcel, estuvo en un sector vip, por mucho menos tiempo que el fijado en la condena original, favorecido por sus contactos con el poder político y judicial de la provincia.

Un personaje al que muchos siguen venerando, mientras otros tantos lo consideran un asesino de marca mayor. En lo único en que coincidían, unos y otros, cuando El Malevo estaba vivo, era en el miedo que generaba su figura y su leyenda. El mismo se encargó de agrandar su fama, como cuando afirmó en una nota periodística que él mató en pelea franca, FAL contra FAL, al guerrillero montonero Juan Carlos Alsogaray, versión desmentida, por derecha y por izquierda. El propio Ferreyra quiso inmortalizarse, en suma, con su pomposo suicidio ante las cámaras de la televisión. La historia dirá si lo logró.


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