26 enero 2010

Bilbao muy negro




La capital vizcaína y su entorno, con su mezcla de ruinas industriales, restos de un pasado esplendoroso y espacios de modernidad, resultan perfectos como escenarios

José Javier Abásolo. Suele ser un lugar común afirmar que Bilbao constituye un excelente escenario para ubicar una novela de serie negra y de hecho, aunque sin llegar al nivel de producción de los autores que localizan sus relatos en Madrid o Barcelona o, aún más impensable, en las metrópolis inglesas o norteamericanas, de unos años a estas fechas el panorama se ha ido moviendo en ese sentido y son cada vez más los escritores que se apropian de ese género o forma de expresión narrativa que tiene muchos nombres -negro, policial, criminal, de intriga, de misterio, etc.-, para dar forma a sus creaciones y describirnos, de un modo tan duro como veraz, las virtudes y defectos, las luces y sombras, de la sociedad bilbaína. Al fin y al cabo, si la literatura en general nos habla de las grandes pasiones, el amor, el odio, el poder, el dinero, la amistad, el género negro nos habla también de esas mismas pasiones, con el añadido de que se llevan al extremo de que alguien decide que puede merecer la pena matar, o incluso arriesgarse a morir, por satisfacerlas.

En el pasado, autores como Jorge Martínez Reverte con 'Gálvez en Euskadi' o 'Gudari Gálvez'; Juan Antonio de Blas con '¿Hay árboles en Guernica?' o Manuel Quinto con 'Cuestión de astucia' se acercaron a Euskadi y Bilbao para narrarnos las andanzas de su personajes. Se trataba, de todos modos, de un acercamiento en el que primaba más el intento de acercarse al fenómeno del terrorismo desde el propio género negro que a la sociedad en la que insertaban sus relatos.

Paralelamente, entre nosotros Juan Bas ha publicado 'Alacranes en su tinta', única novela de un autor vasco publicada en la mítica 'Série Noire' de la editorial francesa Gallimard. En ella, un cocinero que ha pasado varios años en coma como consecuencia de un atentado fallido contra Franco urde una venganza contra una serie de personajes tan emblemáticos en Bilbao como pueden ser el obispo, un antiguo entrenador del Athletic, una cantante de ópera, un cocinero prestigioso y el lehendakari. Y Txema Soria es autor de 'Bilbao, un crucigrama en la página de sucesos', un libro plagado de perdedores, actores caídos en desgracia, policías corruptos, delincuentes traicionados, detectives que intentan mantener su dignidad y honradez dentro de la sociedad en las que les ha tocado vivir y damas de la alta burguesía que son conscientes de que la palabra «alta» con la que se define la clase social a la que pertenecen es un mero eufemismo. Ambos, Bas y Soria, se apropiaron de las calles de Bilbao en particular, y de las de Vizcaya y Euskadi en general, para narrarnos las venturas y desventuras de sus protagonistas.

A estos autores y novelas se unieron en 2008 otros dos escritores: Juan Infante, que en 'El crimen de Cienfuegos' hace confluir en Bilbao los intereses de la nueva y poderosa mafia rusa con los más clásicos de la tradicional burguesía bilbaína, y Willy Uribe, cuya novela 'Sé que mi padre decía' nos narra una intensa historia por la que transitan antiguos legionarios que tienen cuentas pendientes con su pasado familiar, hombres de negocios sin escrúpulos y etarras que van por libre. Se sumaron así a esa celebración de Bilbao como prototipo de ciudad ideal para ambientar una novela de género negro, pero puede decirse, sin exagerar, que el año 2009 ha sido en este sentido, uno de los más fructíferos, ya que la 'cosecha roja' bilbaína, por parafrasear a Dashiell Hammett, uno de los padres fundadores del género, nos ha proporcionado cuatro estupendas novelas que transcurren en Bilbao y que, cada una a su modo, contribuye a armar ese puzzle literario que es la capital vizcaína.

El primer aldabonazo lo dio Julián Ibáñez con su novela, ganadora del Premio L'H Confidencial, 'El baile ha terminado'. Ibáñez, santanderino nacido en el año 1940, es uno de los precursores del género en España. Su primera novela, 'La triple dama', se publicó en 1979 en la primera colección que estuvo dedicada íntegramente a obras escritas originalmente en castellano, 'Club del crimen', y curiosamente transcurría en Vitoria, antes de que esta ciudad fuera designada capital de la Comunidad Autónom.

Posteriormente, gran parte de su narrativa está localizada en ambientes portuarios de innominadas ciudades del norte español, que tanto podrían ser identificadas con Bilbao como con otras capitales.

Y como si por fin quisiera descorrer el velo que mantenía oculto el nombre de la ciudad o ciudades en las que transcurrían sus historias, sitúa la obra ganadora del Premio L'H Confidencial en Bilbao que aparece ante nosotros tal como es o, quizás sería mejor decir, tal como la ve el propio Julián Ibáñez.

Escenarios

Un policía destinado en un misterioso grupo dedicado al seguimiento de delincuentes llega a la capital vizcaína tras las huellas de un hombre. Nadie le ha informado del motivo de esa operación lo que, debido a su carácter un tanto apático y conformista, no le preocupa demasiado, pero las circunstancias cambiarán radicalmente cuando lo que es un simple seguimiento se complica con una muerte y la intervención de sus compañeros de la Brigada Antiterrorista, unos colegas que parecen vigilarle más a él que a los terroristas de los que se supone que tienen que ocuparse, mientras por otra parte la Ertzaintza le ofrece su ayuda, pero es una ayuda envenenada, ya que en realidad lo que desea es controlarle. Ibáñez recorre en esta novela, junto a su protagonista, unos parajes de Vizcaya cuyo aparente bucolismo encierra unas historias tan negras como la vida misma y en las que también está presente el impuesto revolucionario.

Y siguiendo el dicho, que hablando de novela negra viene como anillo al dedo, de que quien golpea primero golpea dos veces, Ibáñez ha repetido en el 2009 escenario bilbaíno para una nueva novela que lleva el sugerente título de 'Perro vagabundo busca a quién morder'. Las calles de Deusto, Getxo o Sopelana son el escenario en el que Ibáñez mueve a su personaje, un inspector destinado en el Grupo de Extranjería de la Policía Nacional. Con la mayoría de las competencias policiales en manos de la Ertzaintza o, para otro tipo de cometidos más específicos, de la Brigada Antiterrorista de la propia Policía Nacional, Soto, que así se llama el protagonista de 'Perro vagabundo busca a quién morder', sestea apaciblemente en trabajos burocráticos, tranquilidad tan sólo rota por esporádicos trabajos que, al igual que algunos de sus compañeros, efectúa para una agencia de detectives, pese a tenerlo prohibido oficialmente. Pero ese reposado modo de vida se verá interrumpido cuando le encargan que investigue la desaparición de una niña de origen bielorruso adoptada por un matrimonio vasco, lo que no deja de causarle extrañeza ya que ese tipo de asuntos no es propiamente competencia de su grupo sino de la Ertzaintza. Simultáneamente los encargos que le hace una compañera, en principio para la agencia de detectives con la que suelen colaborar, se empiezan a complicar, lo que le lleva a pensar que se está deslizando por un terreno quebradizo. De nuevo el impuesto revolucionario junto a los ajustes de cuentas entre delincuentes reconvertidos en empresarios y las maquinaciones de unos policías que tienen como misión combatir el terrorismo aunque parece que les preocupan más otro tipo de asuntos, servirán de trasfondo de un relato en el que constantemente aparecen parajes conocidos por todos los vizcaínos.

Javier Otaola, con su novela 'As de espadas', tomó el relevo de Julián Ibáñez narrándonos una historia que se fundamenta en algo tan nuestro como la 'cuadrilla'. Si los italianos y los norteamericanos tienen la mafia y el crimen organizado, los chinos las tríadas y los japoneses la Yakuza, nosotros tenemos la 'cuadrilla'. Es cierto que a diferencia de las anteriores, la cuadrilla no es una institución criminal, pero en la pluma de un escritor que sabe lo que se trae entre manos puede ser el germen de una apasionante novela negra.

Reunión de amigos

Un grupo de amigos que en su día fueron compañeros en un colegio religioso del centro de Bilbao se reúnen al llegar a la cincuentena para revivir, en lo posible, aquellos años en los que aún se consideraban unos 'buenos chicos', unos años repletos de ilusiones y en los que lo más importante que había para ellos era su mutua e inquebrantable amistad. Un sacerdote, un concejal de urbanismo del PNV, un naviero casado con una aristócrata de origen belga, un alto cargo de la Unión Europea, un empresario de pompas fúnebres y un funcionario del Gobierno vasco se darán cita en una casa de retiro del Opus Dei. Todos a su manera, en mayor o menor escala, aparentan ser triunfadores en el campo que han elegido para desarrollar su actividad profesional y son, así mismo, representativos de una clase social muy arraigada en el país y educada en los llamados 'colegios de curas' cuando aún no eran centros concertados.

Pero como si estuviéramos ante una novela de Agatha Christie, uno de los amigos aparece muerto con una makila incrustada en el pecho y Felicidad Olaizola, la ertzaina lesbiana que protagonizó 'Brocheta de carne', la anterior novela de Javier Otaola, tendrá que investigar cuál de esos 'buenos chicos' ha acabado convirtiéndose en un asesino, dándonos a los lectores la oportunidad de conocerlos más a fondo y, de paso, la oportunidad de conocernos un poco más a nosotros mismos.

Y para cerrar el círculo nada mejor que romperlo. No se trata de una contradicción sino que la cuarta de las novelas negras de las que estamos hablando, escrita por Iñaki Miró, se titula 'Círculo roto'.

La historia empieza con un asesinato en plena Gran Vía de Don Diego López de Haro durante las entrañables fechas navideñas, junto al animado escaparate, atracción de niños y grandes, de unos emblemáticos grandes almacenes, continúa con un funeral en la parroquia de San Vicente Mártir de Abando, la iglesia de la que todos los domingos de Ramos sale la bilbaína procesión del Borriquito y transcurre por lugares como el Hospital de Cruces, en el que un enfermo fallece, pero no a causa de la dolencia por la que fue ingresado, o un caserío cercano a Gernika. Una serie de ancianos va muriendo en diversas circunstancias, algunas aparentemente inocuas y otras más sospechosas, lo que despierta el casi dormido olfato periodístico de Antonio Molina, un antiguo periodista de éxito que, tras su retorno a Bilbao por motivos familiares, ha iniciado un evidente declive profesional y ve en esa historia la oportunidad de relanzar su carrera, pese a que para ello tendrá que competir, ayudado por la hija de uno de los ancianos asesinados, con el ertzaina más peligroso e indeseable que hasta el momento ha dado la ficción literaria.

La búsqueda de la verdad les llevará a recorrer el espacio físico que hay entre Bilbao y la costa mediterránea, tras pasar por la comarca de Urdaibai o el club de campo de La Bilbaína, entre otros lugares muy próximos para el lector vasco, pero en su investigación se encontrarán con otro recorrido que sin ser físico es mucho más importante, el que les llevará desde la época actual, en la que transcurre la novela, hasta unos hechos sucedidos en los años de la Guerra Civil, tiempo de heroicidades y de miserias, como son siempre los tiempos marcados por las contiendas bélicas, y en los que a menudo héroes y villanos suelen ser las mismas personas. Antonio Molina y su compañera tendrán que llegar hasta el fondo del asunto aunque para ello se enfrenten a un pasado del que seguramente no se puede estar demasiado orgulloso, pero que no deja de ser, por suerte o por desgracia, nuestro propio pasado.

'El baile ha terminado', 'Perro vagabundo busca a quién morder', 'As de espadas' y 'Círculo roto', cuatro novelas muy diferentes entre sí de tres autores (Julián Ibáñez, Javier Otaola e Iñaki Miró) con propuestas narrativas y estilos también muy diferentes, pero hermanados por la utilización de Bilbao como escenario en el que están localizadas físicamente sus obras y del género negro como vehículo para narrar sus historias. Cuatro novelas efectivamente muy diferentes, pero que van completando, junto a las que sin duda aparecerán en el futuro, tanto dentro de los cánones de la novela policíaca como de cualquier otro tipo de expresión literaria, la visión que, desde la ficción narrativa, tenemos de esa ciudad que lleva por nombre Bilbao.

JOSÉ JAVIER ABÁSOLO ES ESCRITOR:

Cuatro novelas recientes y muy distintas utilizan la villa para desarrollar sus historias

Política y terrorismo también están presentes en los relatos de suspense y asesinatos

MIKEL CASAL

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