25 noviembre 2013

Ian Rankin asegura que la novela negra nórdica ha muerto y que el futuro está en Sudáfrica


El escritor escocés de novela negra Ian Rankin es una institución en Edimburgo, la ciudad brumosa llena de castillos, escritores, "pubs" y leyendas, gracias a su inspector John Rebus, un personaje muy querido dentro del género al que había jubilado hace años y que ahora recupera en "Sobre su tumba" (RBA).

Ian Rankin (Cardenden, 1960), que ha puesto a Edimburgo, declarada por la Unesco, Ciudad Literaria, en lo más alto de la novela negra actual, recibe a Efe en el Oxford Bar, un "pub" al que acude de forma asidua, como lo hace su inspector Rebus, y allí, con una pinta de cerveza por medio, asegura que el mejor país donde se hace novela negra es Escocia. 
El autor de "El jardín de las sombras" afirma con contundencia que el futuro, "el Porque para Rankin, lo que hace muy bien la novela negra es "analizar un país que acaba de llegar a la democracia, cuando la violencia se ha calmado un poco y se pueden analizar los porqués, las raíces de esa situación y de esa violencia", y entre los autores del "noir" sudafricano destaca a Deon Meyer. Al tiempo, considera que los nórdicos se están repitiendo mucho y que su calidad literaria ha bajado. 

De vuelta a casa, Rankin, cuyos libros se han traducido a 36 idiomas y ha vendido más de 25 millones de ejemplares en todo el mundo, jubiló hace cinco años a Rebus, al cumplir los 60, y lo hizo en su libro "La música del adiós", coincidiendo con las leyes laborales de Escocia. Ahora, trabajando primero para la policía de paisano y luego como colaborador, vuelve para resolver uno de los casos más perturbadores y sórdidos, las desaparición de varias mujeres en cadena.
Una excusa que le lleva a Rankin a poner en la palestra los asuntos y problemas sociales más actuales, tejidos con su escritura realista. Rankin rebusca debajo de la piel de una sociedad que hoy empieza a hablar más alto y claro de los asuntos de violencia de género y de abuso sexual en la familia. "Este es un problema muy actual -dice-, y esta novela comenzó cuando escribí una nota sobre un padre o una madre que habían perdido un hijo y cómo habían sobrevivido después. 
Como esto había ocurrido hacía tiempo y Rebus colaboraba con la sección de casos reabiertos, fue el hilo del que empecé a tirar", subraya. "A mí me gusta bucear por debajo, por las zonas menos visibles de la sociedad, y este es un ejemplo -añade-. Hubo muchos casos de abusos sexuales que habían ocurrido hace décadas y de los que la gente nunca hablaba. Creo que ahora la sociedad escocesa está más concienciada y habla más del tema y se empieza a denunciar, gracias a los medios de comunicación". 

Este, como otros temas de sus anteriores novelas, demuestran lo ligada que va la actualidad a los libros de Rankin, quien en esta nueva novela contrapone también a Rebus con su otra creación, nacida en 2010 en su novela "Asuntos internos", el inspector Fox, la antítesis de Rebus. "Son dos formas de entender la vida, filosófica y profesionalmente", matiza. "Rebus representa a un lobo solitario -argumenta-, a un hombre que no le gustan las normas, que su lugar de trabajo son las calles de Edimburgo, el 'pub' donde interroga a sus fuentes, que bebe; un progre algo vaguete, al que internet, o las nuevas formas de investigación, no le interesan nada. Solo me une a él la música", advierte Rankin, que tuvo un grupo de música y acaba de estrenar una obra de teatro.
En "Sobre la tumba", Rankin saca la acción por primera vez de Edimburgo y la entrelaza en una "road novel" con el norte de Escocia, por la A-9, la carretera que se convierte en otro protagonista más de la novela por ser el centro de todos lo crímenes.

Rankin, vecino de J.K. Rowling, reconoce que cuando leyó la novela negra de la autora de Harry Potter "El canto del cuco", le gustó mucho, "pero claro, como estaba firmada con pseudónimo, solo se vendieron 600 ejemplares y, cuando se supo quién era, a la semana se vendieron 20.000". Lo mismo pasó con mi primera novela, así que las cosas no han cambiado mucho", concluye. 

Por Carmen Sigüenza.

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Foto: EFE

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