La industria editorial mexicana fue seducida, desde hace un rato, por las historias ficticias o reales alrededor del narcotráfico. Haciendo a los vampiros a un lado como una moda efímera, la presencia del narco escapa continuamente de los encabezados de la prensa y se cuela en las mesas de novedades.
Entre la múltiple oferta de periodismo morboso, y esa nueva novela negra mexicana que combina el western con el thriller político; nos topamos con una novelita inesperada: Fiesta en la madriguera de Juan Pablo Villalobos.
Sorprende, primero, que Anagrama, el sello que encabeza la vanguardia de la literatura de élite en español, se haya aventurado en la novela de narcos.
Segundo, que ésta sea la primera novela de un mexicano, estudiante de posgrado en Barcelona, prácticamente desconocido en el medio. Tercero, que el texto, carezca por completo de concesiones lingüísticas y literarias para el lector ibérico (bienvenida y refrescante virtud).
La novela es un ejercicio deslumbrante y perturbador. La vida del hijo de un capo del narco narrada por él mismo, sólo que el narrador tiene muy corta edad y una óptica peculiar, sin duda formada por su medio recluido y violento.
Villalobos elige llamar a todos sus personajes con nombres de corte prehispánico, una propuesta entendible y francamente provocadora, que, sin embargo, funciona muy bien, tanto para el registro humorístico, como para darle una connotación de universalidad que evita la comparación y la alusión frente a la presencia cotidiana de sicarios del narco en la prensa.
Tochtli, el niño narrador, ama las palabras nuevas del diccionario (que usa con efectos deliciosos), los hipopótamos enanos de Liberia y el ser un buen macho, como su padre. Parte de una pandilla cuya principal cualidad es la solidaridad y la verdad sin cortapisas.
La novela, sin embargo, no es la crónica de un pequeño monstruo producto de una realidad imposible. Tampoco un ejercicio de impostura de un autor que busca un ángulo novedoso para abordar un tema comercial.
La voz de Tochtli es un gran acierto, inocentemente cruel, entrañable hasta en su esquizofrenia. Consigue envolvernos desde el primer párrafo (y estoy perfectamente consciente que decir esto es casi un cliché de la crítica literaria), y no soltarnos ni un momento.
Villalobos juega con un arma de dos filos: alterna el horror de nuestra lectura con la cotidianidad casi trivial con que el narrador describe su mundo.
Provoca una confrontación entre la brutalidad y un sentido del humor renegrido en el lector, indispensable y eficaz manera de abordar un tema que de otra manera sería demasiado duro.
Y es aquí donde Fiesta en la madriguera se desmarca del resto de novelas sobre el narco. Villalobos nos sumerge y nos ahoga no sólo en nuestro propio morbo, sino en nuestra propia expectativa del arco narrativo de una novela criminal.
Fiesta en la madriguera bien puede convertirse en un indiscutible clásico del género. Una novela que nos rompe el corazón (que sabíamos roto hace tiempo, pero que de todas maneras duele) y nos invita tanto a la carcajada como a la inevitable reflexión frente a un subtexto político de implacable actualidad y pertinencia.
Vea la entrevista a Villalobos en eleconomista.com.mx/arte-e-ideas
Texto: Ricardo García Mainou
http://eleconomista.com.mx/entretenimiento/2010/08/29/infancia-hilarante-cruel
Entre la múltiple oferta de periodismo morboso, y esa nueva novela negra mexicana que combina el western con el thriller político; nos topamos con una novelita inesperada: Fiesta en la madriguera de Juan Pablo Villalobos.
Sorprende, primero, que Anagrama, el sello que encabeza la vanguardia de la literatura de élite en español, se haya aventurado en la novela de narcos.
Segundo, que ésta sea la primera novela de un mexicano, estudiante de posgrado en Barcelona, prácticamente desconocido en el medio. Tercero, que el texto, carezca por completo de concesiones lingüísticas y literarias para el lector ibérico (bienvenida y refrescante virtud).
La novela es un ejercicio deslumbrante y perturbador. La vida del hijo de un capo del narco narrada por él mismo, sólo que el narrador tiene muy corta edad y una óptica peculiar, sin duda formada por su medio recluido y violento.
Villalobos elige llamar a todos sus personajes con nombres de corte prehispánico, una propuesta entendible y francamente provocadora, que, sin embargo, funciona muy bien, tanto para el registro humorístico, como para darle una connotación de universalidad que evita la comparación y la alusión frente a la presencia cotidiana de sicarios del narco en la prensa.
Tochtli, el niño narrador, ama las palabras nuevas del diccionario (que usa con efectos deliciosos), los hipopótamos enanos de Liberia y el ser un buen macho, como su padre. Parte de una pandilla cuya principal cualidad es la solidaridad y la verdad sin cortapisas.
La novela, sin embargo, no es la crónica de un pequeño monstruo producto de una realidad imposible. Tampoco un ejercicio de impostura de un autor que busca un ángulo novedoso para abordar un tema comercial.
La voz de Tochtli es un gran acierto, inocentemente cruel, entrañable hasta en su esquizofrenia. Consigue envolvernos desde el primer párrafo (y estoy perfectamente consciente que decir esto es casi un cliché de la crítica literaria), y no soltarnos ni un momento.
Villalobos juega con un arma de dos filos: alterna el horror de nuestra lectura con la cotidianidad casi trivial con que el narrador describe su mundo.
Provoca una confrontación entre la brutalidad y un sentido del humor renegrido en el lector, indispensable y eficaz manera de abordar un tema que de otra manera sería demasiado duro.
Y es aquí donde Fiesta en la madriguera se desmarca del resto de novelas sobre el narco. Villalobos nos sumerge y nos ahoga no sólo en nuestro propio morbo, sino en nuestra propia expectativa del arco narrativo de una novela criminal.
Fiesta en la madriguera bien puede convertirse en un indiscutible clásico del género. Una novela que nos rompe el corazón (que sabíamos roto hace tiempo, pero que de todas maneras duele) y nos invita tanto a la carcajada como a la inevitable reflexión frente a un subtexto político de implacable actualidad y pertinencia.
Vea la entrevista a Villalobos en eleconomista.com.mx/arte-e-ideas
Texto: Ricardo García Mainou
http://eleconomista.com.mx/entretenimiento/2010/08/29/infancia-hilarante-cruel
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