26 abril 2010

La nueva estocada del lumpen literario


El libro reúne dos textos breves donde el maldito francés hace lo que mejor sabe: explorar la marginalidad desde el interior. El encarcelamiento juvenil y la homosexualidad encienden la veta más radical y antisocial de un autor con credenciales de ladrón, genio y prostituto.

Daniel Maestre/ La Nación

El niño criminal” (publicado por Errata Naturae, otra nueva editorial española independiente) presenta dos textos breves del francés Jean Genet, uno de 1948, que da su título al libro, y otro de 1954: “Fragmentos”, una colección de prosas que iban destinadas a un proyecto de libro tan extraordinariamente ambicioso que terminó siendo imposible llevarlo a cabo.

Ambos textos son presentados por la editorial como “las propuestas más radicalmente antisociales de la obra de Jean Genet”.

Algo que no es poco decir para un autor que siempre exhibió méritos de antisocial ejemplar: fue ladrón, vagabundo, prostituto y por añadidura uno de los escritores más emblemáticos y polémicos del siglo XX.

Echando mano a sus registros más explícitos y poéticos, el agitador galo se arrojó nuevamente a la comprensión de los tópicos que más líneas han motivado en toda su obra: el crimen y la homosexualidad.

“El niño criminal” devela el universo carcelario que se vive en las colonias penitenciarias para niños y adolescentes, tomando posición junto a los reclusos y guardando la más alta estima moral para el gesto de rebeldía que ellos gritan hacia fuera de los barrotes.

QUERIDOS ENEMIGOS

El libro incluye además una introducción titulada “Lejos de Mettray”, a cargo de la especialista Irene Antón, quien también traduce los textos de Genet. La traductora contextualiza el origen y aparición de los escritos, explicando el sentido de lo que en apariencia parece inexplicable.

Y el texto llega en coordinación con días de inusitada violencia adolescente e infantil, de detectores de metales a la entrada de las escuelas y de hampones célebres sin edad para conducir: “Genet va a presentarnos a nuestros enemigos. Va a presentárnoslos tal y como él los concibe: malvados, criminales y, por ello, libres, bellos, heroicos”, se lee en el prólogo.

En “Fragmentos…”, Genet instala el andamiaje más duro de la homosexualidad, deshilachándola hasta los detalles más increíbles, haciendo evidente el modo en que ésta influye y determina su existencia y su obra.

“Se nace así. De un padre que jamás verás. Y de una joven puta que te abandonará a los siete meses. Después, ni una sola fotografía a la que agarrarse. Ni un rostro de la madre. Sólo una investigación que acaba diciéndote que se llamaba Gabrielle Genet. Y nada más. Una ladrona, piensa, y de inmediato la asocia con la santa puta joven, la madre no vista (…) ¿Y si fuera ella? me dije mientras me alejaba de una pordiosera. Si lo fuese, iría a cubrirla de flores y de besos. Lloraría de ternura sobre sus ojos de pez luna”, escribe Genet en el “Diario de un ladrón”, posiblemente su obra más conocida.

El nuevo volumen entrega pistas sobre la entrada y salida de la profunda crisis que vivió el autor entre 1947 y 1954.

“Me habéis convertido en una estatua”, acusó a Jean-Paul Sartre y Jean Cocteau, personalidades de las que captó la atención cuando se sintió irremediablemente extraviado, dislocado, asimilado por la cultura que le había sacado de la cárcel y había tratado de domesticarlo.

Genet ha sido reivindicado por la siguiente generación de literatos y pensadores franceses. Y suele compartir categoría con los malditos insignes: Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud, Louis-Ferdinand Céline o Georges Bataille.

“El niño criminal” fue escrito originalmente para ser trasmitido por la radio, como complemento de un programa que iba a sumar un texto de Antonin Artaud. Ninguno de los dos salió al aire. Genet ya tiene su venganza con “El niño criminal"



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