DAVID MORÁN
BARCELONA
A James Ellroy (Los Ángeles, 1948) le gusta pensar que algún día se convertirá en el mejor novelista del mundo y, para conseguirlo, no tiene más remedio que pensar a lo grande. «No me gustan las cosas pequeñas -explica-. Quiero grandes trabajos que provoquen en el lector la misma obsesión con la que yo escribo». Fruto de esa obsesión nace ahora «Sangre Vagabunda» (Ediciones B), descomunal novela con la que el autor de «L. A. Confidential» cierra la Trilogía Americana y añade un nuevo capítulo a un largo historial literario-delictivo marcado por el asesinato de su madre cuando tenía diez años. En el menú, un amplio surtido de conspiraciones, crímenes, cameos de personajes como Richard Nixon, Howard Hughes y Edgar Hoover y lecciones de una historia que, maquillada con la presencia de una trama para asesinar a Martin Luther King y Richard Nixon, presenta a unos Estados Unidos racistas y conservadores.
-Ha dicho usted que antes era escritor de novela negra y ahora se ha convertido en un novelista histórico.¿Qué es lo que ha cambiado?
-Me he convertido en algo más grande y todo ha cambiado: el escenario geopolítico, el deseo de trascender de los personajes... «Sangre Vagabunda» es un gran trabajo de ficción popular americana, la recreación de un período histórico a través de la ficción. Porque, créame, es ficción.
-Es ficción, sí, pero con personajes reales que, como Nixon, Hughes o Hoover, no salen muy bien parados.
-Hay aspectos de ficción y personas reales, pero estas personas están muertas y no pueden ver lo que hago (sonríe). Es una manera de que mis historias resulten más creíbles, ya que todos somos escépticos respecto a nuestra propia historia. Yo soy estaodounidense y no me creo la versión oficial de la historia americana. Es más: nadie se cree la versión oficial de la historia, así que si le das un aspecto real, te la puedes acabar creyendo.
-Sitúa su frontera literaria en 1972. ¿Qué es lo que tanto le atrae del pasado que no encuentra en el presente?
-Nada después de 1972 me interesa. Los sesenta fueron una época tremenda de revolución y quiero reescribirlos para poder revivirlos. Y la mejor manera de hacerlo es ignorar la cultura actual. No tengo móvil, ni ordenador, ni televisión. No leo libros ni periódicos. Vivo aislado para poder revivir mejor los periodos sobre los que escribo.
-¿Es cierto que los únicos libros que entran en su casa son los suyos?
-Si. Solo necesito mis libros, a mi novia y a Beethoven.
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