Foto: FRANCESC CASALS
El autoproclamado ´perro diábolico de las letras estadounidenses´ iniciará este año una tetralogía.
17/02/2010 ELENA HEVIA
Rodrigo Fresán, hábil estratega de la presentación en la feria de la literatura, fue el encargado de caldear los ánimos del respetable, ayer en la Biblioteca Jaume Fuster de Barcelona. Se trataba de mostrar en vivo, en directo y sin bozal al perro diabólico de la literatura norteamericana, James Ellroy, que ha recalado en Barcelona inmerso en una mareante macrogira europea para presentar Sangre vagabunda (Ediciones B), el cierre de lo que hasta el momento es su obra magna, la Trilogía Americana. "Da miedo", advirtió teatralmente Fresán y recordó --no sin que a los asistentes se les erizara el vello-- que, aunque el autor de L. A. Confidential adora a los perros, en su leyenda está el haber matado a un doberman con sus propias manos.
EL PERSONAJE Apareció Ellroy y su fibroso e imponente aspecto de marine malísimo pareció por un momento dar la razón al argentino. Y más cuando leyó, gesticulante y actorazo total, las primeras páginas de su novela. Impagable el momento en que con gran intensidad se llevó la mano a la bragueta. Todo en Ellroy es intenso. Incluso el personaje que arrastra y del que tiene el acierto de ser el primero en tomarse a broma. Contó un par de chistes: "No tengo móvil, no navego por internet y no leo los periódicos (esa parte es verdad) Por cierto, esta mañana he oído que habían elegido presidente de los Estados Unidos a un negro. Ustedes saben algo de eso?"
AUTODESCRIPCION Cuáles serían los atributos de Ellroy en el caso de ser un personaje de una novela de Ellroy? "La fe religiosa, el que mi padre me enseñara a leer a los tres años, el asesinato de mi madre, la curiosidad por la vida criminal de Los Angeles, una gran meticulosidad, la capacidad de aprender de mis errores y la esperanza de ser cada vez mejor escritor", la enumeración dice poco de la leyenda según la cual se dedicó a robar casas en su juventud.
"Entré en unas 20 veces para husmear cautelosamente, era un frikie, un criminal de poca monta y mi único peligro era el acné", afirma con hinchado orgullo, al borde la autoparodia. Muchas veces creí que estaba escribiendo la gran novela americana, el problema es que los putos norteamericanos no lo creen así", concluye.
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