Tim Newark investiga el papel de la organización criminal en la victoria aliada
Otro volumen recoge tres textos clásicos sobre los primeros delitos del grupo secreto
ROSA MASSAGUÉ FOTO: FRANCO ZECCHIN
Realidad y ficción se confunden en el mosaico de elementos tan diversos que forman el universo de la mafia. Dos libros sitúan los hechos históricos en el lugar que les corresponde. Aliados de la Mafia (Alianza), de Tim Newark (Brentwood, Inglaterra, 1961), aclara la contribución de la banda criminal en la victoria aliada de la segunda guerra mundial, un tema que ha sido objeto de muchas hipótesis, mucha literatura y poca documentación. Newark, especialista británico en historia militar, ha visitado archivos en Londres, Washington y Nueva York y ha leído informes militares y de inteligencia inéditos.
«Hablaría con cualquiera; con un cura, con un gerente de banco, con un gánster o con el diablo en persona si así pudiera conseguir la información que necesito», dijo el comandante Charles Radcliffe Haffenden, del Servicio de Inteligencia Naval de EEUU. Su problema era asegurar el transporte marítimo de los aliados que sufría graves pérdidas atacado por los submarinos del Eje, y poner fin a los sabotajes en tierra estadounidense, particularmente en el puerto de Nueva York donde proliferaban las simpatías por el fascismo y el nazismo entre la comunidad de inmigrantes.
Y Haffenden habló con el gánster Lucky Luciano, máxima autoridad de la mafia que cumplía condena, con quien suscribió un pacto que garantizó la seguridad de la costa este norteamericana.
Desembarco en Sicilia
Aquella colaboración, que en un principio se centraba en EEUU, se amplió a los preparativos del desembarco en Sicilia, en 1943. La organización criminal facilitó información de la isla, pero Newark asegura que si bien fue útil, también fue mínima. Una sugerencia estadounidense de armar a la mafia y organizarla como una guerrilla llegó incluso a ser aprobada por la cúpula militar, pero no alcanzó a ponerse en marcha.
El autor ilumina otra nebulosa, la de que el sindicato del crimen recuperó el poder, perdido en parte durante el fascismo, gracias a los aliados. Para Newark no hubo planificación ni premeditación por parte de británicos y estadounidenses. Lo que ocurrió fue que, cesados los mandamases fascistas, la Mafia se apresuró a ocupar el vacío político, un vacío que a los aliados interesaba llenar rápidamente.
Cuando el fascismo y el nazismo dejaron de ser el enemigo, apareció otro en escena, el comunismo que EEUU ayudó a combatir en Italia con ayudas económicas y un apoyo incondicional a la Democracia Cristiana, apoyo que incluía la colaboración con la organización delictiva para la victoria electoral en Sicilia en 1948. «Así fue como se estableció una alianza entre la mafia y los democristianos que perduró casi 50 años», escribe Newark.
Los orígenes de la Mafia es un libro muy distinto. Recoge tres ensayos clásicos del siglo XIX y dos textos del XX. Uno de los primeros se debe a la pluma de Alexis de Tocqueville (1805-1859). El pensador francés recogió las impresiones de un viaje que realizó a Nápoles y Sicilia entre 1826 y 1827 en un ensayo literario conservado incompleto. De Tocqueville no habla de la Mafia, pero a través de un diálogo ficticio entre un napolitano y un siciliano pinta el cuadro en el que vive y crece al describir las condiciones de vida en Sicilia y las relaciones de poder entre las clases sociales.
Al político Gaetano Mosca (1858-1941) le horrorizó el asesinato en 1893 del director del Banco di Sicilia, Emanuele Notarbartolo, considerado como el primer cadáver excelente de la mafia, y la impunidad de los asesinos. Fruto de aquella indignación es la conferencia titulada ¿Qué es la Mafia? recogida en el libro. Un tercer texto es Condiciones económicas y administrativas de Sicilia, de Leopoldo Franchetti (1847-1917), un político y economista liberal reformador que viajó a la isla para elaborar este estudio sociológico que aun conserva su vigencia. Prologan a estos tres clásicos dos historiadores de lujo, Eric Hobsbawm y Diego Gabetta.
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