21 diciembre 2009

Michael Connelly: justicia ciega, periodismo moribundo


En “El veredicto” (Roca), este heredero de Raymond Chandler que resultó ganador del último premio Pepe Carvalho reúne a sus dos grandes personajes, el detective Harry Bosch y el abogado Mickey Haller.

Texto: Antonio Lozano Foto: Óscar Elías

Para los fans del ex presidente de la Asociación de Escritores Policíacos de América, adaptado al cine por Clint Eastwood y heredero de la oxidada llave de Los Ángeles de Raymond Chandler, ver reunidos en una novela al detective Harry Bosch y al abogado Mickey Haller tiene ese toque de placer histórico que Michael Mann logró al sentar en la misma mesa a De Niro y Al Pacino en Heat.

(Advertencia antes de empezar la entrevista: su lectura puede despojarle de por vida de la neutralidad que lo facultaría para ejercer algún día como jurado popular.)


Despacho sobre ruedas

Los medios de comunicación y, por extensión, la mente colectiva prestan una atención creciente al mundo del crimen. ¿Los escritores de novela negra apuntan cada vez más a periodistas de sucesos y comentaristas sociales?

Actualmente, por lo menos en América, resulta complicado escribir una historia interesante en la que el elemento criminal no esté de alguna manera involucrado. Hasta tal punto contamina el tejido social que lleva a su terreno a autores que hasta ahora se mantenían al margen de estos asuntos. La novela policiaca cuenta con la ventaja de ser muy prolífica e inmediata. La mayoría de sus cultivadores sacan por lo menos un título al año, lo que les permite seguir el paso de la actualidad.

Ocurrió con el 11-S.

Exacto. Los efectos emocionales, los debates políticos y las consecuencias en el orden mundial derivados de los atentados fueron tratados en las novelas negras tres o cuatro años antes que en otros géneros literarios. Ellas son el “ahora mismo”, por lo que escritores como yo debemos estar encima de los acontecimientos, leer y escuchar mucho, no perder de vista cómo gira el mundo.

En pocos años ha entregado dos thrillers legales, El inocente (Ediciones B) y ahora El Veredicto. ¿Iba necesitado de un poco de aire fresco?

Desde niño me ha interesado el mundo del Derecho. Como lector soy más fan de los thrillers legales que de las novelas policiacas, por lo que escribirlas siempre estuvo en la recámara. Harry Bosch es mi hijo predilecto, pero también necesitaba renovarme. Mickey Haller surgió a partir de la confluencia azarosa de dos personas en mi vida: un antiguo compañero de cuarto en la universidad, al que reencontré convertido en abogado y sobrado de anécdotas sobre su oficio, y con el cual compartí muchos juicios en los tribunales de Florida, y un desconocido junto al que me senté en un partido de béisbol de los Dodgers. Resultó que este último utilizaba como oficina el asiento trasero de su coche, un Lincoln con chófer, argumentando que al haber cuarenta juzgados repartidos por la inmensidad de Los Ángeles ésa era la mejor manera de sacarle partido a su tiempo.

¿Alguna otra fuente que le supusiera una ayuda inestimable?

Tengo una amiga que es juez. La seguía en diversas sesiones, luego la invitaba a comer para que me explicara los pormenores de lo que había visto y acabó convertida en un personaje de la novela.

Rutina y dosis letales

Leyendo El Veredicto a uno le resuenan estas palabras que Sue Grafton aplica a sus propias obras: “En última instancia, el sistema legal no tiene nada que ver con la justicia”.

Comparto la visión cínica de Grafton, pero yo no sería tan extremista, pues a veces sí que se hace justicia. El problema es que no se puede garantizar que éste sea el resultado habitual, porque el sistema legal es como una gigantesca trituradora y hay quienes saben engrasarla, ponerla en marcha y hacer que opere en su beneficio.

Como periodista especializado en crímenes, en su día ya cubrió muchos juicios. ¿Qué no ha dejado de sorprenderle?

Supongo que la rutina de ver a la misma gente cometiendo una y otra vez los mismos errores, que los llevan a pasarse la vida entrando y saliendo de prisión. Aunque luego hay casos inverosímiles, como el de una abogada penalista que acabó necesitando a su propia abogada penalista tras sentarse en el banquillo por fraude.

En El Veredicto, el caso del productor de cine procesado por el asesinato de su esposa tiene un aire al de O.J. Simpson. ¿Qué tiene Hollywood para hacer tan buenas migas con todo lo turbio?

Es un lugar donde la avaricia y la codicia, el éxito y el fracaso, se concentran en dosis letales. Hollywood es una enorme y jugosa manzana siempre lista para ser arrancada del árbol.

¿Estaría de acuerdo en que tanto Bosch como Heller tienen algo del Will Kane de Solo ante el peligro?

Harry y Mickey pueden subir por dos lados distintos, pero escalan la misma montaña. Comparten un código similar, que se resumiría en tomar las decisiones acertadas de cara a hacer lo correcto. Ahora bien, difieren en la complejidad a la hora de ejecutarlo. Bosch se enfrenta al caos y al crimen y su misión radica en encontrar al culpable y llevarlo frente a la justicia. Aquí es donde entra Haller como abogado defensor, en una zona de grises minada de dudas y pasos en falso. Su oficio lo obliga a creer en el cimiento del sistema de justicia, según el cual todo el mundo tiene derecho a una defensa por atroz que sea el crimen que presuntamente ha perpetrado.

Como para que cueste dormir por las noches, vaya.

Muchos estudiantes de Derecho se descubren en los juzgados ayudando a gente más mala que la tiña. Pero conozco a abogados defensores que, convencidos al cien por cien de estar prestando un servicio a la sociedad, no sienten remordimientos, ni conflictos existenciales, y duermen como angelitos. Sin embargo, en mis libros debo tomar el camino opuesto. De aquí que Heller tenga a una hija pequeña formulándole preguntas incómodas, para las que no tiene respuesta.

Ya tiene en la calle un nuevo thriller, The Scarecrow (“El Espantapájaros”), oda a una forma de periodismo que corre peligro de extinción.

Refleja el preocupante estado de la prensa en mi país. Todos los periódicos han sido víctimas de recortes salvajes, pérdida de papel, contratación de personal sin experiencia para abaratar costes, sacrificio de la investigación a favor de la inmediatez de la versión online… He visto a muchos de mis antiguos colegas, excelentes periodistas, acabar tirando la toalla o forzados a jubilarse de forma prematura, en cualquier caso con el corazón roto. Quien lo paga al final es el lector.

Hay que empezar a reformular la idea del cuarto poder.

En Estados Unidos está desapareciendo esa inestimable tradición de la prensa como vigilante al servicio de la comunidad, su faceta de husmeador en asuntos de los que la burocracia se desentiende. En consecuencia, sólo podemos esperar un crecimiento de la corrupción en todas sus vertientes. ¿Podría caer hoy Nixon? Permítanme que lo dude.

Por el contrario, ¿puede la administración Obama desincentivar la escritura de novela negra en los próximos años?

Es cierto que uno asocia los mandatos de Bush con períodos muy oscuros y no hay la menor duda de que su administración era especialista en controlar, censurar y manipular el acceso a la información. En ese sentido su contribución a la salud del género resultó inestimable. Pero, aunque Obama plantea un cambio radical, el género negro siempre se las ha apañado para encontrar la manera de florecer. Y, si no, al tiempo.


Entrevista publicada en la revista QUÉ LEER


http://www.que-leer.com/

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