03 mayo 2011

El poema del mes de abril en "La piedra lunar"



El poema de abril en La piedra lunar

Con poesía iniciamos este abril de 2011 en La piedra lunar, todavía con los ecos de la fiesta por el Día del Libro Cubano; con poesía anunciamos la llegada de la primavera y con poesía lo despedimos el viernes treinta, con la premiación del concurso El poema del mes.




Catorce obras se presentaron a la lid y cinco fueron declaradas finalistas por un jurado que integraron los poetas Rubén Artiles y Alain Alba, junto a Lorenzo Lunar en representación de nuestra librería. Cinco obras de alta valía poética que según la opinión de los jueces componen un llamativo arcoíris de estilos y temas.




Estas fueron: “Regreso”, de Santos Borrell; “El aroma del pan”, de Seguei Martínez; “Lamentación del prisionero”, de Mariana Pérez; “Paranoide”, de Ernesto Martínez y “El estómago”, poema en décimas de Gladys Betancourt que el jurado destacó por su criolla manera de tratar el humor.




En la ceremonia de premiación los autores finalistas leyeron sus poemas en medio de un cordial debate e intercambio de opiniones matizado por un delicioso licor de coco.
El poema premiado resultó ser, por estrecho margen a decir de los jueces, “Lamentación del prisionero”, de Mariana Pérez.




La laureada poetisa villaclareña, con su bolsa de regalos, proclamó su regocijo al declamar otros poemas de su autoría.




El colofón de la actividad fue el anuncio de la convocatoria al poema del mes de mayo, que tendrá como estímulo adicional un lauro especial al mejor poema de amor.

Lamentación del prisionero
Mariana Pérez
I eu morrendo
nesta longa noite
de pedra.
(Celso Emilio Ferreiro)

En pacto con la piedra y el oscuro
pendiente que se cuelga de la nada,
escalo mis paredes. La estocada
del hombre se me incrusta junto al muro.
¿Cómo calmar mi pálpito inseguro
si la muerte con fango me salpica?
A estas horas, la noche multiplica
su insolencia en la piedra, y es la nube lo que frota mis ojos cuando sube nocturna por el hierro que suplica.

Tosca pared silencia el espejismo
y mi noche en harapos se revuelve
como un río, me lastra, no me absuelve,
me deja en sobresalto y paroxismo.
El tablado transpira el egoísmo
y la fiebre silencia la angostura;
los martillos golpean sombra impura,
los puñales no cortan el lamento…
Es el final. Se apaga el firmamento
y los muros fustigan mi cordura.

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