07 abril 2009

Las novelas del inspector Méndez cumplen 25 años


No cree en la ley de los tribunales pero sí en la ley de la calle, más igualitaria, más humana y, a veces, con más sentido común. Fue policía de la Brigada Social franquista pero siempre fue amigo de los delincuentes, por los que siente piedad y respeto. Ahora trabaja de inspector en la comisaría de Nou de la Rambla. Y sabe que nunca le ascenderán, pero no le importa. Sigue con un vetusto Colt 45, los bolsillos llenos de libros y un pésimo gusto culinario. Tan pintoresco individuo no es otro que Ricardo Méndez, el hijo literario de Francisco González Ledesma, que el viernes cumplió 25 años como personaje. Para celebrarlo, el escritor sopló las velas de un pastel con aspecto de bocadillo de chorizo, homenaje al inspector, y con la presentación, en la librería Negra y Criminal, de una nueva novela, No hay que morir dos veces (Planeta).


Un libro que retrata «personajes reales que existen» y que «no quieren morir del todo», apunta el autor. De allí el título de la novela, porque, según González Ledesma, «mientras alguien nos recuerda no morimos». Héroes anónimos envueltos en varias tramas perfectamente hilvanadas que narran situaciones de actualidad. Temas «difíciles de tratar», apunta el autor, como la pederastia, el acoso sexual en el trabajo y el terrorismo internacional. Y todo, en un marco clásico de las novelas de González Ledesma: Barcelona.


EL ESCENARIO / El autor explica el protagonismo de la ciudad reconociendo sus falsas limitaciones como escritor: «Como no sé planificar una novela ni desarrollar un argumento, me sumerjo en las calles y las paseo, y lo que acaba pasando es que la ciudad auténtica acaba metida en la novela». Aunque el verdadero protagonista de No hay que morir dos veces es Méndez, «un amigo», según el escritor, que añade que «es tan real» que, de hecho, es la suma de cuatro policías auténticos que conoció en su época de periodista. Aunque concluye que «menos el mal gusto en el vestir y en el comer» lo comparten «casi todo», hasta su poca pericia con los ordenadores –González Ledesma todavía escribe a máquina–.

Aunque en esta ocasión Méndez se enfrenta a un reto: utiliza un teléfono móvil, no sin problemas, lo que es su primer paso hacia la modernidad.

El segundo será ponerle delante de un ordenador, confiesa González Ledesma, si antes no lo prejubilan del cuerpo como quieren sus compañeros. Los agentes que trabajan con él solo piensan en tres cosas: hacer una colecta para pagarle la lápida, pedir su jubilación aunque tengan que pagarla de su propio bolsillo y hacerle un homenaje en un restaurante, siempre y cuando Méndez no escoja ni el sitio ni el menú.Pero esto no ocurrirá, apunta González Ledesma. «Se jubilará el día que yo ya no pueda escribir sobre él», concluye.

Texto: Natàlia Farré
Foto: Negra y Criminal, Joan Cortadellas


No hay comentarios: