DESTINO: INCERTIDUMBRE
ELENA MÉNDEZ
ELENA MÉNDEZ
Conducir un tráiler
Rogelio Guedea
Literatura Mondadori Random House Mondadori
México, 2008.
Pocas historias son tan trepidantes como las que nos presenta Rogelio Guedea (Colima, 1974) en su primera novela, Conducir un tráiler, una especie de thriller que nos lleva a recorrer el rostro múltiple de la violencia. Novela escrita con un lenguaje sobrio y sugestivo, muy cercano a la dicción rulfiana, Conducir un tráiler narra dos historias alternadas que, aunque contadas en primera y tercera persona, son una misma historia: la del personaje principal, Abel Corona, que huye en un tráiler de la casa paterna a la busca de una mujer que espera un hijo que tal vez no es suyo y la de las relaciones de venganza entre su familia y la de los Alcaraz. A caballo entre estas dos historias, la novela retrata el mundo de las drogas, el suicidio, la homosexualidad, el abuso sexual, el maltrato intrafamiliar y la necrofilia.
Pero Conducir un tráiler es, sobre todo, una novela que apuesta por la historia. Es una novela que apuesta por contar. La maestría de Guedea para envolverlos en atmósferas propias del cine de suspense, a través de crímenes que se van entretejiendo casi de forma vertiginosa y de investigaciones criminales que parecen no llegar a ninguna parte, lo que recuerda mucho las tramas desarrolladas en la novela negra, mantienen al lector en vilo. Desde que Bulmaro Corona, hermano de Abel, asesina con terrible saña a Cecilio chico, en represalia por invadirle el racho con su ganado, hasta el oprobioso crimen perpetrado en contra de Ismael Corona, también hermano de Abel, quien tiene que padecer los estragos de la venganza, el narrador va dejando pesquisas que el propio lector tendrá que armar a lo largo de la novela para poder completar un acertijo que, al final de cuentas, terminará adquiriendo matices funestos.
Por otro lado, el viaje de ida y vuelta que emprende el protagonista desde el centro-occidente hasta el norte del país, se convertirán en el leitmotiv de la novela, ya que la vida de los traileros vuelta metáfora regirá la existencia de un Abel Corona cuyo destino se halla regido por la incertidumbre, porque “conducir un tráiler es poner las manos en lo incierto. Nunca sabes si llegarás o no. Y cómo o cuándo”.
A la manera de una road movie, Conducir un tráiler refleja, con una veracidad pasmosa, un mundo de seres que viven en un mundo que parece desmoronarse a cada instante. Pero si bien la terrible corrupción e impunidad que permean la trama resultan escabrosas, Guedea es diestro en equilibrar dichos elementos con lo erótico, lo jocoso e incluso lo tierno. Visual y sensorial en todo momento, visceral y con una intensa carga expresiva, Conducir un tráiler es una novela extraordinaria que podría ser vista también desde la pantalla de un cinematógrafo.
Esta ópera prima, que confirma a Guedea como uno de los jóvenes narradores más sólidos dentro del nuevo panorama de escritores mexicanos contemporáneos, nos invita a ser sus copilotos arriba de un tráiler que nos lleva hacia un único destino: el de la incertidumbre.
Pocas historias son tan trepidantes como las que nos presenta Rogelio Guedea (Colima, 1974) en su primera novela, Conducir un tráiler, una especie de thriller que nos lleva a recorrer el rostro múltiple de la violencia. Novela escrita con un lenguaje sobrio y sugestivo, muy cercano a la dicción rulfiana, Conducir un tráiler narra dos historias alternadas que, aunque contadas en primera y tercera persona, son una misma historia: la del personaje principal, Abel Corona, que huye en un tráiler de la casa paterna a la busca de una mujer que espera un hijo que tal vez no es suyo y la de las relaciones de venganza entre su familia y la de los Alcaraz. A caballo entre estas dos historias, la novela retrata el mundo de las drogas, el suicidio, la homosexualidad, el abuso sexual, el maltrato intrafamiliar y la necrofilia.
Pero Conducir un tráiler es, sobre todo, una novela que apuesta por la historia. Es una novela que apuesta por contar. La maestría de Guedea para envolverlos en atmósferas propias del cine de suspense, a través de crímenes que se van entretejiendo casi de forma vertiginosa y de investigaciones criminales que parecen no llegar a ninguna parte, lo que recuerda mucho las tramas desarrolladas en la novela negra, mantienen al lector en vilo. Desde que Bulmaro Corona, hermano de Abel, asesina con terrible saña a Cecilio chico, en represalia por invadirle el racho con su ganado, hasta el oprobioso crimen perpetrado en contra de Ismael Corona, también hermano de Abel, quien tiene que padecer los estragos de la venganza, el narrador va dejando pesquisas que el propio lector tendrá que armar a lo largo de la novela para poder completar un acertijo que, al final de cuentas, terminará adquiriendo matices funestos.
Por otro lado, el viaje de ida y vuelta que emprende el protagonista desde el centro-occidente hasta el norte del país, se convertirán en el leitmotiv de la novela, ya que la vida de los traileros vuelta metáfora regirá la existencia de un Abel Corona cuyo destino se halla regido por la incertidumbre, porque “conducir un tráiler es poner las manos en lo incierto. Nunca sabes si llegarás o no. Y cómo o cuándo”.
A la manera de una road movie, Conducir un tráiler refleja, con una veracidad pasmosa, un mundo de seres que viven en un mundo que parece desmoronarse a cada instante. Pero si bien la terrible corrupción e impunidad que permean la trama resultan escabrosas, Guedea es diestro en equilibrar dichos elementos con lo erótico, lo jocoso e incluso lo tierno. Visual y sensorial en todo momento, visceral y con una intensa carga expresiva, Conducir un tráiler es una novela extraordinaria que podría ser vista también desde la pantalla de un cinematógrafo.
Esta ópera prima, que confirma a Guedea como uno de los jóvenes narradores más sólidos dentro del nuevo panorama de escritores mexicanos contemporáneos, nos invita a ser sus copilotos arriba de un tráiler que nos lleva hacia un único destino: el de la incertidumbre.
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