“Guantes de seda”
Autor: Julio Manuel de la Rosa
Editorial: Algaida
270 páginas.
20 euros
Argumento:
En el Parque Güell, unos jardineros descubren en un banco el cadáver de un mendigo. No lleva ninguna documentación pero sí una ajada fotografía de Concha Piquer con una dedicatoria, y un borroso recorte de prensa que habla de un combate de boxeo. El mendigo resulta ser Luis Riera, un campeón de boxeo en los años cincuenta. Uno de los jardineros aprovecha su jubilación para indagar en el misterio del auge y caída del campeón.
No forma parte de ningún plan de mercadotecnia, pero lo cierto es que en unos pocos meses han aparecido varias novelas donde el boxeo tiene un papel esencial. Esta es una de ellas. Pero no es una novela sobre el boxeo, ni tampoco es “una de detectives”.Con una estructura de novela negra, Guantes de seda nos desvela una parcela poco conocida del franquismo. Sabido es que Franco conocía y toleraba la corrupción económica, el estraperlo y las Matesas campeonas de exportar piedras como si fueran máquinas textiles. Pero no aceptaba el escándalo social y mucho menos si ese escándalo estaba rodeado de sexo e inmoralidad.Julio Manuel de la Rosa, que es indudablemente un buen lector de novela negrocriminal, utiliza el esquema del género para acercarse a las letrinas del regimen franquista. Es un hallazgo feliz, y un mérito el encontrar una pareja de investigadores creíble que le permita pasear su mirada por diferentes ambientes de la España sórdida de los cincuenta. Nuestros improvisados detectives, un jardinero jubilado y su ayudante, se encontrarán con que nada es lo que parece. ¿Cómo es posible que alguien que lo tuvo todo termine muriendo de frío y soledad en un banco público? Esa curiosidad les llevará a descubrir secretos inconfesables.Hay una mirada fría, distanciada, de la Gran Ciudad, por donde transitan Goytisolo, Gil de Biedma, y Vázquez Montalbán. Quizá otros autores habrían puesto más pasión, más acento en algunos aspectos sórdidos, pero el autor decide dejar que la novela fluya suavemente.
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