14 mayo 2008

Un policial en la villa


Santería
Leonardo Oyola
169 páginas



¿Cómo entraste en contacto con la zona o la cartografía que se narra en Santería, y qué te interesaba de ese mundo para situar ahí la novela?
–Ambienté la historia en la agonía de una villa que ya no existe más para jugar con la supuesta maldición que trae con ella la protagonista. Tenía que ser sí o sí en una villa, porque de esa forma un lugar que me es familiar lo puedo tunear a favor de mi ficción hasta darle toques de far-west, volviéndolo de alguna forma reconocible para el lector. Necesitaba eso: un espacio que yo conociera y donde supiera cómo moverme. Además, este marco era imprescindible para aprovechar los cultos al Gaucho, San La Muerte y San Jorge que bien conviven dentro de cualquier lugar marginal. Y así, en este escenario, poder utilizar el lenguaje coloquial a pleno sin dejar a nadie afuera del argot que manejan los personajes, porque considero que a fuerza de repeticiones y contexto se los llega a entender bien sin la necesidad de poner notas al pie.
El policial suele ser un género de estructuras más o menos rígidas, en cuyo interior la “intriga” o la trama se mueve. ¿Cómo pensaste la cuestión de la estructura y los moldes a la hora de ponerte a escribir?
–Como novelista, ver en la cabeza primero el índice antes de empezar con la primera oración de un libro mío me ayuda mucho. Para esta serie de Negro Absoluto, todo se me ordenó cuando me avivé de usar el nombre y la forma en que salen las cartas de la baraja española utilizada para adivinar el futuro. Por ejemplo: “Capítulo 1 - La sota de copas al revés”. A este método de adivinación se lo conoce como el juego de los cuatro reinos y tiene que ver con las cuatro hileras que se hacen para el trabajo; representando las cartas presente, pasado, futuro y hechos fortuitos. Yo sé que la saga de la Víbora Blanca va a tener cuatro libros, cada uno correspondiente a estas hileras, cada uno con doce capítulos. Y en la mayoría de ellos juego con el significado de estas cartas, aunque no lo haga explícito para que nadie se pierda la fiesta.



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