26 abril 2011

Ojos mágicos de agua. Domingo Villar en La República Cultural



Me gustaban las novelas policíacas porque me permitían escribir de todo sin imposturas, puedes meter el dedo en el ojo de una forma más sutil; podría parecer que la novela policíaca es más burda, pero es al revés, nos permite ser más sensibles con lo que vemos alrededor, contar cómo son las sociedades a través de sus crímenes”. Dice el escritor gallego, natural de Vigo, Domingo Villar, quién se considera más un artesano del escribir, un contador de historias, imaginándolo ya con su puesto en el mercadillo medieval, vendiendo cuentos. Más famoso actualmente por su última obra, La playa de los ahogados, me he acercado a su primera novela negra, a su primer inspector, un gallego tranquilo, un tanto insípido aunque intuitivo, Leo Caldas, en Ojos de agua, novela policíaca, donde como dice al comienzo, habla de la sociedad gallega al amparo de la excusa de un crimen cualquiera.

Bueno, bueno, un crimen cualquiera no. En concreto ha discurrido Villar el crimen de un atractivo saxofonista, homosexual, Luis Reigosa, que lleva un alto tren de vida (inexplicable) en unos apartamentos de lujo en la isla de Toralla. El caso va para el inspector Caldas, conocido por el detective de la radio, (participa en un programa nocturno sobre denuncias y delitos) que junto a Rafael Estévez, su irascible compañero zaragozano (la antítesis del inspector y de dos territorialidades), quien “había recalado en Galicia pocos meses atrás…El agente había aceptado sin especial desagrado trabajar en Vigo, aunque había algunas cosas a las que le estaba costando más tiempo del previsto acostumbrarse. Una era lo impredecible del clima, en variación constante, otra la continua pendiente de las calles de la ciudad, la tercera era la ambigüedad…expresiones cargadas de vaguedades de sus conciudadanos”, intentaran resolver el caso.

Ojos de agua es una novela corta, haciendo honor al género. Se lee con deleite y ganas, como casi todas las policíacas, abre nuestro apetito desde el principio y enganchados quedamos hasta el final. La curiosidad de la policíaca de Villar es que cada capítulo comienza como si fuera un diccionario. El título o palabra clave del capítulo va expuesta con sus muchas acepciones, lo cual proporciona una idea original a la narrativa policíaca, como otros autores les da por crear obras que siguen un orden alfabético, y otros juegan a la oca con los capítulos. Pero quizá esa originalidad rompe un tanto el ritmo en la lectura de una seria investigación.

El autor vigués cumple las reglas, una pareja de características opuestas, de la que se tiene cierta sensación de inutilidad la aparición del bruto Estévez, sin llegar a la complementariedad de la pareja más famosa, Holmes & Watson. Pero si el autor persiste encontrará un resquicio de utilidad en el aragonés. Si los personajes están aún poco hechos, sin embargo el escenario y la atmosfera social están muy centradas. Si algo nos queda claro es que viajamos por Galicia con Caldas. Sus gentes, sus costumbres, su gastronomía, sus diferencias, “la gente de la mar conoce el riesgo, Rafa. Todos saben que se puede morir cualquier día. El desasosiego no lo produce la muerte, lo produce el no tener un cuerpo que enterrar…las mujeres de los desaparecidos se convierten en viudas blancas que miran a la mar cada mañana preguntándole por los suyos…”.

Poco sabemos de la vida de Caldas. Aparece su padre por una esquina, quien se dedica al vino, “química tiene todo, neniña, todo. Lo que no tiene ese vino que llamas casero es fermentación controlada, ni filtros bacterianos, ni reposo en cubas como es debido, ni muchas otras cosas tan necesarias como la misma uva para hacer buen vino…”, y parece que ha terminado una relación de pareja. Le falta un poco de cinismo, aspereza, alguna manía o afición determinada, como Maigret mordisqueaba su pipa constantemente; el café y la depresión en manos de Wallander; la cocina y el sexo de un Carvahlo, ambos sazonados de especias; en fin, ¿alguna adicción quizás?. Pero si hay algo que cumple Villar a rajatabla es la regla primordial del género, las cosas no son lo que parecen. Además de usar un arma poco común, el formol.

Un paseo por Galicia, una trama a la que le vendría bien un poco más de complejidad, un poco de jazz y esas letras de Billie Holliday cerrando el telón. Villar, que escribe en gallego y traduce al castellano, está preparando otra entrega del inspector y como él mismo afirma, sus personajes son amigos a los que va conociendo un poco más. Esperamos qué nuevo nos descubre de ellos, para decidir si adoptarlos.

Por Blanca Vázquez

http://www.larepublicacultural.es/article4176.html



No hay comentarios: