Policíacos a pleno sol
Despunta el verano y la novela negra se torna el género narrativo más apreciado. El profesor de Metafísica abandona sus prolijos tratados y se zambulle sonriente en un Chester Himes tan sangriento como Un ciego con una pistola (RBA, 6’5 e.), ambientado en un Nueva York asfixiado por el calor. En la más sutil e inquietante Patricia Highsmith. O en el siempre acerado Jim Thompson, uno de los maestros del género ignorado hasta hace poco en España. Porque apenas se conocen novelas como 1280 almas, Un cuchillo en la mirada, o la excepcional El asesino dentro de mí (RBA, 6’5 e.), cronista de la pesadilla que a veces acompaña al sueño americano.
Llega a España la indudable revelación del género negro europeo de la temporada, Los hombres que no amaban a las mujeres (Destino, 22’50 e.), primera parte de la sumamente adictiva trilogía Millenium, de Stieg Larsson. Mikael, un periodista en la cuerda floja, se ve arrastrado a investigar un crimen de mucho tiempo atrás con la ayuda de la extraña Lisbeth, una hacker tachonada de piercings y tatuajes. A destacar también Christopher G. Moore con su Kickboxing en Nirvana (Paidós, 18 e.), continuación de la aclamada Hora cero en Phnom Penh, que ya protagonizó el detective Vincent Calvino.Una oscura debilidad, eso es Fred Vargas. Más allá a la derecha (Punto de Lectura, 8’55 e.) es una de las delicatessen literarias de la escritora francesa, originalísima renovadora del género, creadora de personajes que enamoran a las pocas páginas, como el etéreo comisario Adamsberg o el ex madero Kehlweiler. Este último lleva aquí las riendas de una investigación en torno a un hueso humano desde las calle de París a las playas de Bretaña.
Clásicos negros modernos son también Henning Mankell y su inspector Kurt Wallander. En Asesinos sin rostro (Tusquets, 7’95 e.), primer libro de la serie, que se reedita ahora en una vistosa y asequible colección, los desvelos del infeliz Wallander enfrentan el sádico asesinato de un pareja de ancianos en una granja apartada. Los casos del comisario Brunetti, el policía favorito de Donna Leon, en cambio, cada vez tienen menos misterio y sí más reflexiones sociales y políticas, a vueltas en La chica de tus sueños (Seix Barral, 18’50 e.) con la imposible integración de los gitanos en una sociedad más pendiente de ocultar sus miserias que de buscar la verdad.
Aunque para verdades, pocas tan inquietantes como las que oculta en Déjame entrar, de John Ajvide Lindqvist (Espasa, 20’90 e.) una misteriosa niña que huele raro, nunca siente frío y peina canas. Sobre todo cuando su llegada al barrio coincide con una serie de crímenes espantosos.
También al filo de la actualidad está El terrorista, de Stephen Leather (Umbriel, 17 e.), un thriller frenético con un integrista islámico que recorre el mundo para colocar bombas en nombre de Al Qaeda. A punto de comenzar a las próximas Olimpiadas a celebrar en China, ese gigantesco experimento de ingeniería social que mezcla capitalismo económico y comunismo político, rescatamos además El ojo de Jade (Siruela, 17’90 e.) que firma la exiliada Diane Wei Liang, intriga policíaca protagonizada por una mujer detective, la joven y emprendedora Mei, tras la pista de un jade robado en los convulsos días de la Revolución Cultural.
Los autores en lengua española han solido gozar de fortuna a la hora de acometer la novela policíaca. A destacar entre los últimos sobresaltos el protagonizado por el argentino Carlos Salem, escritor amén de dispensador de excelentes drys martinis en su bar malasañero, con una original intriga que ha gustado a todo el mundo y que se desarrolla en un camping nudista: Matar y guardar la ropa (Salto de página, 18’50 e.). Y no hay que perder la pista las oscuras historias de Willy Uribe –Sé que mi padre decía (El Andén, 19 e.)–, Fernando Marías –Esta noche moriré (451 Editores, 14’50 e.), David Torres –Niños de tiza (Algaida, 20 e.)– o David Gistau –Ruido de fondo, Ediciones B, 17 e.)–.
No hay comentarios:
Publicar un comentario