Nada más terminar de leer ’La verdad del Caimán’, la primera de las novelas de Massimo Carlotto protagonizadas por Marco Buratti, pensé que algo me había faltado.
Cuando llegó a mis manos esta segunda entrega me dije que debía hacer las cosas bien desde el principio. Así que, de un rápido vistazo al libro, confeccioné una lista con la música que Buratti escucha en su walkman a lo largo de la novela, puse a trabajar a la mula y unas horas más tarde tenía grabada en un CD la banda sonora original de ’El misterio de Mangiabarche’. Espero que no lean esta crítica los chicos de la SGAE, pero es que no se ocurrió otro método para conseguir tanto blues en tan poco tiempo.
Puse el disco en el equipo del salón, bajé las persianas y encendí la lámpara a la intensidad justa para poder leer. Con el ambiente ya creado, me tumbé en el sofá y me dispuse a leer. Pero faltaba algo fundamental: tabaco y una botella de calvados. Calvados no suelo tener en casa (soy más de orujo), pero pensé que el bourbon con hielo también era un magnífico compañero para una noche de novela negra y blues.
Y es que hay libros para los que resulta aconsejable seguir un mínimo ritual a la hora de enfrentarse a ellos. Porque hay libros que simplemente entran a través de la vista; otros lo hacen también por el olfato; y hay unos pocos que requieren de todos los sentidos, incluido el oído, para alcanzar un resultado óptimo.
Los casos protagonizados por el Caimán están entre estos últimos. Huelen a humo de cigarrillo llenando los tugurios de Padua o Cagliari. Tienen el regusto fuerte del calvados, casi la única bebida que acostumbra a tomar el detective. Y suenan a blues en cada una de sus páginas.
Marco Buratti, conocido como el Caimán por su pasado como músico y cantante de los Old Red Alligators, es un ex convicto que tras salir de prisión se metió a detective sin licencia para facilitar los contactos entre el mundo legal de sus clientes y los bajos fondos que tan bien conoce. En su primer caso puso patas arriba su ciudad natal, Padua, circunstancia que le aconsejó un cambio de aires. Y nada mejor para ello que aceptar la invitación que un desconocido y aficionado al blues como él le hace para visitar Cerdeña, isla en la que deberá resolver este misterio del Mangiabarche.
Diez años atrás, tres abogados sardos fueron acusados de homicidio y tráfico de drogas. Después de dos años de cárcel quedaron en libertad al no poder ser declarados culpables. Ahora, por la isla se comenta que alguien ha visto vivo hombre que presuntamente habían asesinado los abogados, Giampaolo Siddi, otro colega con contactos en el mundo del contrabando.
Marco Buratti recibe de los tres abogados el encargo de averiguar si es cierto que Siddi continua vivo, quién les implicó a ellos en la desaparición o muerte de aquel individuo y por qué razón fueron acusados precisamente ellos tres.
Para su trabajo, Caimán contará con la colaboración de su inseparable amigo Beniamino Rossini, ese hampón milanés de la vieja escuela al que conocimos en la primera entrega, un hombre íntegro a su estilo y tremendamente respetuoso con el código ético que ha imperado en su profesión desde siempre. Para completar una peculiar Santísima Trinidad que nos conducirá durante casi trescientas páginas por cada rincón de Cagliari, por el resto de Cerdeña y por la vecina Córcega, Buratti y Rossini contarán con la ayuda de un delincuente local: Marlon Brundu (sic), ladrón de primera nacido cuando se estrenaba Salvaje, que monta una Ducati doscientos cincuenta de color amarillo y negro y viste una cazadora de cuero con la leyenda Black Rebels a la espalda. Un trío perfecto para llevar a cabo una investigación discreta.
Investigación en la que los tres hombres se verán enfrentados a una banda de traficantes de heroína que utiliza una base militar de la OTAN como centro de operaciones, a una viuda que lleva demasiados años buscando en una revista de contactos a alguien que la acompañe en los aperitivos que todos los días toma en las terrazas de la ciudad, a un sicario psicópata que mata por procedimientos tan peculiares como introducir un plantador de bulbos en el cerebro de la víctima a través del ojo, a un espeluznante concurso de preguntas sobre ese mundo del blues que tan bien conoce Caimán, a un guión calcado de una vieja película francesa titulada Napoleón… Muchos frentes con un punto en común: Mangiabarche.
Como la primera entrega, ’El misterio de Mangiabarche’ presenta un ritmo trepidante, unos diálogos medidos y precisos, unas descripciones concisas que permiten ver los escenarios que el autor nos quiere enseñar y unos personajes sólidos, sin fisura alguna. Y si en ’La verdad del Caimán’ Marco Buratti era el protagonista principal y Rossini su comparsa, en este nuevo caso los papeles casi llegan a invertirse, con el hampón milanés desenvolviéndose como pez en el agua en el terreno que mejor conoce, manejando las armas con profesional soltura y ejerciendo casi de hada madrina de un Caimán al que, en ocasiones, debe llevar de la mano. Lo que puede llevarnos al nacimiento de una pareja atípica en el género en lo que a importancia de sus componentes se refiere, una pareja a lo tanto monta, monta tanto que puede dar muchísimo juego.
Pero para verlo tendremos que esperar a que Barataria publique la tercera de la saga, Nessuna cortesía all’uscita en italiano. Al ritmo actual, en un año los tenemos de nuevo con nosotros. Mientras tanto, seguiremos escuchando a Jo Jo Benson, Magic Sam, John Lee Hooker, Slim Harpo, Dinah Washington, Robert Cray y tantos otros. Dejando para el final, claro, el I smell a rat de Buddy Guy que Caimán siempre lleva encima para cuando llegue el momento de su propio funeral.
El Misterio de Mangiabarche
Massimo Carlotto
Barataria
Por Ricardo Bosque
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