Henning Mankell culmina su serie sobre el policía con 'El hombre inquieto', una obra con el espionaje soviético de fondo
Henning Mankell sólo ha cumplido su promesa a medias. Después de publicar 'La pirámide', cinco relatos que recordaban la juventud del inspector Kurt Wallander en los años sesenta, juró que no habría más historias sobre el policía de la población sueca de Ystad. Pero luego llegó 'Antes de que hiele', donde tenía un papel secundario, y ahora, la publicación el próximo 9 de octubre de 'El hombre inquieto' (Tusquets), la novela con la que definitivamente se jubila. Hay algo, sin embargo, a lo que Mankell ha mantenido su fidelidad: la intención de que Wallander fuera envejeciendo con él.
Ambos tienen sesenta años, aunque Wallander ha llevado peor vida que el escritor, y eso se nota. Mientras Mankell parece en forma, también literaria, su criatura acusa una alimentación nefasta, el exceso de bebida, su divorcio con Mona y sus remordimientos por la poca atención prestada a su hija, Linda. En su último caso, Wallander afronta la investigación con algunas facultades mermadas, pero con la misma intuición imaginativa que tanto ha utilizado en su carrera. Fue su trayectoria la que enseñó a Europa, mucho antes que Stieg Larsson, que en los países nórdicos se escribía una estupenda novela negra.
'El hombre inquieto' empieza con un monumental cabreo de Olof Palme, el histórico primer ministro de Suecia, que acaba de leer el informe de una comisión parlamentaria sobre un submarino soviético que en 1981 invadió las aguas territoriales suecas y desapareció después.
Palme, convertido en personaje, despotrica contra el responsable del informe, el ministro de Exteriores Sven Andersson. Pero sabe que no le puede chillar mucho, porque Andersson procede de la clase obrera, algo muy valorado en su partido, mientras que él es un hijo de la alta burguesía.
Melancolía
El caso del submarino se desempolva en 2008 y llama la atención de Wallander, aunque esté fuera de sus competencias directas, porque el suegro de su hija, un alto y aristocrático oficial de la Marina, pudo estar involucrado en este suceso, en el que se cruzan las asociaciones de extrema derecha en Suecia y los asesinos a sueldo contratados por Moscú. Primero desaparece la mujer del militar, y luego él mismo. ¿Suicidio? ¿Asesinato? ¿Secuestro? ¿Fuga? ¿Acaso los suegros de Linda fueron espías soviéticos?
Pero además del caso en sí, importa también la evolución de la figura del inspector. A los sesenta años se ha comprado una casa en el campo, cerca del mar, porque su apartamento le recuerda demasiado la vida familiar que tuvo con Mona. La noticia de que su amante letona Biaba Leipa, a la que conoció en el libro 'Los perros de Riga', tiene cáncer, le hunde aún más en su melancolía, de la que le salva de vez en cuando su perro labrador, su hija, también policía y protagonista de 'Antes de que hiele', y su nieta Klara.
La enfermedad también acosa a Wallander, diabético y con los primeros síntomas de Alzheimer, que un día olvida la pistola en un restaurante y otro no apaga la estufa. Una de las escenas más conmovedoras de todo el libro es cuando su nieta, a la que Wallander adora aunque no soporte sus lloros, se despierta y se acerca corriendo hacia él. Horrorizado, se da cuenta de que no sabe quién es esa niña.
El lector despide a Wallander con tristeza. Nunca ha sido la alegría de la huerta pero su vida desastrosa ha hecho de él un personaje que se ha ganado la simpatía a lo largo de sus once libros. Más de 25 millones de volúmenes vendidos hasta 2007 en todo el mundo avalan a Mankell en la novela policíaca. Él fue quien abrió la puerta a los autores suecos de este género, incluso a los que fueron sus maestros, la pareja formada por Maj Sjöwal y Per Wahloo.
Su preocupación por los problemas sociales se ha mantenido desde que Wallander debutó con 'Asesinos sin rostro', una novela que trata de los prejuicios contra la inmigración. Pero también la historia política ha ocupado un lugar importante en estas obras y 'El hombre inquieto', que según Mankell trata de una de las crisis más importantes de la Suecia contemporánea, es una prueba de ello. En 2005, cuando visitó San Sebastián, el autor comentó a este periódico: «Los jóvenes no saben nada de su historia. Una vez escuché a un joven decir que la Segunda Guerra Mundial consistió en la lucha entre Stalin y Hitler por llevarse a Marilyn Monroe. Y no lo decía en broma».
IÑAKI ESTEBAN
http://www.elcorreodigital.com/
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