25 septiembre 2009

En ‘El animal piadoso’ Luis Mateo Díez regresa a Celama y usa el género negro para indagar en el peso de la conciencia


DOMINGO RÓDENAS

El animal piadoso de la última novela de Luis Mateo Díez (León, 1942) se llama Samuel Mol, es un policía creyente, viudo y jubilado y convive con los espectros de su pasado. Entre copas de anís y charlas con los fantasmas intenta sobrellevar los días que le quedan muy a despecho del pesado fardo de su conciencia. En ella se amontonan las irregularidades en su desempeño como agente de la ley, todas cometidas por el mismo lado, el de la clemencia con el criminal. Un perdón que él administró y repartió con mano abierta (hasta hacer desaparecer pruebas) y que ahora le flagela en forma de arrepentimiento, sobre todo desde que encuentra en el asilo a un anciano, Elicio Cedal, que catorce años atrás guardó alguna relación con un sonado doble asesinato. Y aunque esto sucede en las primeras páginas, desde las cuales el viejo comisario Mol inicia las pesquisas para averiguar qué sucedió, el resultado, pareciéndose mucho a una novela policiaca (un enigma, una investigación, la suma de indicios...), no puede decirse que lo sea. El animal piadoso resulta, más bien, una indagación en la posibilidad de apaciguar las mordeduras de la conciencia cuando todo está ya decidido, a una edad en que lo que había de ser ha sido.Con algo de personaje sonambúlico, el comisario va errando entre muertos que saben que lo son y mantienen con él la misma natural relación (sin que falte el humor) que tuvieron cuando estaban vivos (Carmelo Cadmo por ejemplo). Mol ve a quienes no están ya, así como en su día no quiso ver lo que era evidente y sin embargo se empecina en rastrear pistas antiguas a través de testigos (mejor vestigios del pasado) como Nora Ferad o la prostituta Cindia Olmo. Todo sucede en el territorio de Celama, alumbrado por Luis Mateo en El espíritu del páramo (1996) y convertido en el espacio mítico de su creación posterior. Y, hay que señalarlo, todo se narra con un ritmo moroso y lánguido, el que marca la vida de ese lugar, y con un estilo denodada y felizmente literario. Es este estilo, hecho de precisión léxica, lirismo descriptivo y cierto gusto por la sentenciosidad, el bisturí que utiliza el escritor para seccionar los reconcomios de sus personajes. Aquí el quebranto de un deber y el difícil gobierno de la conciencia. SFlb



EL ANIMAL PIADOSO
Luis Mateo Díez
Galaxia Gutenberg



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