01 septiembre 2009

Semana Trágica de Barcelona, cien años de una rebelión a sangre y fuego



26 de julio de 1909. Los trabajadores han convocado huelga general en Barcelona. Nada hace presagiar a primera hora de este lunes reivindicativo que una semana trágica acababa de comenzar. Sin embargo, al final de ese mismo día, concretamente a las 23.30 horas, un grupo de hombres y mujeres asalta e incendia el Patronato Obrero de San José en el Poblenou. Fue el primero de los 80 edificios religiosos -entre iglesias parroquiales, escuelas e instituciones benéficas- que aquellos días ardieron como una tea en la ciudad condal.
Se desató entonces una carrera de sangre y fuego que acabó también con la vida de 104 civiles, tres religiosos y unos cuantos (entre cuatro y ocho) militares y policías. La rebelión se sofocó y la amenaza que supuso para el orden establecido dio paso a una implacable maquinaria represiva, que recayó principalmente en el movimiento obrero.
No había sitio en las prisiones para albergar a los 3.000 detenidos, de los que más de 1.700 fueron procesados y 17 condenados a muerte. Fueron ejecutadas cinco personas, entre ellas Francesc Ferrer i Guàrdia al ser considerado arbitrariamente el principal responsable de la revuelta. Sin embargo, su muerte desencadenó una importante campaña de condenas internacionales que acabaría con el gobierno de Maura.
En vísperas del centenario de aquella revuelta que pasó a la Historia como Semana Trágica (Sangrienta, Triste, de Luto, Roja o Gloriosa para otros), se suceden las conferencias sobre el tema y varios libros coinciden en las librerías para hacer balance de aquel suceso. Así, Dolors Marín hace un retrato minucioso de los acontecimientos en 'La Semana Trágica' (La Esfera de los Libros); Francisco Bergasa se detiene en el fusilamiento del director de la Escuela Moderna en '¿Quién mató a Ferrer i Guardia?' (Aguilar) y Antoni Dalmau elabora una crónica que trata de explicar las causas, el desarrollo y el desenlace de aquellas jornadas en 'Siete días de furia' (Destino).
Además, Andreu Martín recorre los sucesos de aquel momento en Cataluña en la novela 'Barcelona trágica' (Ediciones B) y lo hace tomando como referencia a una familia de la alta burguesía barcelonesa, los Estrada, que reorganizan su negocio mientras en la calle se libra una auténtica guerra. En la misma editorial, se reedita también 'La Semana Trágica', un ensayo que Connelly Ullman publicó por primera vez en 1968 y que está considerado como uno de los trabajos más rigurosos de aquel acontecimiento histórico.


Ricos frente a pobres


Dolors Marín, doctora en Historia Contemporánea por la Universidad de Barcelona, trata de entender el porqué de aquellos sucesos: "En las calles se enfrentaron dos formas diferentes de entender la vida, la sociedad, el trabajo y hasta la guerra. De una parte, la burguesía, respaldada por la Iglesia católica y la monarquía borbónica, que apostaban por la industrialización; y de otra, las clases medias y los sectores más populares, organizados a partir de los pasos de la Internacional y de las asociaciones obreras, que buscan el camino del conocimiento".
La revuelta obrera de 1909, puntualiza Dolors Marín, no se centró únicamente en Barcelona, sino que en varias poblaciones cercanas se cortaron las vías férreas para impedir el paso de refuerzos policiales. ¿Por qué aquellos sucesos tuvieron tan escasa repercusión en el resto de España?, se pregunta. La respuesta está, a su juicio, en la desinformación, que "hizo creer que en Cataluña se había declarado una revuelta separatista, lo que evitó movimientos solidarios".
Dolors Marín, que dedica su libro a "los últimos maestros que en 1939 marcharon al exilio, se ocultaron o terminaron siendo fusilados", reserva una buena parte de su estudio a los hombres y mujeres que a principios de siglo, y desde las escuelas, contribuyeron a sacar a generaciones de españoles de la ignorancia, "la peor de las pobrezas". Y lo hace, no sólo para rescatar la innovadora labor de la Escuela Moderna, a cuyo frente estaba Ferrer i Guardia, sino porque considera que, para entender los hechos, hay que ahondar en la compleja historia social de Cataluña.
Desde luego, el caldo de cultivo de una Barcelona rica frente a una Barcelona pobre estaba servido: las jornadas de trabajo superaban las 12 ó 13 horas, no existía el descanso dominical, no había cobertura sanitaria... La Barcelona rica era la propietaria de las fábricas textiles y metalúrgicas, la que tiene todos los privilegios, la que controla la cultura y la enseñanza. La Barcelona pobre es la que trabaja y la que tiene que nutrir las fuerzas expedicionarias españolas con destino a la guerra del Rif, porque sólo se libraban los que podían pagar un canon de 6.000 reales (unos 1.500 euros de la época).

'Siete días de furia'


El escritor y profesor Antoni Dalmau, en su libro 'Siete días de furia', sitúa también el origen de la Semana Trágica en el impopular envío de tropas al conflicto bélico que explotó en Marruecos, dentro del entonces Protectorado español. 'Todo empieza con una revuelta popular espontánea. Las denominadas damas blancas, cuyos hijos no iban a la guerra, acuden a la despedida de los primeros reservistas catalanes, el 18 de julio de 1909, para animarles y hacerles entrega de escapularios, lo cual provoca la indignación de la población", afirma.
El sindicato Solidaritat Obrera organiza una huelga general para el lunes 26 de julio y, aunque ese día las manifestaciones fueron más o menos pacíficas, al día siguiente se tuvo noticia de la emboscada del Barranco del Lobo. Los reservistas que habían salido ocho días antes de Barcelona habían sufrido una matanza considerable junto al famoso monte Gurugú. Así que la movilización obrera se radicalizó y las calles del centro de Barcelona se convirtieron en un verdadero campo de batalla. Se queman los edificios religiosos, se profanan las tumbas de los conventos y las manifestaciones anticlericales se multiplican, si bien la revuelta carecía de líderes ni objetivos.
La represión fue implacable. A los miles de detenidos, centenares de procesados y cinco ajusticiados, se sumó la clausura fulminante de partidos, sindicatos y escuelas laicas. Pero la ejecución de Ferrer i Guardia fue un error no sólo jurídico sino político que el Gobierno Maura pagó caro. Lo convirtió en el último mártir de la Historia y los ecos de repulsa por su ejecución resonaron en medio mundo.




Pilar Ortega


Barcelona Trágica de Andreu Martín.

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