21 mayo 2009

Villar sumerge en una intriga marinera el segundo caso del policía Leo Caldas


Laura Camacho: EFE


Tras el éxito obtenido hace tres años en su debut literario con "Ojos de agua", el escritor gallego Domingo Villar regresa con un nuevo caso para el solitario inspector de policía Leo Caldas en "La Playa de los ahogados", donde la ambigüedad y las supersticiones de sus gentes inundan las Rías Bajas.
El pueblo de Panxón, en Vigo, es el elegido por Villar para la segunda aventura del melancólico y un tanto tristón policía vigués Leo Caldas y su ayudante Rafael Estévez, un aragonés que con irónica visión no comprende la idiosincrasia de los gallegos.
A través de los ojos de Estévez, Villar (Vigo, 1971) cuenta al lector "sin imposturas" las particularidades de Galicia y sus habitantes frente a su jefe, el inspector Caldas, incapaz de resistirse al buen vino y a un buen plato de berberechos o percebes, muy volcado en su trabajo pese a que la colaboración en un programa radiofónico es la responsable de su celeridad.
"'La playa de los ahogados' envuelve al lector en esa Galicia marinera de pequeñas villas que cuando se marchan los turistas quedan adormecidas en otoño en torno a la lonja que da de comer a unas pocas familias", comenta en una entrevista con Efe Domingo Villar, quien aliña este escenario de lluvia fina, fértil gastronomía e historias de tempestades, fantasmas y héroes de la mar.
Entre tanto, los dos investigadores tratarán de resolver el asesinato de un marinero cuyo cadáver aparece en una playa en extrañas circunstancias que poco ayudan a esclarecer las gentes del pueblo, "que sugieren más que hablan" dice Villar.
Sin testigos ni rastro, Caldas se zambulle en las Rías Bajas con la premisa de que "las cosas siempre son lo que parecen", aunque en ocasiones las apariencias engañen y sus sospechas apunten en una dirección demasiado insólita.
Por eso, califica de "mucho más ambiciosa" esta segunda entrega (editada como la anterior por Siruela en castellano y por Galaxia en gallego) ya que "profundiza más en la personalidad de sus protagonistas" y en el paisaje humano y geográfico de las Rías Bajas, donde no falta la taberna de Panxón ni el faro ni el cementerio donde acaban muchos marineros.
Residente en Madrid desde hace muchos años, Villar siente esa morriña de la tierra que satisface con las aventuras de Caldas, que se bebe el vino en la distancia que él añora.
"Mi forma de estar de vuelta a Galicia, aspirar su mar, oír a las gaviotas es a través de la literatura", afirma Villar que mantiene ciertos paralelismos con Caldas: ama el buen vino, Galicia, colaboró seis años en un programa gastronómico en la cadena SER, su esposa es aragonesa y su padre es bodeguero.
Y aunque no hay fecha para una nueva entrega, Villar desvela que ya "arma" otra trama de la que prefiere no desvelar nada salvo que dejará al tándem policial en Vigo, "porque es allí donde tienen su comisaría y donde hay suficiente margen para que investiguen".
"Soy un escritor de fermentación lenta, escribo despacio e incumplo los plazos de entrega de las editoriales", reconoce este escritor que cree que el policíaco es uno de los géneros más idóneos en tiempos convulsos, pues el lector encuentra historias que acaban bien.
Su anterior novela "Ojos de agua", que va por su sexta edición en castellano y la cuarta en gallego, ha sido traducida al inglés, alemán, italiano, ruso y búlgaro.
Con ella obtuvo, entre otros premios, I Premio Sintagma a la mejor primera novela publicada en España (2007) o el Premio Brigada 21 a la mejor primera novela policiaca, un galardón que tiene gran prestigio entre los amantes del género policiaco.



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